
Hace unos días, la amabilidad y gentileza de mi amigo bloguero Xibeliuss (lo pueden encontrar en sus dos magníficos blogs, “Días en Sanabria” e “Igual te Interesa”) me dio a conocer un libro mítico que ha hecho historia cuyos ejemplares antiguos son un lujo difícil de conseguir. A él le debo prácticamente la totalidad de los textos del libro que expongo y le reitero mi agradecimiento.
El libro en cuestión es de Ángel Muro, el equivalente hoy en día de Simone Ortega o Carlos Arguiñano.
El Practicón ( no olviden el título para conclusiones posteriores…) es un libro de cocina publicado en 1869, que se subtitulaba Tratado completo de cocina al alcance de todos y aprovechamiento de sobras. Se trata de una de las pocas obras sobre cocina española a finales del siglo XIX, contiene numerosos recetarios de la cocina popular de la España de ese tiempo. El autor, Ángel Muro, publicará con posterioridad (en el año 1892) el Diccionario General de cocina.
El libro fue muy popular a comienzos del siglo XX ya que logró tener cerca de 34 ediciones de la obra en el período que va de 1894 a 1928. La obra cayó en desuso a comienzos de la década de los 1930 conociéndolo sólo algunos cocineros, y se volvió a publicar en nuevas re-ediciones a mediados de la década de 1980.
No me interesa el libro sólo por sus recetas de cocina sino por otras cuestiones que, si el lector es paciente podrá ir descubriendo por él mismo. Han pasado 141 años desde su publicación y, respetando el tiempo que nos separa con esa mentalidad, el objetivo de esta entrada es sonreír ante cuestiones superadas o deseablemente superadas. Me he tomado la libertad de resaltar en negrita aquellas frases que considero “jugosas y apetitosas” para paladares exquisitos. Les invito a este suculento ágape. Disfrútenlo…
Escuela de cocina, no sería tampoco el verdadero nombre de la institución, que mejor se adaptare a mi proyecto, porque más que la teoría y la práctica culinarias, había de privar en la enseñanza la multitud de faenas que constituyen en el ama de casa la ocupación más digna y que vale a las mujeres el titulo de hacendosas, que lleva aparejado el de la honradez.
(Las mujeres que tengan contratada una mujer para la limpieza y cocina que se vayan olvidando de ser dignas, hacendosas y honradas… Mal empezamos…)
A todas las niñas se las enseña a leer, a escribir y a contar. Algunas aprenden después en los colegios, además de las labores de su sexo, historia, geografía, aritmética, gramática y caligrafía.
(Habrá que proponer al MEC una Diplomatura sobre “Las labores propias de la mujer”)
Las familias pudientes amplían la enseñanza de estas asignaturas en favor de sus hijas, y la adornan con el piano y canto, el francés y el inglés, el dibujo, el baile, el corte de vestidos, etc. etc. Valiéndose para ello las más de las veces, los muy ricos, de unas señoras que se llaman institutrices, que por lo general son extranjeras, y en su mayor parte demasiado jóvenes, demasiado guapas, e ignorantes de veras, para el cargo que desempeñan.
(Ser extranjera, joven o demasiado guapa es incompatible con ser inteligente…menos mal que no ha especificado si se trata de rubias o morenas…)
La economía doméstica, y la higiene de la casa y de la familia, deben ser para la mujer, y antes que nada, los conocimientos que ha de poseer para ser buena hija, y buena madre de familia.
(Esto me ha gustado…si pasamos la prueba del algodón podemos ser unas petardas integrales pero seguiremos siendo buenas hijas y madres….)
Niñas hay, tiernas y talluditas, que cantan o tocan al piano cosas de Meyerbeery de Wagner, que hablan francés tan bien como Carnot, que visten como reinas y conocen de lejos un traje hecho por los modistos-maricas [sic] Wortz ó Laferriére, y que no son capaces de poner una compresa de árnica sobre un chichón en la cabeza del hermanito, ni hacer una taza de té al papá, ni chocolate a la abuela, ni planchar una corbata, ni hacer la cama, ni limpiar el polvo en las habitaciones de su casa, etc.
(A ver si nos enteramos, nada de saber solfeo, idiomas o estilismo… ¡a preparar el chocolate a la abuela que es lo que suma puntos! Y digo yo… modistos-maricas lo acepta como término del Diccionario la RAE? (quizá sin guión, sí…uhm… ) )
Claro que hay excepciones. Madres de familia, de educación firme y chapada, que enseñan á sus hijas lo que ellas aprendieron en sus casas ,e hijas que aprovechan las lecciones; pero esta fruta es rara , y son muy contados los hombres que al tomar estado tropiezan con la excepción.
(¡Lo que tienen que sufrir los hombres al casarse y encontrarse mayoritariamente con esa fruta tan rara! Yo que ellos no me casaba y contrataba una señora de la limpieza… y que se fastidien las mujeres…vaya…)
La cocina que voy a criticar es la que representa esta primera figura, cuya descripción héla aquí:
Un fogón lleno de platos por fregar, con pucheros a la lumbre y pucheros en lo alto, pucheros y cazuelas por doquier, papeles cortados y pintarrajeados en los vasares, estampas en las paredes, el suelo sin barrer, la escoba a la vista, el cubo de la aguas sucias al paso…
La segunda figura es un apunte de lo que cualquiera entenderá que debe ser una cocina de la clase modesta, con su cocinera y todo. Una muchacha guapa o fea, pero limpia y lista, recogidito su pelo con cofia o pañuelo a la vizcaína o a la rusa, y pisando un pavimento en que puede uno mirarse la cara ...
(Por si no ha quedado clara la cuestión, nos lo ilustra con imágenes. Obsérvese la cirugía estética que ha sufrido en la cintura la “mujer hacendosa” frente a la “mujer desastre”… El marketing ideológico ya existía en el siglo XIX, aunque…no me extraña que esté en forma con todo el ejercicio propio de “las labores de la mujer” que el cocinero pedagogo imponía… Por cierto ¿qué…es el pañuelo a la vizcaína o a la rusa en el pelo??? A mí me suena a bacalao y ensaladilla…)
Las mujeres en España, hoy por hoy, saben de todo lo que no han menester, mucho o poco; pero de aquello que es necesario para la vida honrada, fastuosa o pobre, no saben ni jota .La afirmación resulta brutal, pero así es; y no puede refutarse sino con pruebas, que exhibirá el que tenga ganas de discutir conmigo sobre el particular.
(¿Y pretende que las mujeres cocinen con su libro después del traje que les ha hecho él mismo, el modisto-macho? No obstante, si tienen ganas de discutir sobre el particular con él, ya saben… Si ya decía yo que desde el principio buscaba pelea el cocinero pedagogo…¡ay!)
Y digo yo… ¿y las recetas de cocina eran el fin o el medio? A juicio de ustedes lo dejo. Hoy se me han quitado definitivamente las ganas de cocinar.