miércoles, 28 de marzo de 2012

CUANDO LA MUERTE VIVE ARRIBA




CUANDO LA MUERTE VIVE ARRIBA


A aquel chico siempre impuntual
con mochila tan azul como sus inmensos ojos extraviados.

A las 8,15, Andoni cogió su mochila y se la echó al hombro. La mañana había colgado en su cielo un sol más brillante que nunca. Cegador, lo calificó Andoni en cuanto subió la persiana de su habitación al despertarse o, al menos, esos eran los gritos de queja ahogados que su retina emitía esa mañana que, cada vez con mayor frecuencia, eran “cada mañana”.

Antes de salir hacia el instituto, fue a besar a su madre  quien se encontraba en la cocina removiendo pausadamente un café bien cargado, somnolientamente, con una de sus manos apoyada en su mente agotada y a punto de acudir a su trabajo. Esta le recriminó las prisas y el no hacer un buen desayuno antes de incorporarse a clase. Desde que hacía un año se había divorciado del padre de Andoni, cada vez con mayor frecuencia se sentía responsable por partida doble del bienestar y la educación de su hijo, aunque sabía que también desde hacía un año cada vez le costaba mayor esfuerzo incluso cuidar solamente de ella misma. Hay espinas de la memoria que no se conformaban solo con pinchar los dedos sino con desgarrar también cada pétalo de la rosa.

-¿Desayunar? –contestó Andoni con un gesto de repugnancia ante el solo hecho de pensar en ingerir comida-  No, no tengo hambre. Además, ya te he dicho que si llego tarde, la de Lengua me agobiará con uno de sus sermones sobre puntualidad…
- Bien, está bien, hijo, toma esto,  -le dijo abriendo su cartera y extrayendo de ella un billete-  cómprate un bocadillo en el recreo… ¿Me prometes que lo harás, Andoni?

El muchacho cogió ávidamente el billete y lo introdujo con rapidez en el bolsillo trasero de sus vaqueros sin contestar a su madre, dispuesto a salir corriendo de la cocina.





-¡Eh! ¡Un momento!  -le detuvo su madre asiéndole por un brazo e impidiendo que saliera-  Pero, ¿has visto que ojos tienes? ¿Y esas ojeras? –preguntó desconcertada.
- Como las tuyas…  -respondió con desdén Andoni-  ¡De qué van a ser! ¡Te lo he dicho mil veces, mamá! Los vecinos de arriba siguen sin dejarme dormir, no paran de discutir y gritar cada noche; el día que suba  -dijo apretando los puños-  se van a enterar de quién soy… ¿Es que no los has oído anoche?
- Pues… la verdad hijo…  -titubeó su madre que lo último que recordaba eran los dos somníferos que se había tomado como cada noche para poder conciliar el sueño-  creo que…
-¡Bah! ¡Déjame!  -gritó Andoni soltando con un ademán brusco la mano de su madre que sujetaba su brazo-   ¡Si es que no te enteras de nada…!  -le dijo con desprecio mientras salía por la puerta tras un portazo.

Adela, que así se llamaba la mujer que ahora se mordía el labio inferior y apuraba un segundo café, se prometió a sí misma que aquella tarde, cuando regresara del trabajo, subiría al piso de arriba para hablar con esos vecinos que enturbiaban el descanso de su hijo. Hacía dos meses que se habían mudado a ese edificio y aún no había entablado conversación con ninguno de sus inquilinos. Sería la excusa perfecta para ir entreabriendo un poco esa puerta al mundo exterior que ella misma había cerrado con siete candados. Dejó entre los posos del café el sentimiento de irresponsabilidad, que últimamente le amenazaba, se prometió a sí misma no tomar ningún somnífero aquella noche, y se dirigió a su trabajo.

Al final de la mañana, el teléfono móvil de Adela sonó. Tras el auricular oyó una voz suave pero firme de mujer. Se presentó como la tutora del curso de Andoni. Le comunicaba que su hijo hacía un mes que no acudía a ninguna clase del instituto y como las faltas de asistencia no habían sido justificadas, se ponía en contacto con ella. Adela solo pudo articular que se debía tratar de un error.

-No, no es un error, señora, -dijo la tutora con tono serio- , Andoni es menor de edad, por ello, estamos obligados a comunicárselo. Usted mejor que nadie sabrá lo que hacer al respecto. Verá, últimamente, Andoni ha tenido un comportamiento digamos que… anómalo. El Centro posee un psicólogo para…
-Muchas gracias por la información   -le cortó tajantemente Adela que no quería saber nada de esos psicólogos que tan bien conocía por experiencia propia-, le aseguro que Andoni mañana acudirá a las clases, ¿de acuerdo? Gracias.
Fue la última palabra después de cortar la llamada. Estos profesores se creen más listos que nadie… ¿Al psicólogo Andoni por no acudir a clase? ¿Pero qué se habrán creído? Tiene que haber una explicación, sin duda  -se decía Adela mientras recogía nerviosa los papeles de la mesa de su despacho-, Andoni no está pasando una buena época con lo de nuestra separación, a ninguna maestrilla le importa, él será quien me lo explique cuando llegue a casa  -se tranquilizaba Adela mientras se ponía su abrigo dispuesta a regresar a su hogar.

Cuando llegó, se dispuso a preparar la comida. Andoni llegaría enseguida. Pero llegaron las cuatro de la tarde y, por primera vez, Andoni no fue a casa a comer. Adela, preocupada, lo llamó a su teléfono móvil decenas de veces pero se encontraba apagado. No pasa nada, no pasa nada,  -intentaba tranquilizarse-  se habrá quedado a comer en casa de algún amigo y no habrá podido avisarme porque se habrá quedado sin batería… Tranquilízate… -se decía mientras acababa de recoger la mesa. Miró su caja de ansiolíticos en un estante de la cocina y decidió tomarse uno a pesar de no ser la hora indicada. Sin embargo, en el último momento, decidió hacer algo mejor: subiría a visitar a los vecinos de arriba para rogarles que dejaran de hacer ruido a altas horas de la madrugada ya que perturbaban el descanso en su casa. Sí, eso haré, -se dijo mientras se miraba al espejo intentando acicalarse un poco el pelo-  ahora mismo subiré y Andoni podrá descansar esta noche.






Adela subió decidida las escaleras que la separaban del piso superior. Llamó al timbre e intentó suavizar las facciones de su rostro. Nadie contestó. Volvió a llamar. Y lo volvió a hacer cinco veces más, pero nadie respondía. Sorprendida por algo que no esperaba, recordó que el portero del edificio vivía en el ático, así que decidió subir un piso más y preguntarle por quién vivía en el piso superior al que vivía ella. Le salió a recibir una mujer entrada en años, la esposa del portero, la cual le indicó con fastidio que su marido dormía la siesta tal y como lo tenían estipulado en el horario del  contrato con la Comunidad de vecinos.

-Siento molestarles, señora  -intentó disculparse Adela-  solo quería preguntarles por los inquilinos del piso inferior al suyo. Verá, usted sabe que vivo debajo de ellos e imagino que conocerá el problema…  -resultó ser convincente Adela cuando sabía que ella misma no tenía conocimiento del problema debido al poder de sus somníferos-.  Sus discusiones y gritos cada noche molestan tanto a mi hijo como a mí, no hay manera de conciliar el sueño, créame… He intentado hablar con ellos… pero en estos momentos no se encuentran en casa y he pensado que ustedes podrían…
-No sé de qué me está hablando  -sentenció perpleja la anciana-, no sé de lo que me habla. Hace dos años que ese piso está desocupado, nadie vive allí desde entonces, señora… -dijo mirando a Adela de arriba a abajo y pensando que no se encontraba en su sano juicio- Quizás los ruidos provengan de…
-Discúlpeme  -dijo Adela con la cara lívida- debe tratarse de un error… Gracias –se despidió mientras bajaba a trompicones los dos pisos que la separaban de su casa-. Siento haberla molestado…

Adela no salía de su desconcierto. La llamada del instituto, la inexistencia de vecinos ruidosos, ¿qué era lo que estaba pasando? A medida que bajaba las escaleras en dirección a su piso, oyó unos gritos pero que, ciertamente, no provenían del piso inmediatamente superior al suyo sino de su propia casa. Introdujo asustada la llave en la cerradura y al abrir la puerta se encontró con Andoni retorciéndose encima del sofá y con las manos apretando sus oídos.

-¡Mamá! ¡Diles que se callen, por favor! ¡Diles que dejen de gritar! ¡Mamá, no lo soporto! ¡No quiero oírles más! ¡Qué se vayan, qué me dejen! ¡Por favor, mamá, haz algo, por favor!  -sollozaba Andoni entre gritos.
Adela abrazó a su hijo temblando e intentó calmarle.
-¡No pasa nada, Andoni! No hay nadie que grite, hijo… Cálmate… Ya pasó, cariño, ya pasó…

Andoni, con los ojos completamente extraviados, se aferraba con fuerza a Adela. Esta consiguió llevarlo a su habitación y acostarlo sin dejar de acariciar su sudorosa frente. El muchacho entró en un interludio a su delirio y Adela, entre lágrimas, le besó los ojos desorbitados que acababa de cerrar. Se dio cuenta de que el cajón de la mesilla de su hijo estaba abierto. Soltó la mano de este y se acercó a su interior: un firmamento de pastillas multicolores de diferentes formas se enredaban unas con otras entre tebeos, lápices de colores y la colección de coches Ferrari en miniatura que tanto le gustaban a Andoni siendo niño. Infancia aniquilada por el éxtasis de la adolescencia. Adela se llevó la mano a la boca intentando reprimir un grito…





-Tú también las tomas, mamá…  -balbució Andoni con una media sonrisa de ojos extraviados- A continuación, volvió a ser presa del pánico cuando las voces, esas voces, volvieron a adueñarse de su mente, de sus oídos, de sus ojos, de su mirada, de sus lápices de colores, de sus Ferrari, de su juventud, de sus sueños…

Andoni ya no va al instituto. Tampoco ha vuelto a comer en casa. Ya no oye las voces de los vecinos de arriba, en realidad, tampoco es capaz de oír la suya propia. Sus ojos azules vagan por algún lugar de ese firmamento de abigarrados colores falaces que intentan brillar en la inmensa oscuridad, a la deriva en algún agujero negro interestelar.




martes, 20 de marzo de 2012

ASONANCIAS EN LA CATEDRAL DE ZAMORA


Catedral de Zamora. Marisa Vegas

(Pincha en la imagen si la deseas ampliar)



ASONANCIAS EN LA CATEDRAL DE ZAMORA
Ocellum Durii (Los Ojos del Duero)

  De piedras blancas viste tu desnudez
el silencio de la noche zamorana,
cuando las espadas de las leyendas de su cerco
 son veladas en tu atrio por fantasmas.

Huesos románicos gestan tu belleza
en la edad media del tiempo levantada,
juglares y romances tallan asonancias
en penitencia por la historia de tu alma.

Cúpula bizantina es tu cabeza de siglos
 por erguidos guardianes  custodiada,
corona alada de cigüeñas
 ciñendo tu frente sobre cabellos de escamas.

Tu aroma penetrante a Duero
se mezcla con el olor a cera quemada,
noches santas de cofrades carmesí
arrodillándose frente a tus muros de lanzas.

Nobles, caballeros y reyes
  limpiaron sus manos ensangrentadas
en tu perfume de incienso sagrado
 purificando  sus alevosías profanas.

 Guardan tus frías piedras
aún la calidez de quien te ama,
 retumba en ellas el miserere del coro
en la medianoche del alma castellana.

La Torre cuadrada de El Salvador,
 vigía es del Castillo de doña Urraca,
sepultura de luchas fratricidas y  traiciones,
latidos de Mío Cid galopan en tu mirada.

Tus campanas abrirán
los ojos del Duero cada mañana,
la muy noble y leal ciudad
en su austeridad te vive, te sueña y se derrama.


domingo, 11 de marzo de 2012

The Cure. Out of this world.



Fotografía: www.imagenesfotos.com

Cuando dos corazones descubren que existe un mundo paradisíaco posible y paralelo al real, conocen lo que es sentirse realmente vivos. El mundo deja de existir, solo existe lo que se siente. Pero el adiós continuo se impone. La pasión verdadera e infinita nunca fue bien comprendida por mundos prosaicos en los que amar siempre exige una argumentación lógica. La razón vuelve una y otra vez a la vida real… Pero la vida real es la mayor razón para querer vivir otra vida y otro mundo…

Out of This World es un sencillo de la banda británica The Cure perteneciente al álbum Bloodflowers (2000). No fue editado comercialmente, se facilitaron copias promocionales para profesionales (cadenas de radio y DJs). Disfrútenlo si es su deseo...




OUT OF THIS WORLD
The cure

“FUERA DE ESTE MUNDO”

Cuando recordemos todo esto
como sé que lo haremos,
tú y yo,
 con los ojos bien abiertos,
me pregunto si realmente recordaremos
cómo se siente estar así de vivos.

Y sé que tenemos que irnos,
me doy cuenta,
solo conseguimos quedarnos hasta la próxima,
siempre tenemos que volver
a la vida real,
adonde pertenecemos,
adonde pertenecemos,
adonde pertenecemos.

Cuando recordemos todo esto,
y estoy seguro de que lo haremos,
tú y yo,
 aquí y ahora,
olvidaremos la manera en que realmente es
¿Por qué se siente así?
 ¿Y cómo?

Y siempre tenemos que irnos,
me doy cuenta de que
siempre tenemos que decir adiós,
siempre tenemos que regresar a la vida real.
Pero la vida real es la razón
por la que queremos vivir otra vida,
queremos sentir otra vez,
otro momento más,
otro momento,
sentir otra vez…

Cuando recordemos todo esto
como sé que lo haremos
tú y yo,
con los ojos bien abiertos,
me pregunto si realmente nos acordaremos
cómo se siente estar así de vivos.

Y sé que tenemos que irnos,
me doy cuenta de que
siempre tenemos que alejarnos,
siempre tenemos que regresar a la vida real.
Pero la vida real es la razón
por la que nos quedamos,
por otro sueño más,
otro día más,
por otro mundo,
por otra manera,
otra manera…
Una última vez antes de que se termine,
una última vez antes del final,
una última vez antes de que sea el momento
de irnos de nuevo…




martes, 6 de marzo de 2012

SED DE TIERRA



Fotografía: Tablas de Daimiel (Ciudad Real). Marisa Vegas


(Voces silenciosas IV)


SED DE TIERRA


Cuando el agua venció a la tierra

naufragando en el pozo del invierno,

se agitaron ramas ahogadas

en voces clamando auxilio.



Raíces aún ancladas

a la cuna de su semilla

son lentamente desterradas

de los surcos de sus dominios.



Sed de tierra,

se oyó gemir a la lluvia.





jueves, 1 de marzo de 2012

Soy un gato (2ª parte). Natsume Soseki.



SOY UN GATO

NATSUME SOSEKI

(Segunda parte)

Retomemos las andanzas de nuestro gato sabiondo.

¿Cómo les parecerá a los gatos nuestro estilo de vida en lo que a la vestimenta se refiere? La elegancia con la que les tachamos a ellos no se parece a la frivolidad con la ellos ven nuestras costumbres en cuestión de trapìtos… Lean si gustan:

Comparado con nuestro sencillo estilo de vida, el de los humanos es, cuando menos, extravagante (…) Una cosa igual de absurda les ocurre con la vestimenta. Han nacido cargados de imperfecciones, así que sería demasiado pedirles que vistieran todo el año con la misma ropa, como hacemos los gatos. En cualquier caso, seguro que no les pasaría nada por renunciar a adornarse con tal cantidad de ropajes diferentes. Les trae sin cuidado su brutal dependencia de las ovejas, de los pobres gusanos de seda, e incluso de la caridad de los campos de algodón. Hay que admitir que su extravagancia deriva directamente de su incompetencia.

Todo el año con la misma ropa… Sería más fácil reconocernos ¿no creen? Aunque ya no sé si solo por la vestimenta o por algo más…

Cómo nos gusta acariciar el suave pelo de los gatos… ¿cómo ven ellos el nuestro?:

Los humanos actúan de un modo de lo más extravagante respecto a su pelo. De una manera totalmente caprichosa e innecesaria, tienden a complicarse la vida con peinados de todo tipo, y cuánto más estúpida es su arquitectura, más orgullosos se sienten. Los llamados sacerdotes, o monjes, tienen la costumbre de afeitarse la cabeza y lucir siempre un cráneo de invariable color azulado: azulado en verano, azulado en invierno. Cuando hace mucho calor se encasquetan un sombrero y si hace mucho frío se cubren el cráneo con mantas. Y, puesto que necesitan cubrirse por una razón o por otra, haga frío o haga calor, ¿por qué razón entonces se afeitan la cabeza? No tiene ningún sentido.

Lo peor de todo es que la lógica del dichoso mínimo es aplastante… no se puede negar…



El lindo gatito no solo critica sino que intenta dar una explicación a esta frivolidad en el vestir con el objetivo de comprender a la raza humana, pero sus conclusiones son demoledoras: el hombre detesta la igualdad (además, no tiene ninguna gana de vernos desnudos…):

Considero que todo ese interés por inventar vestimentas nuevas no es producto ni de la necesidad ni de la casualidad. Es la consecuencia lógica de un afán muy humano por sobresalir y destacar por encima de los demás. Es como, si al ponerse tal o cual prenda, el que la vistiese quisiera decir: “Yo no soy como vosotros”. De esta realidad se puede deducir la siguiente verdad universal: igual que la naturaleza rechaza el vacío, del mismo modo “los hombres aborrecen la igualdad”, y para evitarla deben cubrir y empaquetar sus cuerpos con todo tipo de forros y ropas, que pasan a formar parte de ellos como si fueran sus huesos y sus pellejos. La vestimenta es tan importante para ellos que alguien que pretendiese el retorno a la edad primigenia en el que se practicaba la desnudez total, sería tachado inmediatamente de perturbado mental, si no de monstruo. En el improbable caso de que tal cosa sucediera, y de que los millones de personas que habitan el mundo fueran calificados de locos o de enfermos, daría absolutamente lo mismo, pues inmediatamente empezarían las distinciones y las diferenciaciones en virtud de los detalles corporales de la desnudez de los supuestos locos. Para evitar males mayores, creo que lo mejor es continuar con las modas y los vestidos por muy absurdos que sean estos.




Ahora le toca a los poetas: estos tampoco se van a salvar de las afiladas garras del minino. ¿Cómo les parecería a los que escriben poesía, ser tachados de idiotas de corto recorrido y locura con fecha de caducidad? Y, además, lo argumenta, ¡y de qué manera…!:

Normalmente se piensa que cuando la sangre se sube a la cabeza no se obtiene ningún beneficio. Sin embargo, hay al menos un contexto en el que sí lo tiene. Hay oficios en los que es indispensable el frenesí que provoca la sangre cuando se sube a la cabeza. Si esto no sucediera no sería posible ejercerlos adecuadamente. El caso más interesante y destacado es el de los poetas. (…) no es nadie sin el frenesí mental causado por una buena subida repentina de sangre a la cocorota. (…) La cruda realidad es que tan súbita afluencia de sangre al cerebro equivale a un pequeño ataque de locura, pero nadie con un mínimo de orgullo profesional admitirá que solo logra realizar su trabajo si se encuentra sumido en un estado de enajenación mental. Los poetas, si se caracterizan por algo, es precisamente por no llamar a las cosas por su nombre, y a la locura no le dicen locura. Por razón de algún tipo de conspiración lírica, han acordado darle otro nombre, y por eso lo llaman “inspiración”, una palabra que repiten sin cesar y a la que atribuyen poderes casi mágicos. Pero el hecho incontestable es que se trata de pura y simple locura. La palabra “inspiración” debieron de inventarla para engañar a la gente, que no tiene ni idea de sus problemas mentales. (…) Y creo que los poetas hacen bien en aferrarse a su inspiración, puesto que, aunque la inspiración suene a nuestros oídos como si se hablara de algún tipo de droga o de medicina moderna, sigue constituyendo una palabra poderosísima, bajo la cual los poetas pueden colocar perfectamente su chifladura sin que nadie se dé cuenta. (…) La inspiración no es más que una especie de locura pasajera y, precisamente, por su condición de pasajera es por lo que muchos poetas han logrado no acabar dando con sus huesos en el manicomio.
A mí me parece que debe ser extraordinariamente difícil fraguar individuos así, idiotas de corto recorrido y locura con fecha de caducidad, poetas movidos por la inspiración divina.

Resumiendo:
Poesía = problemas mentales.
Problemas mentales = locura.
Locura pasajera = inspiración.
Inspiración = poetas.
Poetas = idiotas de corto recorrido y locos con fecha de caducidad.

Solo diré una cosa: magnífico. No podemos olvidar que Soseki no solo era novelista sino poeta (especialista en haikus) y, por lo tanto, no le interesaba lanzar una diatriba contra su propio tejado pero sí hacer un ataque directo y despiadado constantemente en el libro, contra los malos poetas y contra la pseudopoesía. En cualquier caso, ha quedado claro que al gato no le gustan los poetas ¿quizás esté celoso por esa Luna a la que invocan?





Y, cambiando de tema, ¿qué creen los gatos sobre el propio conocimiento de sí mismo que tiene el hombre?:

Todos los estudios e investigaciones emprendidas por los hombres se encaminan al conocimiento de ellos mismos, de su propia persona. El cielo, la tierra, los ríos, las montañas, el sol o la luna, no son más que distintos nombres de ese único yo. La razón es que nadie puede prescindir de uno mismo para estudiar algo ajeno. Si eso pudiera hacerse, el propio yo desaparecería como por arte de magia. Al propio yo solo lo puede comprender el propio afectado. (…) Si uno pudiera encargar a otra persona que se dedicara a estudiarle, por muy honesto y virtuosos que fuera, sería lo mismo que encargarle que se dedicase a comer por nosotros.

Está claro que el ser humano no tiene ninguna intención de desprenderse de ese YO, incluso cuando estudia cosas ajenas. Pero esto es inevitable, los gatos lo saben muy bien ya que son las mascotas (o amigos) más independientes e interesadas. Adoro a los gatos pero sé que en una situación límite siempre estará por encima su Yo frente al mío (no ocurre lo mismo con los perros). Por tanto, señor Don Gato, en este punto nos nuestros genes se parecen.


Este minino también tiene una visión muy acertada de la sociedad. ¡Pobre de aquel al que se le ocurra salir del rebaño y pensar por sí mismo…!. Escuchen:

Al final puede que la sociedad entera no sea más que una especie de congregación de lunáticos, formada por miles de chalados, cada uno con su obsesión particular. Y cuando los locos se juntan, lo único que hacen es enfadarse, pelearse o robarse unos a otros. En una sociedad como esta, cualquiera que atienda a razones y sepa reflexionar mínimamente sobre las cosas se convertirá en un estorbo, y lo encerrarán en un manicomio. ¡De ello se deduce que los encerrados son los cuerdos y los que andan sueltos por la calle son los dementes! Todo puede suceder. Hay locos de remate que se sirven del dinero y del poder para provocar todo tipo de problemas, y encima se les considera modelos de virtud y honestidad. En fin, todo esto es un auténtico despropósito.

¿Loco o cuerdo? Usted sabrá…     
                            
Atención banqueros y gobernantes, que el gato sabiondo también tiene para ustedes:

Este mundo está lleno de ladrones involuntarios por pura inercia. Ahí tenéis a los banqueros, por ejemplo, que creen que el dinero que cuentan y recuentan es suyo, cuando en realidad es de los clientes de su establecimiento. Los gobernantes están al servicio de los ciudadanos que han delegado en ellos su soberanía y, por tanto, deben rendir cuentas y ejercer su autoridad para solucionar los problemas cotidianos. Pero con el tiempo se acostumbran a su poder, y llegan al extremo de considerar que los ciudadanos que les colocaron en esa posición no tienen por qué exigir nada ni meterse en asuntos que no les competen. En este convulso mundo hay mucho servidor público que se comporta de esta manera tan negligente.

No olviden que estamos ante un libro escrito en los primeros albores del siglo XX, las cosas no han cambiado mucho…





Toda la novela sería un extensa cita, pero, para terminar, les dejo con la última sobre la libertad. No son palabras de nuestro ya familiar gatito, sino de un personaje amigo del amo llamado Dokusen y calificado por los amigos como “el loco”:

Buscamos la libertad, pero luego sufrimos las consecuencias de haberla logrado. ¿No se puede deducir de ahí que la civilización occidental, aunque espléndida a primera vista, aparece al final como una farsa?

Aquí nos encontramos ante ese antioccidentalismo que expliqué al comienzo de esta extensa entrada, a favor de una defensa del patrimonio ancestral de Oriente. Soseki vivió durante la época Meiji, periodo durante el cual la cultura occidental entraba de manera arrolladora en ese Japón enclavado en sus costumbres ancestrales, y que no siempre tuvo defensores como fue el caso de Soseki.

Nada más. Ya me contarán si adoptan al gatito filósofo o si, por el contrario,  lo dejan a la intemperie…


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