domingo, 24 de febrero de 2013

NARANJOS ENTRE LA NIEBLA



Fotografía:



Si vivir es bueno,
es mejor soñar,
y mejor que todo,
madre, despertar.

Antonio Machado
(Proverbios y Cantares)



NARANJOS ENTRE LA NIEBLA

Aunque los ojos permanezcan cerrados, los sueños les roban sus miradas. Quizás para dar vida a la esperanza, quizás para sajar el manto negro en el que se refugia la noche. Cuando la vida gotea por las grietas de la memoria, la muerte va recogiendo en su cuenco de azabache cada gota de latidos para destilarlo en perfume de rosas negras. Sueño y muerte contendiendo con la vida. Y en el fragor de la batalla, ELLOS…

.....     .....    .....

Recordaba que sintió un frío gélido lamiéndole la piel, hiriéndole la percepción de lo que se le aparecía frente a sus ojos. No conseguía enfocar la retina sobre el sueño que su cerebro perezosamente le dictaba. Cuando consiguió hacerlo comprendió que era inútil delimitar trazos perfectos porque lo que se le presentaba ante los ojos era una niebla gris, espesa como las mareas repletas de naufragios, asfixiante y huérfana de oxígeno. Sin más dirección que la que tenía delante, consiguió que sus pasos penetrasen en esa nube cenicienta. Fue entonces cuando creyó sentir el aroma salitre del Mediterráneo. Asustado por el silencio, respiró, su piel podía sentir el frío y, su olfato, el mar, un mar que le había acompañado desde que era un niño. Al menos, dos de sus sentidos no habían sido hurtados por esa dama implacable de hoz afilada.



Caminar sobre senderos que comienzan a florecer, era lo que siempre había hecho durante sus 18 años de vida. Comprendió que ahora debía seguir haciéndolo a pesar de que esas flores adolescentes se hubieran convertido en una amenazante niebla inerte. Mientras lo hacía, comprobó que se encontraba en un páramo gris que debía traspasar. Sentía el miedo que solo se puede sentir cuando la soledad se tatúa en los surcos de la memoria. Pero siguió avanzando.

Los latidos de su corazón se aceleraron cuando pareció vislumbrar entre la niebla hálitos de vida que reconocía: naranjos. Naranjos en flor que despedían dulces notas de azahar que siempre habían perfumado a su pueblo valenciano, Silla. Podía verlos. No era capaz de sonreír, pero sus pasos se aceleraron para penetrar en este territorio que le resultaba familiar. Deseaba ubicar sus huellas, necesitaba sentir el poder de la gravedad bajo sus pies desnudos. Impaciente por conocer si un cuarto sentido aún le respondía, tomó una brillante naranja en sus manos, la deshojó como se deshoja una margarita que solo sabe decir sí o no, e introdujo un fresco gajo en su boca. No hacía falta esperar al último pétalo, su gusto obedecía a sus recuerdos de meriendas estivales entre naranjales, donde el néctar de esta fruta corría entre las risas de sus juegos infantiles.

No recordaba haber llorado en estos momentos, pero unas misteriosas gotas de rocío brillaban entre las hojas del azahar.

Más reconfortado por el hallazgo aunque aún temeroso de su desorientación, siguió avanzando entre una niebla poblada de naranjos que, ahora, se le antojaba menos amenazante.

Percibió que la densidad de este manto gris iba disminuyendo a medida que seguía caminando sin rumbo. Sus latidos volvieron a acelerarse cuando percibió en la lejanía a dos figuras que parecían humanas. No lo dudó, se acercó a ellas con la celeridad que su espeso sueño le permitía. Quería regresar a su hogar, con los suyos, y estas dos figuras eran la única muestra de vida humana que podían ayudarle.



Fotografía:
http://estudiosideasoez.wordpress.com


Cuando los tuvo frente a sus ojos, a unos dos metros de distancia, se sorprendió de su indumentaria. Eran dos hombres. Ambos vestían túnicas de lino o lana burda, de color ocre, hasta la rodilla, sujetos por una fíbula anular sobre el hombro derecho dejando al descubierto el izquierdo. Tenían cordones cruzados sobre el pecho y cinturón que ceñía el vestido al cuerpo. Calzaban alpargatas atadas a las piernas y recubiertas de piel y pelo de animal. Sobre la cabeza, una tela en forma de diadema con la que se recogían el pelo. Esta indumentaria lo sumió en una profunda perplejidad: era evidente que no eran personas pertenecientes a la época actual.

Miró tras ellos y le pareció distinguir un poblado singular. No estaba amurallado, por tanto, dedujo que carecía de objetivo defensivo. Se trataba de un asentamiento construido en llano posiblemente con una funcionalidad agrícola y ganadera. Las casas tenían una única planta rectangular y parecían tener una base de piedra, mientras que sus muros eran de adobe, sus estructuras de madera y de ramaje vegetal la techumbre.



Fotografía:
http://historiadeluismi.wordpress.com


No salía de su asombro ante tal espectáculo tan desconocido como anacrónico. Parecían personas de hacía 2000 años. Y cuando pensaba esto, recordó aquella clase de historia en el instituto en la que su profesor, hablándoles de sus ancestros, los antiguos moradores de Valencia y Silla, los iberos-edetanos, decía:

Dijo un vate griego que cuando Helios, dios del Sol, nace sobre el Jardín de las Hespérides, es Edeta la primera ciudad que su faz ilumina.

Comprendió, entonces, que estaba frente a una tribu prerromana ibera, los edetanos, antiguos moradores de la tierra donde nació. No entendía nada. ¿Cómo era posible todo aquello que estaba sucediendo? Volvió a sentir el frío de esa niebla que había quedado tras sus huellas y sintió la desesperación de querer volver con los suyos. Sacó fuerzas de donde solo había heridas, y se decidió a hablar con esos dos hombres:

-      Amigos, decidme, ¿sabéis el camino hacia Silla?

Los dos hombres parecieron entenderle pero se miraron con asombro mutuamente. Después, menearon la cabeza de un lado a otro como signo de no saberlo.

-      Pero… pero amigos, debéis saberlo. Vosotros vivís aquí. Mi pueblo no debe estar lejos de estas tierras. He reconocido los naranjos y… decidme, ¿dónde está Silla?

Los dos hombres volvieron a mover negativamente la cabeza una y otra vez, no conocían ningún pueblo llamado Silla. En un último intento desesperado añadió con voz entrecortada:

-      Necesito volver a mi casa, necesito volver a mi vida. Me he perdido en un sueño que comenzó hace dos semanas y aún no ha finalizado. Los que me quieren están sufriendo por mi ausencia, necesito volver con ellos. He estado poco tiempo a su lado, apenas 18 años. Aún no les he dicho cuanto les quiero y cuanto… Por favor ¡decidme el camino que lleva a Silla!

Al oír estas últimas palabras, uno de los hombres asintió con la cabeza como recordando algo que no se marca con caminos de tierra sino con los senderos del corazón. Alzó uno de sus brazos y, con el dedo índice de la mano le apuntó  hacia una dirección que siguió sin mirar atrás después de darles las gracias a esos hombrecitos que, mientras lo veían alejarse de allí, ya oían por la colina más cercana el trote enemigo e inclemente de caballos romanos que también sumirían a su civilización en la niebla más profunda y gris de todos los tiempos de Edeta.


.....     .....     .....



Cuando el sueño se quedó sepultado entre la niebla de los naranjos, sus ojos se abrieron a la vida. Lo primero que vio fue un entramado de máquinas conectadas a su cuerpo y pudo percibir el incómodo olor antiséptico que caracteriza a los hospitales. Tras unos cristales reconoció la mirada esperanzadora de su familia instalada en la UVI desde hacia doce días. Volvió a cerrar los ojos y en un segundo pasó por su mente el recuerdo de una curva cerrada a gran velocidad, las ruedas de una moto dirigidas por el amigo al que estaba agarrado por la cintura en la parte de atrás, y… luego niebla, mucha niebla entre naranjos.

“Coma”, palabra griega, κμα koma,  que significa “sueño profundo”. Un sueño que había durado casi dos semanas y del que ELLOS, sus antepasados, le habían hecho regresar en un viaje de ciencia ficción para los incrédulos, milagroso para los creyentes, y mágicamente relativo en el tiempo para los que solo saben que no saben nada.

lunes, 18 de febrero de 2013

UN VIAJE EN EL TIEMPO: MANZANAL DE ARRIBA. TRADICIÓN EN TIERRA DE LOBOS (2ª parte)

Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas


UN VIAJE EN EL TIEMPO: MANZANAL DE ARRIBA
TRADICIÓN EN TIERRA DE LOBOS
(2ª parte)


Y sigo perdiéndome en ese tiempo detenido en calles, casas, piedras y pizarras, en ese viento perfumado de otros siglos y petrificado en Manzanal.

Pasear por un pueblo cuyas casas son todas de piedra y pizarra es como sentirte dentro de una maqueta medieval. Sin embargo, no podemos ocultar la existencia de algunas cuya apariencia exterior en sus fachadas es de un tosco ladrillo. Me contaban los lugareños que, en realidad, ¡son de piedra! al igual que el resto, solo que en su día, por peligro de derrumbamiento, se recubrió esa piedra con ladrillo para reforzar la estructura de sus fachadas. Son pocas y actualmente sus habitantes se esfuerzan por retirar esos ladrillos y dejar al descubierto la hermosa y originaria piedra que las creó. No obstante, siempre hay algún “atentado” de construcción actual contra el buen gusto y la estética del lugar, ostentoso en su objetivo pero de resultado bastante discutible al introducir elementos de construcción que guillotinan la estética de la piedra originaria del lugar.









Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas


Casas de puertas de dimensiones diminutas que nos hacen imaginar estaturas, de sus antiguos moradores, muy diferentes a las actuales.







Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas


Casas de puertas asimétricas, de madera vencida por los años, y de poyetes improvisados que guardan el secreto de conversaciones de atardeceres estivales al fresco.








Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas


Puertas originarias de madera  pero rejuvenecidas con el color de la sangre de las moras que inundan la ribera del río.







Detalle de casa de Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas


Puertas tatuadas con el óxido de cerraduras moldeadas al calor de una forja rudimentaria. Cerraduras esperando la llegada de grandes llaves  extraviadas en el olvido de los años. Tan extraviadas que sobre ellas pende el manto de una telaraña que es quien se ha apoderado de la propiedad de esa cerradura sellando la memoria del tiempo.







Detalle de puerta casa de Manzanal
Fotografía: Marisa Vegas


Puertas con aldabas y pomos ancianos, de sencilla belleza utilitaria cuyo óxido se encadena con eterna fidelidad a tablones de madera vencedores de la batalla del tiempo.








Detalle puerta de casa de Manzanal
Fotografía: Marisa Vegas


Puertas sin llaves, de cerraduras que solo el ingenio sabe construir. También la necesidad. Huellas, en todo caso, aún tangibles, de la confianza depositada en el vecino amigo y hermano.








Casas de Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas


Puerta con puerta, vecino junto a vecino bajo el mismo cielo de pizarra gris.








Casa de Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas


Puertas mirando a ventanas, ventanas vigilando puertas de entrada y salida. Rincones de piedra y madera en los que se escribió la vida cotidiana de sus gentes.








Casa de Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas


Puertas sosteniendo sobre sus hombros cansados a balconadas que, lamentablemente, no han resistido el paso del tiempo.







Balconada de casa de Manzanal
Fotografía: Marisa Vegas


Balconadas exhibiendo sus esqueletos de madera. Calladas en un silencio que albergó las miradas de la caída del atardecer mientras la vida pasaba bajo sus pies.








Escaleras de casa de Manzanal
Fotografía: Marisa Vegas


Escaleras de piedra cubiertas por el verdín del tiempo, ascenso al descanso después de una jornada de campo.








Casa de Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas


Puerta, balconada y escaleras de la casa deshabitada y –quizás-  la más típica de Manzanal. La balconada de madera aún conserva la talla de su decoración que el tiempo no ha podido ajar. Las artesanales escaleras pétreas, tan bien conservadas, hasta hace pocos años eran el lugar de reunión de adolescentes y jóvenes veraneantes en esas largas e inolvidables noches de verano de cielo negro tupido de estrellas, según me relataba una joven participante en tales eventos, que lo recuerda actualmente con nostalgia y una emoción que se contagia.







Casa derruida en Manzanal
Fotografía: Marisa Vegas


Techos huérfanos de pizarra y azules de cielo. El tiempo, tirano de las horas, a veces gana el pulso a la vida petrificada.







Ventana de casa de Manzanal
Fotografía: Marisa Vegas


Miro por la ventana que tantas veces miró, y siento curiosidad por el significado de las miradas que atesora y que, solo ella sabe guardar celosamente, sellando su pacto de silencio con la piedra gastada y las zarzas verdes que ahora son las únicas que miran a través de su mirada.







Restaurante “El lobo feroz” en Manzanal


El paseo nos abre un apetito voraz. Nada más apropiado que reponer fuerzas en el restaurante “El lobo feroz” de Manzanal. No solo el nombre es apropiado sino que el lugar elegido  -una preciosa casa de piedra y madera perfectamente conservada y decorada con muy buen gusto y sencillez-  es una delicia, a la vista y al paladar. 






Entrada del restaurante “El lobo feroz”
Fotografía: Marisa Vegas


Antonia, la cocinera, les hará recordar el sabor de nuestras ensaladas de la infancia, donde el tomate sabía a tomate y no a no sé qué. Podrán degustar sus platos exquisitos de carne a la brasa, así como entrantes de deliciosas croquetas de zanahoria con copyright incluido. Y otros platos tradicionales cuyos ingredientes tendrán su verdadero sabor, el de la tierra de la Carballeda. 







Detalle del comedor interior de “El lobo feroz”
Fotografía: Marisa Vegas


Podrán hacerlo tanto en su gran terraza de verano como en el cálido y acogedor comedor interior. El trato amable, cercano, cordial y profesional de sus dueños, está más que garantizado.






Lobos en La Carballeda
Fotografía: David


No puedo despedirme sin mencionar al rey de Sanabria-Carballeda: el lobo. En estas tierras se encuentra el reducto más poblado de toda la Península Ibérica de esta especie en peligro de extinción y de opinión controvertida para los habitantes de la zona. David, el propietario de este restaurante y amante de fotografiar a este animal tan esquivo y difícil de ver, así lo exhibe en una fotografía enmarcada que adorna el local que él mismo tomó en sus incursiones tras el lobo. Le agradezco su amabilidad por la información que me proporcionó para localizar los lugares donde este animal tan carismático como salvaje  tiene más probabilidad de ser visto –cosa nada, nada fácil, se lo puedo garantizar-. La paciencia infinita es un ingrediente imprescindible... así como un buen equipo. Pero esa es… otra historia lobuna que quizás me anime a relatar…



martes, 12 de febrero de 2013

UN VIAJE EN EL TIEMPO: MANZANAL DE ARRIBA. TRADICIÓN EN TIERRA DE LOBOS. (1ª parte)


Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas


UN VIAJE EN EL TIEMPO: MANZANAL DE ARRIBA
TRADICIÓN EN TIERRA DE LOBOS
(1ª parte)

Quiero dedicar esta entrada -y la siguiente-  con todo mi cariño a dos paisanos que aman las tierras de Sanabria-Carballeda (Zamora) no solo con el corazón sino con una labor y trabajo de investigación, documental y fotográfico, dignos de aplauso y admiración que les invito a descubrir a quien no lo haya hecho ya:

Xibeliuss:
Valverde de Lucerna:



Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

¿Se imaginan poder retroceder en el tiempo? ¿Se podrían imaginar un pequeño rincón donde los años, perezosos de caminar, se detuvieran apaciblemente pintando un singular paisaje de piedra, pizarra, bosque y praderas verdes bebiendo de un río que serpea por vereda paradisíaca? ¿Es posible imaginar un espacio donde el silencio de la vida solo es alterado por los pájaros y el viento en las hojas durante el día, y por el aullido del lobo y las incursiones de corzos y ciervos por la noche?





Casa de Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

No solo es posible, es real. Estamos en Manzanal de Arriba, pequeño pueblo de la comarca de La Carballeda, muy próxima a Sanabria, en la provincia de Zamora. Según el INE (Instituto Nacional de Estadística), Manzanal contaba en 2012 con 393 habitantes, aunque según me contaban dos lugareños, no es un dato real, el duro invierno vacía las casas de este pueblecito, es en verano cuando sus cálidas callejuelas y rincones se pueblan de vida, de veraneantes y familiares que buscan ese “viaje en el tiempo”.

Amar la tradición, cuando esta significa amar el medio ambiente y el patrimonio cultural de los antepasados, los habitantes de este pueblecito lo han incorporado a sus vidas como ver amanecer. Manzanal obtuvo el primer premio del Concurso CARE (Conservación Ambiental Rural Excepcional) que concede AECT Duero-Douro (la Agrupación Europea de Cooperación Territorial) en el 2012. 




Este premio lo recibieron por la recuperación ambiental de árboles protegidos, especialmente ejemplares de castaño y alcornoque de gran longevidad, la participación en el proyecto de Eficiencia Energética en el Alumbrado Público de la AECT Duero-Douro y a la colocación de placas solares en las instalaciones de cloración del agua, el desarrollo de infraestructuras turísticas respetuosas con el entorno, la construcción de un camping en el embalse de Valparaíso en la década de los 90 que permite promocionar las actividades de ocio en el embalse y el entorno. Asimismo, destacan las actividades divulgativas que organiza el Ayuntamiento de Manzanal de Arriba y los planes de formación y empleo enfocados a las sostenibilidad del medio rural como el proyecto de restauración de fuentes.





Fuente de Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

Fuentes que guardan aún el eco de requiebros amorosos tatuados en cántaros de agua, fuentes cuya lozanía aún permiten oír la vida del río por sus venas.







Embalse de Valparaíso en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

Playa lamida por el río Tera, primogénito del Duero, playa de aguas frías y diáfanas donde el susurro del viento en las hojas de los robles se confunde con el entusiasmo de todos los que se dejan seducir por su cauce cuando llega el verano.







Iglesia de San Mamés en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

Nuestros pasos, poco devotos pero amantes del arte y respetuosos con el sentir de las gentes,  nos llevan a la iglesia de San Mamés, construida entre los siglos XI y XIII. En realidad todas las arterias de callejuelas llegan a ella, a ese corazón donde la devoción recuerda al lugareño su humildad frente a una Naturaleza y una Creación. 

Rincón de latidos festivos y alegres en aquellas bodas de siglos pasados donde se perpetuaba la unión de esos requiebros amorosos de la fuente, y sus consecuencias, las aguas bautismales, que inmaculaban la vida.







Iglesia de San Mamés en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

Rincón, también, donde finalizar el trayecto recorrido como atestigua su antiguo cementerio cobijado al lado de los mismos muros del templo.







Iglesia de San Mamés en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

Bajo tierra yacen los que nunca se fueron y, sobre ella, el campanario desafiando con su dedo crucificado al cielo de La Carballeda.








Iglesia de San Mamés en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

Y en una de las fachadas de la iglesia descubrimos un detalle en uno de sus muros: la firma artística del misterio de este templo. No pasa inadvertida al turista y fue fruto de leyendas escritas junto al fuego de madera de roble de los hogares de sus lugareños en las gélidas noches del invierno de todos los tiempos.





Iglesia de San Mamés en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

Enfocamos la retina hacia lo que parece una celosía labrada en piedra caliza, descentrada en el propio muro, extraña tanto por su localización como por su significación artística en el conjunto de la edificación, donde parece un elemento ajeno a la construcción y encajado posteriormente.

La celosía data del siglo X (anterior a la construcción de la iglesia), de época mozárabe. Nos mira con su forma semielíptica, con cuatro estrechas aberturas a modo de saeteras horadadas, dos laterales y dos en el centro, con dos pequeños óculos en su parte superior y un gran botón central sin horadar pero rodeado de cuatro cruces de Malta, estas últimas quizás para acentuar o aclarar su origen cristiano. Seguimos enfocando la retina:




Iglesia de San Mamés en Manzanal de Arriba
Fotografía: Marisa Vegas

¿Qué hace este rudo, interesante y antiguo elemento asimétrico en este lugar? Sus orígenes y su significado se desconocen. ¿Quizás formó parte de otro templo anterior al actual? Todo son hipótesis en manos de los investigadores, y leyendas en la imaginación de quienes contemplan su belleza.

Pero no es este el único elemento pétreo empotrado en un muro que llama la atención en Manzanal. Nuestros pasos se pierden por sus callejuelas y algunos caminos sin asfaltar y el resultado es este:




Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

Nos fijamos en la parte inferior de esta casa y nos encontramos con una piedra, a modo de sillar, que desentona en el conjunto de la construcción por su tamaño y por su corte rectangular perfectamente simétrico. Volvemos a enfocar la retina:



Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

La zarza verde parece llamarnos la atención sobre el elemento y se convierte en una flecha indicativa que nos dirige la mirada. Vemos elementos tallados en esta piedra misteriosa y un gran orificio rectangular en su parte central. Pero ¿qué es? ¿Qué función pudo tener? La imaginación comienza a desplegar sus alas y piensa que bien pudiera ser un sillar traído de otro lugar, de otra construcción que hubiera perecido y posiblemente de cierta importancia artística por su decoración. Ahí, olvidada en un camino sin asfaltar y repleto de moras negras de las que dimos buena cuenta, ahí, en una casa difunta de vida y sosteniéndose con dificultad, reposa la memoria de un tiempo incógnito, de un misterio más en este rincón misterioso.

Pero no es, junto con el anterior,  el caso único en Manzanal. Nuestros pasos siguen perdiéndose al ritmo de los latidos de este pueblo y nos encontramos, sin proponérnoslo, con más piedras misteriosas empotradas en casas prácticamente derruidas, provocándonos la curiosidad, guardando en sus entrañas para siempre el secreto fin de esas manos que las tallaron:



Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

Esta vez levantamos la mirada hacia una alta ventana o lo que queda de ella. Vuelven a llamarnos la atención tres piedras blancas, diferentes al resto, tanto por su color como por su tamaño, que a modo de sillares perfectamente cortados enmarcan la celosía. Nuestra atención tiene premio: la piedra de la izquierda tiene algo que no acertamos a distinguir. Volvemos a enfocar la retina:


Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

Nos encontramos con una piedra en la que se ha labrado una línea horizontal de símbolos o adornos que, teniendo en cuenta a la gran altura a la que está colocada (más de 3 metros), no nos parece que haya sido labrada posteriormente a su colocación, sino antes. Volvemos a la teoría imaginaria de que esta piedra simbólica o decorada procede de un lugar diferente, de alguna antigua construcción significativa derruida, cuyos restos fueron aprovechados para construir esta casa. Pero ¿de qué construcción se trataba? ¿Qué antigüedad pudiera tener? Tengo mi propia teoría pero prefiero dejarles en las buenas manos de su propia imaginación y conocimientos.

A pesar de la conversación amable de la gente del lugar, mi atención está centrada en esas “piedras misteriosas” que, como tesoros escondidos van mostrándose ante mis ojos. Sin mapa del tesoro y con parche fotográfico en el ojo me detengo en otra inscripción menos singular pero valiosa por la datación en el tiempo que posee otra entrañable casa de Manzanal:




Manzanal d Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

En la parte lateral izquierda de este portón encontramos una fecha grabada de nuevo en un enorme sillar que aún guarda su pigmentación bermeja. Enfoquemos de nuevo la retina:



Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas

Año 1902. Esta vez no tenemos duda en la datación de la construcción… La fecha nos remite nada menos que al reciente nacido siglo XX. La imaginación, en este singular pueblo detenido en el tiempo, vuelve a viajar a una época, a un año en el que en Madrid se matriculaba el primer coche, se fundaba el Real Madrid Club de Fútbol, se inauguraba el metro en Berlín, se iniciaba el reinado de Alfonso XIII en España, Cuba se independizaba de EE.UU., Unamuno publicaba su Amor y pedagogía y Azorín La voluntad, año en el que nacía el poeta Luis Cernuda o el actor Paco Martínez Soria.
Y la imaginación quiere meterse en la piel de ese hombre que talló esa fecha y sentir como la historia se hacía presente en sus poros; aunque la “intrahistoria”  -que llamaría Unamuno- de ese hombre-tallista imaginario se me antojase, en ese momento, más interesante que la oficial.

Continúa...









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