martes, 25 de enero de 2011

La lluvia amarilla. Julio Llamazares

Fotografía: www.picasaweb

La lluvia del tiempo difumina los contornos de líneas dibujadas en la tierra húmeda, rayuelas del juego de la vida por las que avanzamos a la pata coja intentando mover correctamente la piedra que hemos encontrado en nuestro camino.
La lluvia del tiempo sofoca la lava que emerge del volcán pero es incapaz de extinguir sus entrañas. Y es que la gesta del recuerdo hasta es temida por el propio tiempo.
Así nos lo recuerda Julio Llamazares (León 1955) en La lluvia amarilla (1988), lectura muy recomendable, cuya huella rescato del olvido…

El tiempo acaba siempre borrando las heridas. El tiempo es una lluvia paciente y amarilla que apaga poco a poco los fuegos más violentos. Pero hay hogueras que arden bajo la tierra, grietas de la memoria tan secas y profundas que ni siquiera el diluvio de la muerte bastaría tal vez para borrarlas. Uno trata de acostumbrarse a convivir con ellas, amontona silencios y óxido encima del recuerdo y, cuando cree que ya todo lo ha olvidado, basta una simple carta, una fotografía, para que salte en mil pedazos la lámina del hielo del olvido.

lunes, 17 de enero de 2011

LAS HUELLAS DEL AZAR

¿Para qué llamar caminos

a los surcos del azar? ...

Todo el que camina anda,

como Jesús, sobre el mar.

Antonio Machado, Proverbios y Cantares




ROMANCE I


El camino besa huellas
que el alba ya ha de enterrar,
tierra ágil de caminantes
con mil pasos al azar,
tierra fértil de senderos
sin puertos ni un solo mar.

El camino abre sus brazos
a veredas de lo par
y las huellas se detienen
no sabiendo cuál tomar,
sino aquellas de latidos
que aún se escuchan palpitar.

El camino se bifurca
en sombras que hacen dudar,
y las manos que los unen
prontas se han de separar,
infieles a lo que late
condenándose a no amar.

Ya no es camino el camino
sino lamento del mar,
noche de pájaros negros
que no han sabido volar
en el cielo de pensiles
sino en lodos del azar.

martes, 11 de enero de 2011

El nombre de la rosa. Umberto Eco


Fotografía: www.flickr.com


Al enemigo lo tenemos en casa. Habita en esas regiones fértiles del corazón donde la lluvia se confunde con los sueños haciendo germinar rosas con pétalos de seda y garras de espinas. Los sangrantes amaneceres del invierno tiñen las rosas rojas desde que miraron a los ojos al Amor.

¿Qué es el amor? Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechosa como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas. (...) si el alma, indefensa, se entrega al fuego del amor, a pesar de no ser éste carnal, también acaba cayendo, o bien agitándose en el desorden. Oh, el amor tiene efectos muy diversos; primero ablanda el alma, luego la enferma...

(Ubertino a Adso)

lunes, 3 de enero de 2011

ONCE CAMPANADAS Y UNA FLOR

Fotografía: www.flickr.com


La luz de enero apaga las velas de la noche con la lentitud del amante enredado en las sábanas del placer, enciende el día penetrando con las candelas en la cueva de la noche. Amaneció la claridad pisoteando la nicotina de las tinieblas.

Bárbara se despierta con dos piernas y un solo corazón, sabe que puede echarse a andar y mojar el tic-tac en el café de los sueños de la mañana. Mientras los primeros rayos de sol juguetean con su cuerpo desnudo, ese que siempre se entrega a la noche con el único abrigo de su piel, piensa que hoy prescindirá de la sacarina de sus amaneceres y de sus tardes. Dos terrones de azúcar serán suficientes para absorber las pesadillas de quien osa aventurarse en los dominios de la noche. Y mientras los diluye con movimientos circulares de su cucharilla, ve sus ojos reflejados en el café, amarrados al tiovivo del amanecer que gira frenéticamente para solo intentar llegar al punto de partida. Energía concéntrica del ser humano.

Rebelándose a la ley de la gravedad, se levanta de su sofá y sus pasos la llevan al alfeizar de la ventana. Sus pies se enredan con alguna serpentina de colores de la noche pasada que aún quiere anclarla en el tango añejo y sin acordes del año pretérito, pero improvisa un vals que se convierte en concierto de año nuevo. Y la melodía de un piano huérfano de manos comienza a sonar. Sube la persiana del salón entregándose como amante sumisa a esa luz de enero que comienza a rozar las extremidades inferiores de su cuerpo y sigue izando la persiana a su antojo, lentamente, notando como esa luz va subiendo por su cuerpo a medida que ella lo va decidiendo al tirar de la cinta elevadora de la persiana. Y cuando la luz llega a sus ojos, sabe que el sol de enero se ha enamorado de las esquinas del mar de su cintura. Los besos del alba nunca engañan.

Bárbara mira con su desnudez la maceta del alfeizar. Sus ojos rasgados esbozan una triunfante sonrisa: en la tierra de la noche han amanecido los labios blancos y rojos de esa flor, esa que se escondía tras la semilla que había depositado unos días antes entre el aroma de la lluvia y las huellas de la arcilla. En el cementerio de la tierra de los recuerdos habían brotado los pétalos aterciopelados de la ilusión. La vida es once campanadas antes de nacer una flor.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...