martes, 25 de marzo de 2014

MANZANAS LITERARIAS: SEGUNDO MORDISCO

 

MANZANAS LITERARIAS: SEGUNDO MORDISCO


La sensual, victoriosa, fértil, guerrera, erótica, inmortal, sabia o bella manzana de la antigüedad grecolatina siguió madurando bajo la sombra de los siglos hasta llegar al Cristianismo y a la Edad Media. Origen del pecado para aquellos que osaban gozar de sus sinuosas formas, fruta prohibida pero jamás despojada de su brillante  traje de tentación edénica. Plato fuerte y picante en villancicos cristianos, zéjeles árabes o lírica judía.  Ingrediente necesario en los consejos para el Buen Amor o tatuado en el astuto paladar de alguna Celestina. Fruta de diana arrogante para las flechas de Guillermo Tell.

Quedan invitados al segundo mordisco de manzanas cristianas y medievales.

 

CRISTIANISMO

1)  Génesis

Vayámonos al origen del hombre según la Biblia. Entremos en ese locus amoenus que era el Paraíso terrenal. Observemos desnudos a un hombre y a una mujer, a Adán y a Eva. Acerquémonos a ese Árbol del Bien y del Mal cuyo fruto estaba prohibido por Dios. ¿Sabían ustedes que ese árbol no era ni un manzano ni su fruto censurado era nuestra protagonista la manzana? En ningún momento en el Génesis se nos alude a ella:

Vio, pues, la mujer, que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió. Y dio también de él a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos a ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones.

Génesis 3,    1 – 7.
 

 
Adán y Eva de Tiziano
Si la manzana no aparece en el Génesis por ningún lado ¿por qué el Cristianismo la responsabilizó del pecado original? La respuesta la tienen en el primer mordisco grecolatino de la anterior entrada. Si la manzana en la Antigüedad Clásica se asociaba con la sensualidad, sexualidad, fertilidad, amor y erotismo, es lógico que los primeros artistas cristianos representasen a la manzana como ese fruto prohibido del Edén del que comió Eva. El Cristianismo y su idea tan peculiar de “pecado” coincidían con bastante exactitud con el simbolismo erótico de la manzana grecolatina. La vida como valle de lágrimas estaba servida…
Una vez más, indicaremos que la manzana en manos de una mujer, de Eva, pasa a adquirir el significado de desobediencia y de pecado, y a mayores, de culpabilidad porque también hizo pecar al hombre. Demasiados ejemplos ya como para pensar que es algo fortuito.
Sigamos con otro libro de la Biblia en el que sí que aparecen esas manzanas:
 
2)  El Cantar de los Cantares
Este bello poema de amor se suele incluir en el Eclesiastés. Narra la historia de dos amantes que han sido obligados a separarse pero que se buscan líricamente declamando su amor eterno con versos que estremecen. Búsqueda incansable para regalarse su pasión. Mientras que en la historia de Adán y Eva no aparecían manzanas por ningún lado, en este libro de la Biblia sí. Pero lo más llamativo de todo esto es que por primera vez el manzano se identifica con un hombre, y sus manzanas con el maná del amor que ofrece este. Oigan las palabras de la esposa:
 
LA ESPOSA:
Como manzano entre los árboles silvestres
es mi amado entre los mancebos.
A su sombra anhelo sentarme,
y su fruto es dulce a mi paladar.
 
Me ha introducido en la sala del festín,
y la bandera que contra mí alzó es amor.
 
Confortadme con pasas,
reanimadme con manzanas,
que desfallezco de amor.
En estos bellísimos versos volvemos a las mismas consideraciones del principio: la manzana relacionada con el hombre no significa pecado sino amor y “dulce fruto”.
 
EDAD MEDIA
Llegamos a la Edad Media, esa época oscura que abarcan desde el siglo V al XV. Las manzanas están presentes tanto en la literatura de cristianos como en la de árabes y judíos, tanto en la lírica o la narrativa como en la dramática. Veámoslo.
 
1)  Lírica árabe
Dentro de la lírica andalusí de los siglos XI y XII, sirva de ejemplo este poema de Ibn Quzmán (1075-1141, aprox.), poeta andalusí cordobés conocido por sus simpáticos zéjeles:
ZÉJEL DE LOS DIMINUTIVOS
Ahora te amo a ti, estrellita...
 De ti se oye todo lo precioso,
 en cuanto dices una palabrita.
 Como manzanas son tus pechitos,
 como harina blanca son tus mejillitas,
 como puro cristal son tus dientecitos,
 como azúcar es tu boquita.(…)


Odalisca.- Léon Francois Comerre (1850 – 1916)

En esta descripción caramelizada de su amada, observen como la manzana, referida a una mujer en boca masculina, vuelve a relacionarse con los pechos femeninos, herencia, sin duda, del mundo grecolatino que vimos en la anterior entrada.

 

2)  Lírica judía

En la poesía hebrea de los siglos XI y XII, también encontramos manzanas literarias, esta vez de un judío español nacido en Tudela (Navarra), Yehudah Ben Samuel Halevi. Médico, filósofo y poeta,  que dedica todo un poema a la manzana para ensalzar la belleza de su amada:


LA MANZANA

Me has capturado con tu encanto, mi señora.

Me has esclavizado brutalmente en tu prisión.

Desde el mismo día en que debimos separarnos

no he encontrado nada parecido a tu belleza.

Me consuelo a mí mismo con una manzana rosada,

cuyo aroma es como la mirra de tu nariz y labios,

su forma como tu pecho, y su color

como el tinte que se deja ver en tus mejillas.

Estatua de Yehudah Halevi en Cesarea (Israel) 
El aroma, la forma y el color de la manzana los compara con la nariz, labios, pechos y mejillas de su amada. Estamos otra vez, como en el caso anterior, ante una manzana en boca masculina pero identificada con la mujer, que se relaciona con el cuerpo femenino (cara y pechos).
 
 
3)  La manzana de Guillermo Tell
Llegamos a finales del siglo XIII y comienzos del XIV. Sitúense en Bürglen, pueblo del cantón suizo de Uri,  en el centro de la actual  Suiza. Pensemos en un ballestero de primer orden famoso por su puntería: Guillermo Tell. No existen pruebas documentales de su real existencia, solo relatos legendarios, crónicas y baladas transmitidas oralmente. Piensen en un pueblo suizo enfadado porque desea su Independencia (en esta época, la Casa de Habsburgo se había anexionado algunos cantones y pretendía seguir haciéndolo). Imagínense a un Guillermo Tell paseando por la plaza del pueblo con su hijo, y al que no le da la gana inclinarse como señal de respeto ante un miserable sombrero allí instalado que simbolizaba al soberano de la Casa de los Habsburgo. El gobernador H. Gessle, como castigo, le obliga a disparar al corazón de una manzana que coloca sobre la cabeza del hijo de Tell que sitúa a 80 pasos. Si acierta, queda libre de cargos, y si falla, queda condenado a muerte. Acierta, claro está, pero el gobernador, le pregunta por qué cargó dos flechas. La contestación de G. Tell no se hizo esperar: si fallaba, la segunda iría al corazón de Gessler. Este, bastante cabreado, lo manda encarcelar en el castillo de Küssnacht por su arrogancia, pero al final, Tell realizará una emboscada al gobernador lográndole matar con esa segunda flecha. Este hecho marcaría el comienzo de la sublevación de los cantones suizos de Uri, Schwyz y Unterwalden contra los Habsburgo, convirtiéndose en un mito fundamental en la lucha de Suiza por su independencia.
 
 

La manzana en manos de un hombre, como pasaba en la antigüedad grecolatina (Hércules, Hipónemes…),  vuelve a significar valentía, victoria e incluso liberación de todo un pueblo. No creo que sea necesario  incidir en las diferencias con respecto a la mujer.
 
4)  Manzanas en el Libro de Buen Amor
Entramos en pleno siglo XIV, en un Mester de Clerecía que albergó a algún clérigo adelantado a su tiempo. Hablamos de Juan Ruiz, el  Arcipreste de Hita, que en su Libro de Buen Amor deja injustas perlas para las mujeres y curiosos consejos para los enamorados (hombres, por supuesto), como en este en el que menciona a nuestra querida manzana que aparece comparada con la mujer. Igual que el molino y la huerta cuando se trabajan dan ganancias y están bien floridos, el hombre también debe “requerir” a la mujer, es decir, prestarle atención en las distancias cortas  -digámoslo así-  para que ande lozana y no sea infiel al marido como sigue diciendo en las cuadernas vías siguientes a esta:
Es cosa bien segura: molino andando gana,
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana.
Con estas tres verdades no obrarás cosa vana.

 

Volvemos a la identificación de mujer y manzana con claro componente erótico y sexual.

 

5)   Las manzanas de Las tres moricas

Alcanzamos el último tramo de la Edad Media, el siglo XV. Siglo de transición, en muchos casos, hacia el Renacimiento. La convivencia en nuestro país de cristianos, árabes y judíos favorece encuentros tan eróticos como inevitables. En el Cancionero de Palacio, nos encontramos con un villancico de estructura zejelesca, anónimo,  inocente a primera vista pero con una clara e intensa clave erótica. Las manzanas (también las olivas) que Axa, Fátima y Marién van a recoger a Jaén, están relacionadas tradicionalmente con encuentros sexuales. Basta con observar como regresan tras ir a recogerlas, “desmaídas” y pálidas, por tanto, claro indicio de la naturaleza de su aventura.

Tres morillas me enamoran

en Jaén,

Axa y Fátima y Marién.
 

Tres morillas tan garridas

iban a coger olivas,

y hallábanlas cogidas

en Jaén,

Axa y Fátima y Marién.
 

Y hallábanlas cogidas,

y tornaban desmaídas

y las colores perdidas

en Jaén,

Axa y Fátima y Marién.
 
Tres moricas tan lozanas,

tres moricas tan lozanas,

iban a coger manzanas

a Jaén:

Axa y Fátima y Marién.

 
Volvemos a comprobar que las manzanas en manos de mujer vuelven a relacionarse con encuentros sexuales o eróticos. La clave diferenciadora es constante a lo largo de todos los siglos.
 
6)  Manzanas en La Celestina
También en el siglo XV, y en el género dramático, nos encontramos con alguna manzana. La Celestina de Fernando de Rojas es la obra que he elegido para cerrar este segundo mordisco porque marca la transición del valle de lágrimas medieval al “Carpe Diem” renacentista. El teocentrismo va cediendo su lugar a un antropocentrismo, a un Humanismo centrado en el saber, y en esa sabiduría también se incluía el disfrutar de la vida, los placeres y del tiempo que goteaba demasiado deprisa. El Renacimiento estaba servido. Escuchen las palabras de Celestina, de esta vieja astuta, cuando trata de convencer a la meretriz Areúsa de que otorgue sus favores más placenteros al adolescente Pármeno para que este se ponga de lado de sus negocios y no los obstaculice. Ante la reticencia de Areúsa, Celestina suelta estas manzanas:
No seas el perro del hortelano: ni quieres las manzanas para sí ni para su amo.


Observen que las manzanas vuelven a teñirse de ese componente erótico-sexual aplicadas, en este caso, a una mujer.


El 2º mordisco queda dado. Aún queda mucho fruto para llegar hasta su mismo corazón. ¿Se cocinarán las manzanas en los siglos XVI y XVII con alguna receta innovadora? ¿El Renacimiento y Barroco seguirán tildando su diferencia significativa ya estén en manos de damas o de caballeros? Quedan invitados al tercer mordisco.

(Continúa)


jueves, 6 de marzo de 2014

MANZANAS LITERARIAS: PRIMER MORDISCO

 

MANZANAS LITERARIAS

(Primer Mordisco)

 

El zumo que más le gusta a la literatura desde todos los tiempos ha sido el de manzana. Nunca una fruta ha sido tan exprimida por manos de escritores, poetas y novelistas, escribas y escribidores, todos de bien, como esta, la  mattiana latina, que desembocó en la jugosa y apetitosa manzana. Brillante y redonda, roja, amarilla o verde, insinuante en sus formas femeninas o venenosa en su contenido; misiva de amor o erotismo, pecaminosa en algún lugar paradisíaco. Fruta y fruto de la discordia en el orbe de dioses clásicos, clave y llave de moralejas en el jardín de los cuentos de todas las épocas. Musa para poetas cuyo aroma trasciende el tiempo, fórmula magistral de la gravedad para el físico. Sexual y sensual en las plumas de todos los tiempos. ¿Se atreven a darle un mordisco?

Este breve e incompleto resumen pretende ser el aperitivo de lo que les ofrezco en esta ocasión. El ingrediente está muy manido, pero siempre hay receta gastronómica que adquiere sabor diferente de las distintas manos que lo cocinan. Les invito a cenar manzanas cocinadas en el horno de la literatura de todos los tiempos. Tengo el atrevimiento de pedirles que se fijen en el cocinero o cocinera, que aquí la diferencia de género va a ser importante: el eje vertebrador de este pequeño estudio es el significado tan distinto que adquiere la inocente manzana ya esté en manos de hombres, ya en manos de mujeres. Y estas últimas, como ya estarán intuyendo, son las que se llevan la peor parte. Como decía mi querido y atrevido Arcipreste de Hita:

Talante de mujeres, ¿quién lo puede entender?

Su maestría es mala, mucho su malsaber.

Comencemos el festín.

 

PRIMER MORDISCO:

ANTIGÜEDAD CLÁSICA GRECOLATINA

 

Es en este período donde encontramos manzanas a doquier, vayamos al rincón literario que vayamos. Mitos y leyendas están gratinados con manzanas. Algunas comestibles, otras, no tanto. La manzana para la antigüedad clásica era el símbolo del amor, la sensualidad y la sexualidad (ya se encargaría el Cristianismo, para aguar la fiesta,  de solucionar este exceso; pero no adelantemos acontecimientos).  

 

1)   Manzanas de Gea

La manzana también estaba relacionada con la fecundidad: la diosa de la tierra, Gea, obsequió a la celosa Hera con manzanas de oro como símbolo de fertilidad cuando se casó con el donjuán de Zeus. A esta le gustó tanto el regalo que decidió plantarlas en un jardín al borde del océano, dando lugar al Jardín de las Hespérides. Este acontecimiento es el punto de partida para muchos de los mitos que vendrán después.

Las manzanas surtieron efecto ya que Hera tuvo cinco hijos de Zeus y uno ilegítimo como venganza a una de las muchas infidelidades de su marido.

  Obsérvese que la manzana en poder de la mujer pasa a significar fertilidad.


Hera en el lecho nupcial con Zeus
 
 

2)   Las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides

El Jardín de las Hespérides, como acabamos de decir, era el huerto de Hera, formado gracias a las manzanas de su regalo de bodas. Un maravilloso jardín situado en la cordillera de Atlas, en el norte de África y al borde del océano. Sus árboles daban manzanas de oro que proporcionaban la inmortalidad. Por temor a que se las robaran puso guardianas, las Hespérides o “damas de la noche”, tres ninfas de dulce cantar que cuidaban de las manzanas pero  -la tentación era grande-  a veces recolectaban la fruta para sí mismas y, como Hera no confiaba en ellas   -y bien hacía-, también dejó a mayores, como custodio, a un dragón de cien cabezas llamado Ladón.
 
 

 

El jardín de las Hespérides de Frederic Leighton (1892)
Euristeo, tío y enemigo de Hércules, fue quien le encomendó a este último su undécimo trabajo con muy mala idea: robar las manzanas del Jardín de las Hespérides. El pobre Hércules, que no tenía ni idea de dónde estaba el jardín, se las vio y deseó para encontrarlo. Y cuando lo hizo, tuvo que engañar a Atlas, gigante que sostenía la bóveda del cielo, para que fuera a recuperar algunas manzanas de oro ofreciéndose a sujetar el cielo mientras él iba a buscarlas. Atlas accedió, las trajo,  Hércules tomó las manzanas y se marchó. Hay otra versión que dice que fue Hércules quien tomó las manzanas por sí mismo después de matar al dragón Ladón.

 
Hércules robando las manzanas del Jardín de las Hespérides.

 Detalle del mosaico de los trabajos de Hércules de Liria (Valencia)

En cualquier caso, obsérvese que las manzanas en manos de un hombre, en este caso, son símbolo de ingenio o valentía y, en todo caso, de victoria.

Y… las manzanas que Gea regaló a Hera, van a seguir dando guerra, y nunca mejor dicho con lo que viene a continuación:

 


3)   La manzana de la discordia

Eris, la diosa de la discordia, no había sido invitada a la boda entre dos dioses y, enfadadísima, como venganza lanzó entre los invitados una manzana dorada con la inscripción: “para la más bella”. Y adivinen la que montó entre aquellas que se consideraban las más divas… Tres diosas de lo más glamurosas, Afrodita, Hera y Atenea, se consideraban merecedoras de tal manzana y comenzaron a pelearse por el título (¿quizás el primer concurso de belleza de la historia?). Como se pusieron inaguantables, se llamó a Paris, un mortal que era pastor, y ya que estaba alejado del mundo y de las pasiones humanas era la persona idónea y más objetiva para elegir a la más bella y así terminase de una vez por todas la disputa. El lío en el que metieron al pobre hombre fue de órdago como luego veremos. ¿Se pensaban que el soborno era un invento actual? Se confundirían. Las tres diosas intentan sobornar a Paris, Hera ofreciéndole poder político, Atenea la sabiduría y la victoria, y Afrodita el amor de la mujer más bella del mundo. Paris entra en el soborno eligiendo a esta última, que le promete a Helena. Las otras dos diosas, enojadas con el desdén causaron el hundimiento de Paris y su familia porque, para tener a Helena, antes la tuvo que raptar y esto provocó el comienzo de la Guerra de Troya como ustedes saben.
 
 


El Juicio de Paris de Enrique Simonet, 1904.

Obsérvese que en este caso, la manzana en manos de una mujer lo que provoca es todo lo contrario que en el caso anterior que estaba en manos de un hombre. Ahora genera guerra, devastación, disputas y envidias. A medida que avancemos, esto va a ser una variante que se repite.

 

 

4)   Las manzanas de Hipónemes y Atalanta

Atalanta, heroína griega consagrada a Artemisa y reconocida por sus habilidades para la caza y las carreras, debía mantenerse virgen tal y como requería esta consagración a la diosa. Un día, un oráculo le vaticinó que el día que se casara se convertiría en animal. Todo esto, junto que su padre la abandonó en un bosque cuando nació porque solo deseaba hijos varones, hizo que Atalanta evitara cualquier pretendiente. Solo se casaría con una condición: que el pretendiente la ganase en una competición, en una carrera, cosa casi imposible dado las habilidades de esta dama para correr. Un joven apuesto llamado Hipónemes, enamorado de ella y agudizando el ingenio, le retó a esta competición. Utilizó una treta: dejó caer tres manzanas de oro (ya saben de qué jardín procedían…) durante el recorrido. Se las había regalado Venus, la diosa del Amor. Atlanta, hechizada por la mágica belleza de las manzanas, se paraba a recogerlas, lo que hizo que perdiera la competición y tuviera que convertirse en esposa de Hipónemes. Enamorados, los esposos no encontraron otro lugar mejor para gozar de su amor que en uno de los santuarios consagrados a Cibeles. Y claro, la diosa se enfadó, convirtiendo a ambos en leones (la profecía del oráculo se cumplió) y los ató a su propio carro para que tiraran de él, tal y como aparecen en la fuente de la Cibeles del Paseo del Prado de Madrid.

Observen el valor de la manzana en manos de un hombre: ingenio, éxito, victoria (como en el caso de Hércules). Ni parecido a los casos anteriores de mujeres.

 



Guido Reni (1575-1642)   Hipómenes y Atalanta

 

5)   Las manzanas de Aristófanes y Paulo

Tanto Aristófanes, comediógrafo griego, como Paulo Silenciario, poeta bizantino, identifican a las manzanas con los pechos femeninos:

LAMPITO: Así Menelao cuando vio, pasando a su lado, las manzanas de Helena, tiró la espada, según dicen.

Aristófanes, Lisístrata.

 

LA JOVEN:

No hables mal de las jóvenes

pues el placer reside

en los muslos tiernos,

y en las manzanas.

Aristófanes, La Asamblea de las Mujeres.

 
Busto de Aristófanes
 
Prefiero, Filina, tus arrugas a la savia
de cualquier juventud y deseo más tener en mis manos
tus manzanas de puntas alicaídas
que el enhiesto pecho de una tierna joven.
Paulo, Epígramas eróticos griegos.
 
Obsérvese que las manzanas en la literatura de hombres se identifican con el cuerpo femenino, con un significado sexual o sensual.
 
 
6)   Las tres manzanas de Ovidio
Por último, veamos lo que Ovidio, gran poeta romano, nos dice al respecto de la manzana. Publicó un cuento titulado “Las tres manzanas”. Reproducirlo íntegramente sería abusar de su paciencia, por tanto, resumiré el contenido. En un árbol han florecido tres hermosas manzanas tan doradas como el oro. Las van cogiendo tres personas: el primero, un joven que no puede resistir el placer de comérsela. La segunda persona, una mujer, que quiere preservar su belleza encerrándola en un cajón por lo que la manzana acabará pudriéndose. El tercero es un anciano que la corta por la mitad, saca sus semillas y las planta para que florezcan nuevos manzanos. Solo en este tercer caso, el viento del huerto canta:
Semilla plantada, tesoro ganado.
El esfuerzo de la manzana se ha logrado.”

Busto de Ovidio
La moraleja del cuento está clara. Pero observen como solamente en manos de un hombre  -anciano-, la manzana toma el significado de sabiduría. En la mujer, solo belleza; y en el joven, solo deseo. La diferencia de género y, en este caso, también de edad,  marca diferencias notables en esos valores significativos que rodean a nuestra manzana.
El primer mordisco grecolatino a la manzana, ha finalizado. Espero que no haya causado malas digestiones. Les invito al segundo mordisco en una siguiente publicación: ¿cómo madurará la manzana en la literatura del Cristianismo y de la Edad Media?
(Continúa)
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