MANZANAS LITERARIAS: SEGUNDO MORDISCO
La sensual, victoriosa, fértil, guerrera,
erótica, inmortal, sabia o bella manzana de la antigüedad grecolatina siguió
madurando bajo la sombra de los siglos hasta llegar al Cristianismo
y a la Edad Media. Origen del
pecado para aquellos que osaban gozar de sus sinuosas formas, fruta prohibida pero jamás despojada de
su brillante traje de tentación edénica.
Plato fuerte y picante en
villancicos cristianos, zéjeles árabes o lírica judía. Ingrediente necesario en los consejos para el Buen Amor o tatuado en
el astuto paladar de alguna Celestina.
Fruta de diana arrogante para las
flechas de Guillermo Tell.
Quedan invitados al segundo
mordisco de manzanas cristianas y
medievales.
CRISTIANISMO
1)
Génesis
Vayámonos al
origen del hombre según la Biblia.
Entremos en ese locus amoenus que era
el Paraíso terrenal. Observemos desnudos a un hombre y a una mujer, a Adán y a
Eva. Acerquémonos a ese Árbol del Bien y
del Mal cuyo fruto estaba prohibido por Dios. ¿Sabían ustedes que ese árbol
no era ni un manzano ni su fruto censurado era nuestra protagonista la manzana?
En ningún momento en el Génesis se nos
alude a ella:
Vio, pues, la
mujer, que el árbol era bueno para
comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió. Y dio también
de él a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos a ambos, y
viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos
cinturones.
Génesis
3, 1 – 7.
Adán y Eva de Tiziano
Si la manzana
no aparece en el Génesis por ningún lado ¿por
qué el Cristianismo la responsabilizó del pecado original? La respuesta la
tienen en el primer mordisco grecolatino de la anterior entrada. Si la manzana
en la Antigüedad Clásica se asociaba con la sensualidad, sexualidad,
fertilidad, amor y erotismo, es lógico que los primeros artistas cristianos
representasen a la manzana como ese fruto prohibido del Edén del que comió Eva.
El Cristianismo y su idea tan peculiar de “pecado” coincidían con bastante
exactitud con el simbolismo erótico de la manzana grecolatina. La vida como
valle de lágrimas estaba servida…
Una vez más,
indicaremos que la manzana en manos de una mujer, de Eva, pasa a
adquirir el significado de desobediencia y de pecado, y a mayores, de culpabilidad porque también hizo pecar al hombre. Demasiados
ejemplos ya como para pensar que es algo fortuito.
Sigamos con
otro libro de la Biblia en el que sí que aparecen esas manzanas:
2)
El Cantar de los Cantares
Este bello
poema de amor se suele incluir en el Eclesiastés. Narra la historia de dos amantes que han sido obligados a
separarse pero que se buscan líricamente declamando su amor eterno con
versos que estremecen. Búsqueda incansable para regalarse su pasión. Mientras
que en la historia de Adán y Eva no aparecían manzanas por ningún lado, en este
libro de la Biblia sí. Pero lo más llamativo de todo esto es que por primera vez el manzano se identifica con un hombre,
y sus manzanas con el maná del amor que ofrece este. Oigan las palabras de
la esposa:
LA ESPOSA:
Como manzano entre los árboles silvestres
es mi amado
entre los mancebos.
A su sombra anhelo
sentarme,
y su fruto es
dulce a mi paladar.
Me ha
introducido en la sala del festín,
y la bandera que
contra mí alzó es amor.
Confortadme con
pasas,
reanimadme con manzanas,
que desfallezco
de amor.
En estos bellísimos versos
volvemos a las mismas consideraciones del principio: la manzana relacionada con
el hombre no significa pecado sino amor y “dulce fruto”.
EDAD MEDIA
Llegamos a la
Edad Media, esa época oscura que abarcan desde el siglo V al XV. Las manzanas
están presentes tanto en la literatura de cristianos como en la de árabes y judíos, tanto
en la lírica o la narrativa como en la dramática. Veámoslo.
1)
Lírica árabe
Dentro de la lírica andalusí de los siglos XI y XII,
sirva de ejemplo este poema de Ibn
Quzmán (1075-1141, aprox.), poeta andalusí cordobés conocido por sus
simpáticos zéjeles:
ZÉJEL DE LOS DIMINUTIVOS
Ahora te amo a ti, estrellita...
De ti se oye todo
lo precioso,
en cuanto dices
una palabrita.
Como manzanas son tus pechitos,
como harina blanca
son tus mejillitas,
como puro cristal
son tus dientecitos,
como azúcar es tu
boquita.(…)
Odalisca.-
Léon Francois Comerre (1850 – 1916)
En esta
descripción caramelizada de su amada, observen como la manzana, referida a una mujer en boca masculina, vuelve a relacionarse con los pechos femeninos, herencia, sin duda, del mundo grecolatino
que vimos en la anterior entrada.
2)
Lírica judía
En la poesía hebrea de los siglos XI y XII, también encontramos manzanas
literarias, esta vez de un judío español
nacido en Tudela (Navarra), Yehudah Ben Samuel Halevi. Médico, filósofo y
poeta, que dedica todo un poema a la
manzana para ensalzar la belleza de su
amada:
LA MANZANA
Me has capturado con tu encanto, mi señora.
Me has esclavizado brutalmente en tu prisión.
Desde el mismo día en que debimos separarnos
no he encontrado nada parecido a tu belleza.
Me consuelo a mí mismo con una manzana rosada,
cuyo aroma es como la mirra de tu nariz y labios,
su forma como tu pecho, y su color
como el tinte que se deja ver en tus mejillas.
Estatua de Yehudah Halevi en Cesarea (Israel)
El aroma, la forma y el color de la manzana los compara con la
nariz, labios, pechos y mejillas de su amada. Estamos otra vez, como en el caso
anterior, ante una manzana en
boca masculina pero identificada con la mujer, que se relaciona
con el cuerpo femenino (cara y pechos).
3)
La manzana de Guillermo Tell
Llegamos a finales
del siglo XIII y comienzos del XIV. Sitúense en Bürglen, pueblo del cantón suizo de Uri, en el centro de la actual Suiza. Pensemos en un ballestero de primer
orden famoso por su puntería: Guillermo
Tell. No existen pruebas documentales de su real existencia, solo relatos
legendarios, crónicas y baladas transmitidas oralmente. Piensen en un pueblo
suizo enfadado porque desea su Independencia
(en esta época, la Casa de Habsburgo se había anexionado algunos cantones y
pretendía seguir haciéndolo). Imagínense a un Guillermo Tell paseando por la
plaza del pueblo con su hijo, y al que no
le da la gana inclinarse como señal de respeto ante un miserable sombrero allí
instalado que simbolizaba al soberano de la Casa de los Habsburgo. El
gobernador H. Gessle, como castigo,
le obliga a disparar al corazón de una
manzana que coloca sobre la cabeza del hijo de Tell que sitúa a 80 pasos.
Si acierta, queda libre de cargos, y si falla, queda condenado a muerte.
Acierta, claro está, pero el gobernador, le pregunta por qué cargó dos flechas. La contestación de G. Tell
no se hizo esperar: si fallaba, la segunda iría al corazón de Gessler. Este,
bastante cabreado, lo manda encarcelar en el castillo de Küssnacht por su
arrogancia, pero al final, Tell realizará una emboscada al gobernador
lográndole matar con esa segunda flecha. Este hecho marcaría el comienzo de la sublevación de los cantones suizos de Uri,
Schwyz y Unterwalden contra los Habsburgo, convirtiéndose en un mito
fundamental en la lucha de Suiza por su independencia.
La manzana en manos de un hombre, como pasaba en la antigüedad grecolatina (Hércules,
Hipónemes…), vuelve a significar valentía, victoria e incluso liberación de todo un pueblo. No
creo que sea necesario incidir en las diferencias con respecto a la mujer.
4)
Manzanas en el Libro de
Buen Amor
Entramos en pleno siglo XIV, en un Mester de Clerecía que
albergó a algún clérigo adelantado a su tiempo. Hablamos de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, que en su Libro de Buen Amor deja injustas
perlas para las mujeres y curiosos consejos para los enamorados (hombres, por
supuesto), como en este en el que menciona a nuestra querida manzana que aparece comparada con la mujer.
Igual que el molino y la huerta cuando se trabajan dan ganancias y están
bien floridos, el hombre también debe “requerir” a la mujer, es decir,
prestarle atención en las distancias cortas
-digámoslo así- para que ande
lozana y no sea infiel al marido como sigue diciendo en las cuadernas vías
siguientes a esta:
Es cosa bien segura: molino andando gana,
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana.
Con estas tres verdades no obrarás cosa
vana.
Volvemos a la identificación de mujer y manzana con claro componente erótico y sexual.
5)
Las manzanas de Las tres
moricas
Alcanzamos el último tramo de la
Edad Media, el siglo XV. Siglo de
transición, en muchos casos, hacia el Renacimiento. La convivencia en nuestro país de cristianos, árabes y judíos favorece
encuentros tan eróticos como inevitables.
En el Cancionero de Palacio, nos encontramos con un villancico de estructura zejelesca, anónimo, inocente a primera vista pero con una clara e
intensa clave erótica. Las manzanas
(también las olivas) que Axa, Fátima y Marién van a recoger a Jaén, están
relacionadas tradicionalmente con encuentros
sexuales. Basta con observar como regresan tras ir a recogerlas, “desmaídas”
y pálidas, por tanto, claro indicio de la naturaleza de su aventura.
Tres morillas me enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Y hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Tres moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,
iban a coger
manzanas
a Jaén:
Axa y Fátima y Marién.
Volvemos a comprobar que las
manzanas en manos de mujer vuelven a
relacionarse con encuentros sexuales o eróticos. La clave diferenciadora es constante
a lo largo de todos los siglos.
6)
Manzanas en La Celestina
También en el siglo XV, y en el género dramático, nos
encontramos con alguna manzana. La Celestina de Fernando de Rojas es
la obra que he elegido para cerrar este segundo mordisco porque marca la transición del valle de lágrimas
medieval al “Carpe Diem” renacentista. El teocentrismo va cediendo su lugar
a un antropocentrismo, a un Humanismo centrado en el saber, y en esa sabiduría
también se incluía el disfrutar de la
vida, los placeres y del tiempo que goteaba demasiado deprisa. El
Renacimiento estaba servido. Escuchen las palabras de Celestina, de esta vieja astuta,
cuando trata de convencer a la meretriz
Areúsa de que otorgue sus favores más placenteros al adolescente Pármeno
para que este se ponga de lado de sus negocios y no los obstaculice. Ante la
reticencia de Areúsa, Celestina suelta estas manzanas:
No seas el perro del hortelano: ni quieres las manzanas para sí ni para su amo.
Observen que las manzanas vuelven
a teñirse de ese componente erótico-sexual aplicadas, en
este caso, a una mujer.
El 2º mordisco queda
dado. Aún queda mucho fruto para llegar hasta su mismo corazón. ¿Se cocinarán
las manzanas en los siglos XVI y XVII con alguna receta innovadora? ¿El
Renacimiento y Barroco seguirán tildando su diferencia significativa ya estén
en manos de damas o de caballeros? Quedan invitados al tercer mordisco.
(Continúa)