martes, 12 de marzo de 2013

"Grito a Roma"



Federico García Lorca  
Khadzhi-Murad Alikhanov


Esta vez, les dejo con las palabras de Luis García Montero y los versos de Federico García Lorca. En ninguno de los dos casos, yo podría expresar mejor ese “Grito a Roma” y “El sentido de ese grito”. Hágase el silencio, pues, y si lo desean, escúchenlos a ellos.


 “El sentido de un grito”

Federico García Lorca llegó a Nueva YorK en 1929, acompañado por Fernando de los Ríos, su amigo y profesor de Derecho Político. El socialismo humanista del que sería en 1931 ministro republicano, influyó en la mirada con la que el poeta observó la gran crisis económica y cultural de la metrópoli.

No es raro que desde el Crysler Building, la edificación más alta de la ciudad, quisiese lanzar un grito hacia la cúpula de San Pedro en Roma. Pío XI había empezado el año 29 firmando con Benito Mussolini el Tratado de Letrán para consolidar la existencia del Estado Vaticano. En pago de este reconocimiento político, había pedido a los católicos que apoyaran la opción fascista y había bendecido las tropas que se disponía a invadir Abisinia. Corriendo el tiempo, Pío XI se convertiría también en el mejor amigo de la Alemania Nazi, aunque acabara enemistándose con Hitler, no por el asesinato de judíos, sino por el peligro que una Iglesia de orientación nacionalista suponía para Roma.

(…)

Conmovido por la realidad de un mundo que estaba sacrificando su porvenir en el altar de las cuentas de beneficios y las armas, maldijo en los primeros versos de su famoso poema a un papado que se olvidaba del amor y se abandonaba al dinero, el poder militar y las ambiciones personales e institucionales. La iglesia oficial se había renunciado al amor, a la comunión y a la solidaridad. Representaba sólo boato, grandilocuencia, soberbia, y era justo y necesario que cayese la rabia de la indignación sobre las sotanas que se habían olvidado de repartir el pan y el vino para orinarse sobre una paloma (el amor, la paz, el espíritu santo).

(…)

Frente a la máscara, toma verdadero sentido el amor. Frente a las pompas y los lujos del Papa, se levanta la figura de Cristo, el ser sacrificado para ayudar a los demás. El poeta se identifico muchas veces con Cristo, dejó crecer sus cabellos y se separó de los ritos oficiales. Por eso sabía que el amor no estaba en una Iglesia dominada por el teléfono de diamante de los millonarios, los herreros que forjan cadenas contra la libertad y los carpinteros que preparan ataúdes en serie para las víctimas de la guerra. El amor estaba junto a los desgraciados, las víctimas del poder, los hambrientos, las mujeres maltratadas y los jóvenes reprimidos por su singularidad sexual. Tan importante era tomar conciencia del sufrimiento de los pobres, como llegar a respetar "el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas".

El Grito hacia Roma no fue sólo un acto de desesperación. Buscó también un sentido. Si a lo largo de Poeta en Nueva York la multitud parecía una corriente agresiva en la que naufragaban los individuos anónimos, en este poema se intuye la posibilidad de que el amor articule a las muchedumbres para conseguir que la sociedad llegue a repartir con decencia los frutos de la tierra.

Federico García Lorca fue ejecutado hace 75 años por la significación literaria y cívica de este compromiso humano.


LUIS GARCÍA MONTERO




“GRITO A ROMA”

Poeta en Nueva York
(1929-1930)

Manzanas levemente heridas
por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
Peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
Y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elegantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.

Pero el viejo de las manos traslucidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los
directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.

FEDERICO GARCÍA LORCA

domingo, 3 de marzo de 2013

SPECULUM HOMINIS



Fotografía: Marisa Vegas



SPECULUM HOMINIS


Piel tallada por el tiempo
ocultando huesos que opositan a polvo,
huesos actores de experiencias
 encarcelando almas que destilan cenizas.

Pésimos presagios se abatieron
sobre la raza llamada humana
cuando apropiándose de la maldad
la forjaron corona eterna,
de sus cabezas
de su corazón
de su mirada
de sus lenguas
de su deidad.

Dioses de ambiciones azabache carbón,
lobos de colmillos antropófagos,
depredadores diestros en la debilidad,
 exterminadores eternos de los afectos.

Cíclopes con parche en el ojo
divisando horizontes adulterados,
cazadores de recompensas baratas
custodiadas en el bolsillo de sus tumbas.

Homicidas del amor ajeno,
y del propio, por naturaleza,
que quien ama y es gentil,
vulnerable es a fauces aviesas.

Y en máscaras
inmaculadas
embozan sus pieles negras,
fieras son los hombres,
-dicen-
yo, divino cordero,
prójimo soy, que no ajeno,
por eso afirmo
sin enajenamiento:
 todo humano me es ajeno.
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