viernes, 24 de mayo de 2013

CRUCIGRAMA BABÉLICO



La torre de Babel (1563).- Pieter Brueghel


CRUCIGRAMA BABÉLICO

La noche anterior había puesto el despertador a las diez de la mañana. Sería sábado. Había sido una semana intensa de trabajo. Necesitaba descansar. Además, lo había preferido poner en opción de radio ya que prefería que le despertaran las noticias y, así, poder aprovechar cinco minutos más en la cama poniéndose al día en la actualidad.

Cuando el manto de seda negro de la noche se levantó de la ciudad, el sol ya comenzaba a querer filtrarse por las rendijas de la persiana de Marcos. Fue entonces cuando le despertó en la radio, a la hora convenida, la canción “Así estoy yo sin ti” de Sabina. Pensó en Maica. La reconoció por la melodía ya que se sorprendió oírla en un idioma que desconocía. Nunca había sido muy ducho en idiomas pero manejaba tres con aceptable fluidez. Pensó que las discográficas ya no sabían ni qué hacer para vender discos en esta época de crisis total. Suspiró y esperó tumbado en la cama a que el tema musical terminara. Las noticias estarían a punto de emitirse. Pero cuando llegaron, su ceño se frunció extrañado al comprobar que no entendía ni una sola palabra de lo que estaba emitiendo el periodista. Inglés no era, lo tenía bien claro, y mucho menos francés; a ratos se parecía en algo al alemán, pero tampoco se trataba de la lengua teutona. No entendía nada aunque el dialecto le parecía haberlo oído en alguna ocasión. Intentando encontrar una explicación al asunto, pensó que se trataba de una interferencia extraña de alguna emisora de algún país del este, ya que esos idiomas sí que los desconocía completamente. Con gesto de estupor, decidió levantarse de la cama y prepararse el desayuno.

Mientras la mañana del sábado giraba en el remolino negro de su taza de café, se sobresaltó al escuchar una fuerte discusión de los del piso de arriba. Eran una joven pareja alquilada que llevaban tiempo sin entenderse demasiado como atestiguaban las continuas discusiones que cada vez se producían con más frecuencia. O ¿ya no eran ellos? Porque lo que estaba escuchando era una discusión en un idioma que no se parecía en nada al castellano. ¿Serían nuevos inquilinos inmigrantes?

-      - Qué mala suerte  - pensó Marcos -  ¿es qué todas las desavenencias conyugales vienen a parar al piso de arriba?

Con fastidio y para mitigar el ruido, decidió poner la televisión mientras apuraba el último sorbo de café. Se sorprendió al comprobar que el primer canal que aparecía en pantalla, emitía un programa de cocina en un idioma, por tercera vez durante la mañana, incomprensible para sus oídos. Decidió cambiarlo, pero la tertulia política que había en el siguiente emitía en ese enigmático idioma. Sin salir de su estupor, empezó con nerviosismo al martillear una y otra vez el botón de cambio de canal del mando del televisor. Pero en todos los canales el resultado era el mismo: publicidad, noticias, música, deportes, debates… en esa lengua endiablada que no conseguía descifrar.

-                 -  No lo puedo creer… ¿pero qué demonios está pasando aquí?

Imaginó que el problema estaría en su antena parabólica que, a saberse el porqué, se había metamorfoseado en una críptica Torre de Babel. Arrojó enfadado el mando sobre el sofá y decidió irse a dar una ducha que purificara el mal humor con el que había empezado el sábado. Mientras dejaba que el agua caliente se filtrara por los poros de su piel, pensó en las lágrimas de Maica, extraviadas en el banco del parque en el que habían estado la tarde anterior. No soportaba ver llorar a una mujer, así que decidió que lo mejor sería marcharse. Y mientras lo hacía, sintió los ojos vidriosos de Maica, sentada en el banco de madera, clavados en su espalda, intentando dibujarle en cada paso las letras de su alfabeto. Cuando ya estuvo lejos de allí, miró hacia atrás: un reguero de palabras confusas y huérfanas yacían desordenadas a lo largo de todo el trayecto recorrido.

Escogió unos vaqueros negros y una camisa blanca, y decidió bajar a la calle a comprar el periódico y el pan. Mientras esperaba al ascensor, comprobó que la pareja joven de arriba que hacía unos instantes la había oído discutir en un idioma ininteligible, bajaban andando por la escalera, abrazados. Se sorprendió al descubrir que era la pareja que él conocía, no una nueva alquilada como había pensado hacía un instante. Al cruzarse con él, los dos le saludaron con una misma palabra que Marcos, por enésima vez, no comprendió. Respondió al saludo con un sorprendido gesto de cabeza sin poder salir de su asombro. ¿Se estarían mofando de él? Empezó a preocuparse.

Al pasar por el parque, con dirección al quiosco de periódicos, observó como tres niños de unos diez años discutían acaloradamente. A medida que se acercaba a ellos, la riña llegó a las manos y los vio convertidos en una bola de puños y piernas que rodaba por la arena. Apresuradamente se acercó a ellos con intención de separarlos pero se quedó inmóvil al escuchar lo que parecían ser unos insultos en una lengua que no entendía y que ya le estaba resultando familiar. La disputa estaba siendo seria y, a pesar de su estupor, decidió intervenir y separarlos. Los tres chiquillos comenzaron atropelladamente a explicarle a gritos lo que intuyó que podrían ser las razones de la pelea. No entendía nada de nada. Desesperado, decidió taparse con ambas manos sus oídos y alejarse de allí creyendo estar en una molesta pesadilla.



Paisaje con la caída de Ícaro (1558).- Pieter Brueghel

Con verdadero miedo de que volviera a ocurrir, se plantó delante del quiosco. Antes de coger el periódico miró de reojo al vendedor que estaba concentrado en la tarea de un crucigrama. Sin mediar palabra con él, depositó el coste del periódico en la repisa. No soportaría oírle hablar en esa lengua… infernal que esa mañana todo el mundo se había puesto de acuerdo en hablar para provocarle la máxima desesperación. Así que, después de pagar, se dispuso a darse la vuelta e irse de allí lo más rápido posible. Pero cuando aún no había dado ni tres pasos, oyó como el quiosquero gritaba entusiasmado, una palabra ininteligible que debía ser la que había estado buscando a conciencia para completar el crucigrama. Marcos se paró un instante, expiró profundamente, se colocó sus gafas de sol, e intentando mantener el tipo, decidió regresar a casa. No iría ya ni a por el pan.

Se tumbó en el sofá mientras su mano derecha limpiaba su frente sudorosa. ¿El mundo se había vuelto loco o era él el que caminaba al revés? Quiso poner un poco de música relajante para tranquilizarse. Esta vez no habría duda: eligió un disco de los Eagles. Sonarían en un inglés que conocía bien. Necesitaba reconocer y comprender alguna lengua ya que con el castellano no era posible. Esta vez, funcionaría. Con manos trémulas le dio al play. Pero, al igual que antes había sucedido con la canción de Sabina, la lengua de los Eagles era babélica…

-                 -  No, no, no…. –repitió con desesperación.

Y mientras su frente la sostenía con la palma izquierda de su mano, la imagen del sendero de palabras huérfanas que se había creado entre él y Maica la tarde que la dejó en el naufragio de lágrimas en el banco, le vino a la mente. Recordó que cuando miró hacia atrás, yacían en el suelo, detrás de sus pasos, letras negras, mayúsculas y minúsculas, concatenadas al azar, quizás formando alguna palabra, quizás sedientas de frases. Reconoció en el trazo de todas ellas la caligrafía de Maica.

Fue entonces cuando sonó el teléfono. Descolgó el auricular y reconoció una voz dulce y triste que, al igual que en todas las ocasiones anteriores, se cifraba en la lengua que lo perseguía durante toda la mañana. Era la voz de Maica. Sintió alivio al oír su tono de voz, incluso alegría, por ello, decidió no solo oírla, sino escucharla. Ahora, era capaz de descifrar y entender el condenado dialecto. Fue entonces cuando comprobó que acababa de aprender un cuarto idioma. 




lunes, 13 de mayo de 2013

LAS COSAS QUE COMIENZAN POR "A"



Fotografía: Marisa Vegas


LAS COSAS QUE COMIENZAN POR “A”

La vida es el gran bostezo del tiempo
abriendo sus fauces hambrientas de comienzos.

Abril empieza por la A de la  amapola
que esperaba la primavera
dormida bajo la almohada de la tierra húmeda,
esperanza sin perfume en sus entrañas
mas repleta de latidos carmesíes.
Los sueños más reales
siempre pertenecieron al mes más cruel,
 lo dijo la voz del poeta
mientras la hoz afilada sonrió
sobre la A  de la  alegría de inocentes flores.

Y mientras la brisa del abril machadiano
florecía frente a la  ventana,
la A de mayo traspasó el secreto umbral
de las puertas selladas con besos.
Cuando la lluvia entra por la puerta
racimos de lágrimas salen por la ventana.
Mes de las flores,
flores soñadas por sueños,
sueños anidados en savia azabache
que no es  verde esperanza,
negra,
negra  de A azabache
que es el color de la A de la noche,
de la A del insomne abandono,
futuro mutilado de A,
de la A del luto que viste la confianza,
A de crueldad agazapada
entre la A de las garras del egoísmo,
A del amanecer de mares alquitranados
agonizantes de flores teñidas
con la A de afrentas de palabras
negras azabaches de A.

Mayo escribió una noche 
con la tinta de la A,
de Amor,
y amaneció  el luto en el campo de amapolas.
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