El calor de las tinieblas de agosto la llevó al lado de esas frías piedras, que la miraban con ojos de siglos pasados. La furia del tornado la había extraviado en la orfandad de las calles pero sus pasos no se apartaban de las baldosas amarillas que conducían a Oz. Mujer de hojalata en busca de los latidos de un corazón.
Pisar las propias huellas es errar el camino, el eco del viento se lo recordó. Y una brisa cobre meció las hojas de los árboles apostados como centinelas en la orilla de la calzada. De la caricia del viento brotó una hoja ocre que lentamente caía de la copa del árbol más altivo, bailando un tango sensual con la noche. Fue el anuncio de un próximo otoño de ausencias.
Avanzó por el empedrado oyendo el eco de sus pasos, música muda de la soledad. Vislumbró a lo lejos del camino de baldosas amarillas, una estrecha callejuela de la que salían espesas notas de una guitarra cincelada a semejanza de cuerpo de mujer. Y se identificó con el vacío circular del instrumento, quizás también la guitarra buscase un corazón en Oz. Los pájaros negros de la noche entornaron sus ojos al verla acercarse al callejón.
Oz estaba cerca, su música y su olor a caramelo espesaban el aire de la noche. Las manos de una hiedra trepaban por el arco ovalado del comienzo del pasadizo, zarpas de la bruja del Este queriendo devorar el corazón invisible de la mujer de hojalata.
Los acordes de la guitarra cayeron a un pozo. El crujido de las notas se lo comió el silencio. Y se adentró en el callejón que se estrechaba cada vez más a medida que avanzaba entre los faroles de luz. La lluvia del recuerdo sopló queriendo apagar el fuego de los candiles. Tuvo que explicarle a la memoria que sólo quería recuperar su corazón.
La esperanza soltó una risa amarilla, espejo de las baldosas, y el pasadizo se convirtió en dos líneas convergentes cuyo espacio entre ellas ya no le permitía pasar. El camino había confluido en un mismo punto y final. Su sombra de hembra de luna le susurró que había llegado a Oz. Y el crespón de sus ojos sólo encontró un muro imposible de traspasar, de gélidas piedras ocres que lo finito lamía ávido de sal.
Y un sollozo de mujer rasgó las lágrimas de la noche fecundando el pensil del otoño. Y mientras regresaba entre los surcos del tiempo, la mujer de hojalata creyó oír palpitar en su interior la savia de hojas de olmo traspasadas por flechas de amor. Y oyó latir un corazón.
Simplemente hermoso.
ResponderEliminarPena (L7s7)
Solo los caminos al interior con metas en bautizmos salados de lágrimas pueden devolver el ritmo a corazones de mujeres de hojalata parados por la conmoción de un certero golpe de amor
ResponderEliminarGenial amiga
Un beso y buen finde
Te imaginé de madrugada escribiendo este hermoso texto, Marisa, recorriendo esa callejuela solitaria. Y más allá de la metáfora del Mago de Oz, yo también oí latir un corazón.
ResponderEliminarMuchos besos, amiga querida
Bellisimo relato, felicitaciones Marisa.
ResponderEliminar***Feliz Fin De Semana***
"Un simple abrazo nos enternece el corazón;
nos da la bienvenida y nos hace más llevadera la vida. Un abrazo es una forma de compartir alegrías así como también los momentos tristes que se nos presentan."
**Para Ti un Fuerte Abrazo de Corazòn**
Alexander♥
El corazón de la mujer de hojalata ha quedado sin latidos bajo el hachazo que la bruja vida le ha propinado inmisericorde, poco le importa rescatar la memoria sin un corazón para sentir la vida. Pero al final del angosto camino siempre hay un renacer, como el ave Fénix; una savia que limpia la herrumbre y las flechas del amor vuelven a relucir con el latir de otro corazón.
ResponderEliminarMarisa, con tu bellísima prosa cómo no sentirse en la piel de esa mujer atribulada...es un prodigio de belleza e inteligencia lo tuyo.
Muchos besos.
Llámale Oz, llámale Itaca o llámale felicidad. Nos pasamos demasiado tiempo de nuestra vida buscando el camino correcto para llegar al sitio deseado, cuando en definitiva lo que nos toca hacer es andar y andar y por el camino disfrutar de lo que encontramos por el camino, ya que en este no solamente hay ocres y amarillos, si no una gran variedad de colores.
ResponderEliminarExcelente texto, provechoso insomnio.
Un beso.
Me emociona leerte. Me fascina la excelencia de tu prosa poética. Tu forma de trasncribir las emociones, los sonidos y las texturas que puedo visualizar con detalle.
ResponderEliminar"Pisar las propias huellas es errar el camino" ¡Qué gran verdad y cuantas veces nos hace tropezar en la vida!
Bello
Y por un momento no solo se oyó el silencio de la noche. Qué alegría sentir a tu corazón dar un salto de felicidad.
ResponderEliminarun beso
Oigo, que no leo, un corazón con latir atropellado regresando entre los "surcos del tiempo".
ResponderEliminarEs hermoso tu texto pese a que pellizca el corazón. Muy hermoso.
Muchos besos,pero muchos
Cuando las hojas de olmo son traspasadas por las flechas del amor, sobra Cupido, y aunque la mujer sea de hojalata, hasta su sombra de hembra es envuelta en amor.
ResponderEliminarEres formidable.
Un beso
PENA:
ResponderEliminarPues muchas gracias. Me alegro de veras que te haya gustado.
Saludos.
40AÑERA:
ResponderEliminarMuy bonito lo que escribes, amiga. Totalmente de acuerdo, sólo los bautismos salados de lágrimas pueden devolver el ritmo a corazones de mujeres de hojalata.
Un beso y buen fin de semana también para ti.
ROBERTO ESMORIS LARA:
ResponderEliminarLa madrugada es un buen lugar para esos paseos solitarios por callejuelas, sólo acompañados por letras que devuelven los latidos al corazón.
Muchos besos, Roberto.
ALEXANDER CAMELOT:
ResponderEliminarMe gusta tu receta para hacer latir el corazón: los abrazos. Muy bello.
Es un placer que te haya gustado.
Un fuerte abrazo también para ti, amigo.
MARIÁN:
ResponderEliminarTu comentario también es una hermosa prosa poética, muy ajustada y bien interpretada para esa mujer de hojalata. También para mí es un enorme placer leer tus lecturas.
Muchas gracias por esos halagos inmerecidos y, sobre todo, un montón de besos para ti.
JOSEP CAPSIR:
ResponderEliminarOz, Ítaca o felicidad, efectivamente, amigo. Soy partidaria de tu afirmación: es prefrible disfrutar de los abigarrados colores de ese camino que llegar a la meta. Los caminos marcados por baldosas amarillas sólo te conducen a un único lugar (muchas veces al muro sin salida del callejón,del que hablo) mientras que hay atajos y otras veredas practicables en las que podemos internarnos y disfrutar del camino.
Me alegro de que te haya gustado. Amí también tu comentario.
Besitos y buen fin de semana sin baldosas amarillas.
JO GRASS:
ResponderEliminarSí, los sonidos juegan un papel importante en el texto, aunque muchas veces el silencio es el mayor ruido que nos envuelve como las notas de esa guitarra sin corazón.
Es un placer que te haya gustado.
Besos, Jo.
Precioso, Marisa. Algo así como un gran poema en forma de relato donde cada frase representa un verso encadenado. Y es que bajo toda coraza, ya sea de hierro u hojalata, late un enorme corazón.
ResponderEliminarBesosssss.
Marisa... que de tanto en tanto de hojalata se nos pone el corazón, la piel, el sentir, el vivir... y a veces emprendemos cualquier camino con tal de huir de nosotras mismas y creemos que en otro sitio fuera de "casa" recobraremos nuestros latidos y la pena se esfumará. Como bien has expresado en el relato, esa búsqueda no nos lleva a nada que no sea, nuevamente, nosotras mismas, los senderos que se bifurcan sin sentido, el muro final. Pero, seguramente, al regresar, habremos aprendido algo más de nuestro adentro y de la vida.
ResponderEliminarUn relato simbólico ciento por ciento... como un Rito de Paso. Y claro, me acordé de la peli, con Judy Garland y mi corazón emocionado de niña.
Mi afecto para ti!
El drama de la mujer de hojalata, anclada para siempre en sus prejuicios, en sus pequeños sueños,en su buscar desesperadamente -y ya un poco tarde- el modo de escapar de un destino que ya tiene forjado. La sociedad en que ésta
ResponderEliminarpretende seguir viviendo ya no existe, pero al oír palpitar su corazón se dió cuenta
que estaba en una realidad viva, con sus exigencias y hechos concretos.
Pero como muy bien das a entender en la última frase, al final triunfará.
Hermoso relato y buenísimas las fotografías de Zamora... ahí mismo, en esa plaza,
se hicieron excavaciones en 1994 y recuperaron cerámica de la II Edad del Hierro.
Si las piedras hablaran....
Un beso Marisa, y buen fin de semana
AIRAMA:
ResponderEliminarLa verdad es que no solemos ser conscientes de ello, pero es un enorme placer sentir un corazón cálido latiendo, bombeando esa savia por las hojas de olmo.
La alegría es mía al ver tu sonrisa.
Besos, corazón.
MILU:
ResponderEliminarComo mujer observadora y sabia que eres, has escuchado esos latidos del corazón, perdidos en arritmias del camino, pero que vuelven a latir simplemente porque es necesario tener ese corazón para seguir la marcha del camino y no encontrarse con muros.
Yo sí que te mando muchos besos, y un buen fin de semana.
ANDRÉS LÓPEZ VILLAR:
ResponderEliminarSí, cuando las hojas del olmo son traspasadas pro flechas ¿de amor?, sentimos que late el corazón porque su savia se derrama por el camino de baldosas amarillas.
Muchas gracias, tú también eres formidable.
Besos.
ANIKI:
ResponderEliminarTú lo has dicho, bajo toda coraza de hojalata, late un corazón. Nos empeñamos en buscarlo desesperadamente porque no oímos sus latidos con la intensidad que deseamos, y no nos damos cuenta de que está muy cerca de nosotros, en el bolsillo izquierdo del pecho, que no se ha ido, que sigue ahí. Ni el silencio , a veces, nos permite escucharlo.
Gracias por la visita y comentario.
Besos.
EVA MAGALLANES:
ResponderEliminarNi la piel de hojalata puede mitigar esos latidos del corazón, que no oímos porque estamos centrados en el camino de baldosas amarillas, pero cuando ese sendero finaliza, el muro con el que nos encontramos nos enseña que no tenemos que buscar nada porque ya lo tenemos, aunque en el trayecto hayamos aprendido la lección.
Tu comentario es pura poesía y sabiduría.
Un fuerte abrazo, Eva.
FANDESTEPHANE:
ResponderEliminarEl drama (o incertidumbre) de la mujer de hojalata no es de su única propiedad, todos somos hombres y mujeres de hojalata alguna vez en la vida, deseando sentir un corazón que se nos ha antojado que no late con la fuerza que deseamos. Y vamos en busca del mago de Oz para que solucione nuestro problema cuando la solución está en nosotros mismos. A veces huimos de esos latidos, por temor a sufrir,e incluso por miedo a que latan demasiado fuerte. Y cuando nos encontramos con el muro, tenemos que aceptar que hay algo que late, nos guste o no, y decidir retomarlo, vivirlo o comenzarlo. Ni el otoño puede detener esa savia de la hoja del olmo.
Muy obrservador, Fan. Sí, las fotografías son de Zamora, de este verano. Como bien dices, cuando se acondicionó el casco antiguo se encontraron muchos hallazgos, entre ellos cerámica, y curiosamente, una olla enterrada con decenas de monedas antiguas que, quizás, un corazón dejó enterradas allí deseoso de que alguien las encontrara. Esa zona que está al lado de la Catedral, es preciosa y mágica, sus paseos no te dejan indiferente. A mí, no me lo dejaron.
Como bien dices, si las piedras hablaran...
Besitos y buen fin de semana.
Sin corazón no sentía dolor, pero acaso tampoco estaba viva.
ResponderEliminarMe gustó el camino.
Ay... ¿por qué tantas veces sólo nos acordamos del corazón cuando nos duele?
ResponderEliminarUn abrazo, Marisa.
Ah, y bellas fotografías.
Entre las bellas fotografías y el relato disfruté de ese recorrido, las lágrimas (de la mujer de hojalata)se conviertieron en perlas para guiar el camino hacia ella misma.
ResponderEliminarAbrazos Dulce Marisa!!!
Nomade. Camina nomade por el desierto amarillo de la noche. Caminar es buscar, buscar es querer: camina buscando un corazon que quiera latir en su latir. Va por el camino, una hoja testigo la ve pasar, y se aleja del otoño pero no advierte que la clave del sendero está escrita en la hoja que acaba de caer: un corazon no se encuentra al final del camino, sino al borde y su sendero esta dibujado en los detalles insignificantes que abruman nuestro pasar....
ResponderEliminarmi beso, siempre
el magnetista
Me gusto mucho tu relato. Muy visual, misterioso, apasionado, cautivante.
ResponderEliminarEl amor puede atravesar el metal, si es sincero, muy hermoso tu post.
ResponderEliminarSe nota, Marisa, que se acerca el otoño. No el de El Corte Inglés; el tuyo, el personal e intransferible, el que teje letras de la memoria, esa niña traviesa, indisciplinada, que elige al azar sus frases, arañándolas de trazos emocionales. Nosotros tan solo transcribimos su fabulación, no elegimos ni título, ni guión, ni desenlace. Por supuesto, ni el protagonista.
ResponderEliminarUn placer, Marisa.
Hago una reverencia, me quito el sombrero y bajo la mirada, para dar paso a este hermoso relato. la mujer que vuelve a lo que no puede volver para regresar y encontrar su corazón dentro de sí misma, con una poética bellísima, una conciencia de dolor, tal vez existencial, una melancólica percepción, pero percepción al fin. Sensibilidad sin cliché, qué más puede pedirse, en las fronteras de Oz, nada menos. Un placer, besos.
ResponderEliminarSi quieres ver el arco iris has de soportar la lluvia... es una de las frases típicas de correos electrónico pero es muy cierta: se ha de sufrir y hasta, endurecer el corazón para que este recupere su elasticidad, el ritmo adecuado (ni demasiado acelerado ni excesivamente lento), el tamaño correspondiente...
ResponderEliminarMe gustó como siempre, combinando imaginación con mundo real y palpable. Es reconfortante que a partir de un paseo nocturno en el otoño, la analogía te lleve al corazón de metal, frío y sin calor para el amar, aunque lleno de esperanza e ilusión.
saludos.
Aún no he leído la entrada porque al ver la foto me ha resultado familiar y al instante me he dado cuenta que es la entrada a la calle del Troncoso en la plaza al lado de la catedral de Zamora, un lugar que he fotografiado de día y por el que he paseado multitud de veces, porque siempre este lugar me inspira imágenes del pasado, cuando paso por el arco me parece que he retrocedido en el tiempo y que las monjas de clausura del convento van a aparecer... Ahora sí he leído tu entrada y me parece maravilloso tu realato e ideal el lugar escogido.
ResponderEliminarUn saludo.
Ni las mujeres de ojalata pueden resistirse a las emociones. Una foto preciosa, de gran sensibilidad y un texto con latido propio, como todo lo que escribes con el corazón.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Buena transformación final. ¿Será que finalmente al ser humano lo caracterizan más las emociones que cualquier otra cualidad del homo sapiens?
ResponderEliminarBuen relato, Marisa, un placer.
Abrazo
Marisa: El silencio es voz versada y los lobos ahuyentan soledades de espíritus. Losas frescas a la sombra de la mirada del tiempo. A menudo se nos paraliza el corazón, y corresponde engrasar sentimientos que creíamos ausentes ¿Cuántas veces no andamos sobre los mismos pasos? En algunos momentos, perdidos, otros los buscamos para pisar el mismo ayer del recuerdo.
ResponderEliminarUn decorado del medioevo, con las notas rasgueadas de clavicordios, callejas empedradas y luces tenues y ocres. Esas calles de piedra, taladas a mano y cincel, de otras épocas que creemos no haber vivido, ¿O si?... Como me dijo un amigo, entrañable orfebre: “Así deberían ser las ciudades del futuro”. Circulamos indecisos por nuestras mismas huellas, pasos que un día abrieron camino y hoy son espejismos sin oasis…Abrazos de corazón viajero…Recorrí trecho bajo los arcos de tus fotografías, amiga reflejo de luna hembra
PILAR:
ResponderEliminarEfectivamente, todo va en el mismo paquete. Si hay corazón hay amor y dolor. Lo importante es sentirlo.
Es un placer que te haya gustado el camino.
Saludos.
XIBELIUSS:
ResponderEliminarPorque precisamente nos duele, Xibeliuss, jaja. Yo creo que siempre nos acordamos de él, tanto en los malos como buenos momentos. En ocasiones creemos que ha desaparecido, pero una ráfaga de amor o dolor siempre lo despierta.
Me alegro de que te hayan gustado las fotografías, son de nuestra "Bien Cercada".
Abrazos.
ADRIANA ALBA:
ResponderEliminarLas lágrimas de la mujer de hojalata fueron la prueba más que suficiente de que sí que tenía corazón, sólo que creyó no sentir sus latidos.
Siempre bellos tus comentarios, Adriana.
Un fuerte beso.
EL MAGNETISTA:
ResponderEliminarHas hecho verdadera poesía de mi relato con tu comentario. Me ha encantado, sobre todo:
"un corazon no se encuentra al final del camino, sino al borde "
Efectivamente, me has leído los entresijos del alma. Pero no es de extrañar teniendo en cuenta tus consultas y tus terapias tan profundas.
Para mí sí que es un placer leerte, siempre.
Un beso desde el borde de ese camino.
ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN:
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado mi relato y, sobre todo, lo que dices de su visualidad, porque efectivamente, he intentado plasmar mucha imagen y no precisamente de fotografías.
Gracias por la visita.
Saludos.
MONTSE:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, el amor puede atravesar el metal y, es más, puede atravesarlo todo. Claro que, estamos hablando de amor de verdad, no de sucedáneos que se le parezcan.
Gracias por la visita.
Un saludo.
RAMÓN BESONÍAS:
ResponderEliminarSí, debo admitir que tengo bastante de niña traviesa e indisciplinada, "que elige al azar sus frases, arañándolas de trazos emocionales". Aunque tanto como al azar, tampoco. Trato de buscar el término o la expresión precisa que traduzca lo que quiero decir pero de una manera muy velada. De ahí mi indisciplina, y de ahí esas múltiples interpretaciones que dejo abiertas.
Has dicho algo muy interesante en relación con esto último, y es que:
" Nosotros tan solo transcribimos su fabulación, no elegimos ni título, ni guión, ni desenlace. Por supuesto, ni el protagonista"
Es importante este comentario que has hecho porque creo que es básico distinguir entre autor y personaje. Siempre he defendido (y defiendo) que el autor se proyecta consciente o inconscientemente en lo que escribe, pero no siempre es "autobiográfico" lo que se escribe y, no sé por qué tendemos a hacerle lecturas bajo ese punto de vista. Así que me ha encantado que lo hayas comentado. Sí, relación escrito-autor. No identificación.
El placer ha sido mío, Ramón.
Un abrazo.
JAVIER F. NOYA:
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la interpretación que has hecho del relato, se acerca mucho a esa lírica que tú manejas con tanta soltura, acierto y belleza.
Un placer también para mí leerte, Javier.
Un beso.
LEMAKI:
ResponderEliminarCierto lo que dices, son necesarias ciertas "arritmias" para que el corazón vuelva a recobrar esa elasticidad que le caracteriza.
Las fotografías del paseo no son del otoño, fueron de agosto, de este verano, aunque ya en esa época se anunciaba ese otoño del que hablas con tanta belleza.
Gracias por el paseo y tus palabras, Lemaky.
Un abrazo.
VALVERDE DE LUCERNA:
ResponderEliminarHas reconocido sin ninguna dificultad la localización del enclave de mis fotografías. Efectivamente, amigo, es el comienzo de la calle del Troncoso de Zamora, donde, como bien dices, el tiempo se detiene y te transporta con toda nitidez a la Edad Media. Esta calle y toda esa zona es un viaje real y hermoso al pasado, encierran una magia y un misterio que eso explica que siempre sean fotografiadas para inmortalizarlas. Por cierto, las monjas de clausura (de los dos antiguos conventos), yo creo que aún pululan por allí, aunque se hayan privatizado ambos conventos en privilegiadas casas de las que habría mucho que hablar...
Es un placer que te hayan gustado las fotografías y el texto.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
SALTAR DEL TREN:
ResponderEliminarEres muy amable con tus palabras. Es todo un halago que hayas podido sentir los latidos de ese corazón en mi relato, y que te hayan gustado las fotografías.
En tus relatos también suena el eco de un corazón que palpita muy fuerte.
Un beso.
NOELIA:
ResponderEliminarSoy de la opinión, y respondo a tu pregunta, que al ser humano le caracteriza más las emociones que la razón. Las primeras son difícilmente controlables, a la segunda la podemos neutralizar de vez en cuando. Incluso las personas más racionales se mueven básicamente por emociones. Será la genética animal inherente al ser humano.
Un beso, Noelia.
KIMBERTRANCANUT:
ResponderEliminarMe gusta tu afirmación:
"El silencio es voz versada"
Siempre he considerado que los silencios dicen mucho más que las palabras. Son alfabetos con micrófono siempre y cuando se conozca el código en el que están cifrados.
Sí, muchas veces pisamos nuestras propias huellas para reencontrarnos con el ayer pasado de los recuerdos. Pero el viento le susurra a la mujer de hojalata que eso es un error. la paradoja está en que al recordarlos, siente latir un corazón que imaginaba que había desaparecido. Recordar y asumir. Avanzar y vivir. Quizás ahí esté la clave.
Tu comentario es una perla de dicción en mi blog. Ha sido un placer leerte.
Un saludo de luna hembra.
Paso como una hoja de otoño y dejo un beso para ti...
ResponderEliminarmi beso
el magnetista
Hermoso texto Marisa y esas imagenes me gustan, un lugar para hacer una escapada,
ResponderEliminarun placer pasar a leerte.
que tengas una feliz semana.
un abrazo.
EL MAGNETISTA:
ResponderEliminarYo recojo esa hoja de otoño y también te mando un beso impregnado en su savia.
RICARDO MIÑANA:
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado el relato, Ricardo. Y en cuanto a las fotografías, ese lugar (Zamora), como bien dices merece una escapadita...o dos...
Que tengas también un buen fin de semana. Un beso.
¡Que bonito!
ResponderEliminarBuscar, siempre buscar el camino, al menos la mujer de hojalata encontró un corazón...
Un cariño.
mariarosa
un texto sensorial y finamente escrito. Siempre paso x aqui
ResponderEliminarefa
Todos seguimos en más de una ocasión a lo largo de nuestras vidas inciertos caminos en la búsqueda de un latido, un latido que acelere el nuestro, que nos haga sentir vivos.
ResponderEliminarSin haber pasado nunca por ahí, me resultó extrañamente familiar ese callejón. Tienen algo mágico esos lugares cerrados y angostos cargados de historia, de repente, se siente uno como un elemento más de ese camino, testigo del tiempo.
Me encantó tu relato, Marisa. Disfruto mucho recreándome en su lectura. Como en las buenas películas, está cargado de multitud de detalles, de pequeñas genialidades, que precisan de más de una lectura o visionado para su total aprehensión. Aun así, sé que se me escapa muchísimo... Prosa de altura. Felicidades.
Un beso y buena semana. Sigamos haciendo camino al andar ;)
Hermoso escrito querida amiga Marisa,niña que bien escribes.
ResponderEliminarUn placer leer tus post ,lindas imágenes y hermosos textos.
Un abrazo de MA para ti desde Granada.
MARIAROSA:
ResponderEliminarA veces cuando no se busca, se encuentra...y ese es el mejor camino.
Es un placer que te haya gustado.
Un abrazo.
EFA:
ResponderEliminarGracias, eso he pretendido, que se perciban muchas sensaciones, las que se ven y las que no.
Yo también te sigo.
Saludos.
KINEZOE:
ResponderEliminarTienes razón, perdemos mucho tiempo en "buscar", cuando lo realmente mágico es "encontrar".
Esa zona que fotografié tiene muchos callejones misteriosos y mágicos como dices que te transportan, en realidad, este es sólo uno de ellos, iré poniendo alguno más de aquellas fotografías que hice en el mes de agosto.
Me alegra mucho que te haya gustado el relato, Kine, y, estoy segura de que no se te escapan muchas cosas, yo diría que, ninguna ;-)
Sigamos haciendo camino al andar, sí, ya lo decía tu paisano...
Un besazo y buena semana.
MA:
ResponderEliminarMuchas gracias, granadina. Me alegro de que te haya gustado el texto y las fotografías: por Granada también tenéis rincones tan maravillosos como este...Bellísima Granada...
Un beso muy fuerte.
Hola Marisa :
ResponderEliminarParece que sólo recordamos al corazón cuando nos duele . Bien porque nos duele su ausencia , bien porque nos duele su presencia .
Y parece que tu prota se decide a sentir . Bien por ella , bien por tí .
Buenas noches ...Corazón!
Hola Marisa, hermoso relato de este ser que se ha forjado de lata a fuerza de golpes para recuperar finalmente su esencia entre un sístole y un diástole, siempre un placer llegarme a tu umbral
ResponderEliminarbesos de carne y hueso
PRUNUS AVIUM:
ResponderEliminarHas dado en la diana (como siempre) ,en la gran paradoja del amor: siempre nos duele el corazón, tanto su ausencia como su presencia...si es que simplemente somos...humanos ¡ay!...
Buenas noches, un beso y cuida ese constipado...
HORACIO FIORIELLO:
ResponderEliminarY a mí me encanta siempre la genialidad de tus comentarios, Horacio.
Gracias por tu agradable visita.
Besitos de carne y hueso.
Le has dado un giro poético al hermoso y ya centenario relato de Lyman Frank Baum, pero yo entre líneas y merced a las fotos he vislumbrado las calles de la judería de Córdoba y la búsqueda del amor en los pensiles nocturnos. Has hecho un acertado experimento tomando de base una añeja lectura de la juventud. Me has llevado a 1988, y entonces me he apercibido que hay veces en que la vida se escapa en un sueño en un campo de amapolas letales.
ResponderEliminarGracias por tanta emoción generada y por tratar las palabras con primor de orfebre.
Un abrazo.
Querida Marisa: gran cantidad y calidad poética en la mujer de Oz que descubre el latir de su corazón. Grandes casualidades: "bailando un tango sensual", tú que me hacias referencia en un comentario al tango cuando yo ya venía sintiendolo en mí y tenía los primeros versos hasta que se plasmó en ese "poemilla" que publico. Pero tu tango es más bello que el mío aunque los dos pongamos la ilusión, ante todo tú en esas magníficas composiciones que siempre me llegan profundamente, me sosiegan y me hacen reflexionar. Tienes una prosa poética insuperable, una sensibilidad encantadora, y una imaginación portentosa. Muchas felicidades, querida amiga. Un beso al Espejo de la Luna,
ResponderEliminarEL JARDINERO DE LAS NUBES:
ResponderEliminarLa historia de El Mago de Öz sólo ha sido un pretexto para el texto. Ese hombre de hojalata, ahora convertido en mujer, se empeñaba en buscar un corazón que ya tenía, como tantas veces nos obstinamos en hacerlo cuando en realidad ya está latiendo en nuestro interior.
Las fotografías no son de la judería de Córdoba, son del casco antiguo de Zamora, una zona muy próxima a la Catedral, en concreto la Calle del Troncoso y sus alrededores donde el tiempo aún sigue detenido y la magia de su arquitectura también.
Gracias a ti por tus amables palabras, es un placer que te haya gustado.
Un abrazo de orfebre a orfebre.
RAFAEL MULERO VALENZUELA:
ResponderEliminarQuerido amigo, con la vida siempre es apetecible bailar un tango sensual, de acercamientos y distancias, de movimientos y pasos dibujados en el viento de la noche. Y no hay que permitir que cese, la música sigue sonando al ritmo de nuestros latidos.
Muchas gracias por la amabilidad de tus palabras , Rafael, para mí es muy grato que te haya gustado, tanto como a mí me gustan tus versos tan sentidos y una prosa que también he llegado a conocer y que me ha fascinado.
Un beso, poeta de la vida.