LA ESPERA DE LA INSPIRACIÓN, LA ESPERA DEL AMOR
Claudio Rodríguez (Zamora 1934 – Madrid 1999), publicó en 1953 el libro Don de la ebriedad, donde la poesía aparece como modo de conocimiento. El título de este poema ya es significativo: DON (gracia o habilidad especial), de la EBRIEDAD (de la inspiración, en su sentido platónico); en definitiva, el poeta considera que la esencia de la inspiración poética es un don. Hay un deseo de claridad, de conocimiento, de imaginación para componer poesía. Busca esa inspiración a través de una armonía y unión, casi místicas, con la naturaleza, con las cosas.
Al igual que el misticismo de San Juan de la Cruz tiene doble lectura: religiosa (amor a Dios), o profana (erotismo y sensualidad), este poema de Claudio Rodríguez la podría tener igualmente: amor a la inspiración poética o la expresión de la espera del amante, sobre todo en la segunda parte de la composición (mi boca espera, y mi alma espera, y tú me esperas). La espera de la inspiración y la espera del amante son dos significados interpretativos que se mezclan en el poema. Incluso el último verso recuerda la catarsis de Quevedo en su Amor más allá de la muerte con sus cenizas enamoradas, ese abrazo hasta el fin que nunca afloja podría ser una de las más intensas declaraciones de amor aunque sea un abrazo mortal. En cualquier caso, disfruten de la bella composición de este poeta zamorano...
DON DE LA EBRIEDAD
Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.
No conocía a este autor gracias por presentarmelo,Lo leeré.
ResponderEliminarUn besito wuapa!
Te gustará Claudio Rodríguez, Cuarentaañera, seguro. Gracias por tu visita.
ResponderEliminarUn beso.
este poema es muy bonito , pero un poco dificil de comprender... xaooo
ResponderEliminarDepende, Bea, depende...
ResponderEliminarUn saludo.
MI QUERIDA PROFESORA...AYER COMÍ LAS PRIMERAS MORAS ¡EL VERANO ESTÁ EN EL ÁRBOL!...
ResponderEliminarPues sí que ha llegado pronto el verano en donde estés, Manuel...Yo las moras que no sean de invernadero no las pruebo hasta septiembre...
ResponderEliminar¡El don de la ebriedad está en tus árboles!
Un abrazo.