domingo, 9 de mayo de 2010

LE ESPERABA BAJO LA CAMA


Las costas de Samaná eran acariciadas por el océano Atlántico, al noroeste de la República Dominicana. Lucía con orgullo de siglos la gesta de haber sido la primera provincia realmente hostil a Cólon. Sus antiguos pobladores, los ciguayos, no se lo pusieron fácil al conquistador aunque su pleitesía fue inevitable con el doloroso olor de la pólvora. Samaná había sido generosa acogiendo a los esclavos africanos fugados, los “cimarrones”, que no quisieron o supieron someterse al acero cortante de la piel blanca. Y así pasaban los días y las olas en Samaná, entre recuerdos de espumas y el quehacer pausado de sus moradores de mareas.

A Feliciano le despertó esa mañana el olor de la mar en calma que se impregnaba en sus ya ancianos huesos. Notó aún tibio el valle de las sábanas que había ocupado a su lado Anafé. A pesar del paso de los años, no imaginaba el despertarse sin ese cálido tacto ausente que su mujer le ofrendaba cada mañana, era el ritual de cada amanecer. Sin duda acababa de levantarse para preparar el tradicional mangú, plátanos verdes triturados con mantequilla, acompañado de salami, huevos o queso frito. Un olor ácido penetró por su pituitaria: hoy tocaba el queso.

Al sentarse a la mesa su apetito desapareció cuando Anafé le recordó que aquella tarde era la convenida para llevar a su hija Yahaira a la casa espiritual de Mami Reyna. Habían pasado los lentos años y el vientre yermo de Yahaira no había concebido ningún hijo; incluso su marido le había amenazado con abandonarla ya que no era capaz de engendrar como una hembra la semilla que inmortalizara su piel morena, su piel carnívora, su piel de macho. Anafé estaba convencida de que el mal de ojo se había apoderado de Yahaira como la marea se apodera de las sólidas rocas. Cuando nació, debieron de haberle puesto la cinta roja en la muñeca para impedir que seres sin nombre invocaran en ella a los espíritus malignos. Mami Reyna, la santera del pueblo, podría ayudarles, era la intermediaria entre el creyente y la vida sobrenatural, podría encender en las entrañas de la chica la fertilidad que voló junto a la golondrina del mar.

Feliciano no ocultó la cara de desagrado cuando Anafé le recordó que no se olvidara de coger la gallina del corral, elemento imprescindible para el ritual purificador. En las largas noches de verano, su esposa le había contado que todos nacemos con un ritmo espiritual en la vida que no debe ser interrumpido y, si es así, la persona no podrá realizarse plenamente, es por eso por lo que para restaurar ese ritmo es necesario el sacrificio de un animal ya que la sangre del mismo está ligada directamente a un ritmo en el cuerpo del animal. Feliciano jamás entendió, ni quiso hacerlo, estos rituales heredados de sus antepasados. Él relajaba su alma con el crucifijo católico que coronaba su cama, igual que la mar se relajaba con la luz de la luna cuando se posa en las olas de plata.

Al llegar frente a la puerta de la casa de Mami Reyna, Yahaira lanzó al viento lágrimas en un suspiro temeroso que demandaba la fecundidad de su vientre seco. Feliciano aferró la mano de su hija como se amarra un timón en una tempestad. Les salió a recibir la negra santera con una reverencia mientras apoyaba las palmas cruzadas sobre los propios hombros: las santeras nunca daban la mano porque creían que los espíritus malignos o benéficos podían pasar de un cuerpo a otro con el contacto físico. A Mami Reyna le acompañaba Francisco, un mulato cinquentón, el “hombre bueno” del pueblo, el que todo lo ve, el que todo lo calla, el que está para ofrecer la mano al que está abatido en la profundidad de la selva, el que da pero se esconde para huir de agradecimientos, el que se funde con la sangre de los ríos de su tierra, el que oye las confidencias de los espíritus de mil nombres pero que silencia discretamente los secretos de sus lenguas voraces.

Mami Reyna les ordenó sentarse en círculo en el suelo y se acomodaron en el círculo de la vida que espera. La santera miró a Yahaira y se enfrentó con la desesperación de sus ojos negros como azabache, y en esa oscuridad oyó las voces de mil esclavos africanos castigados por sus amos por adorar a sus dioses; sus ancestros no tuvieron mejor ventura que enmascararlos con los católicos para que su dignidad de hombres no fuera pisoteada hasta la saciedad. Así nació la santería en Samaná, así se lo había contado a Mami Reyna su bisabuela: la religión tradicional yoruba de sus antepasados, esclavos negros, tuvo que fundirse con la católica en un baile de máscaras falsas para no sucumbir en el naufragio de la intolerancia.


Acostumbrada a solucionar problemas domésticos, Mami Reyna abandonó las regiones de los recuerdos y preparó, con la ayuda de Francisco, la ceremonia: dieciséis caracolas, un caracol diferente, una piedra y otros enseres. Las caracolas se arrojarían sobre la estera varias veces, y cada tirada encerraría un mensaje adivinatorio. El sacrificio de la gallina sería previo al viaje al más allá. Feliciano no pudo reprimir su repugnancia cuando la sangre del animal se reflejó en el cristal de los ojos de los presentes. Jamás se podría acostumbrar a esos rituales que no tenían nada que ver con su dios católico. Así se lo había hecho saber a Anafé, pero ella albergaba la añeja esperanza femenina de que su hombre algún día entendiera el poder de la tradición que corría por las venas labradas de los siglos en Samaná.



Mami Reyna tiró las caracolas a la estera que como estrellas solitarias fueron formando la constelación del devenir, y una de ellas, como cometa errante se salió del círculo marcado por la santera y fue a estrellarse junto al pie derecho de Feliciano. Mami Reyna frunció el ceño, Francisco abrió los ojos de oscuras cuevas, Feliciano con naturalidad, devolvió la caracola al círculo que ceñía la cintura de la vida. La santera reunió las conchas e hizo un nuevo intento. Las caracolas volvieron a rodar pero una de ellas se posó como mariposa negra sobre el pie, ahora izquierdo, de Feliciano. Mami Reyna bajó la cabeza y apretó los labios, Francisco retrocedió su cuerpo como quien se asusta de fantasmas anunciados. Feliciano, empezándose a hastiar de tanto juego recogió la caracola y con desgana la devolvió junto a las demás. Anafé y Yahaira encogían su corazón ante la absoluta incomprensión del baile de caracolas. La santera optó por un último intento, y la misma concha volvió a cobijarse en el ángulo cruzado de las piernas de Feliciano, que esta vez, cansado de la rotación del molusco, lo agarró enfadado y lo depositó en el bolsillo de su pantalón. Ante este acto, su mujer e hija le reprendieron con la mirada, Mami Reyna y Francisco le miraron con compasión. La santera se levantó, cogió de las dos manos a Yahaira y le anunció, ante la perplejidad de la muchacha, que sabría si su vientre estaba fecundado en la próxima luna llena.

En las noches de plenilunio, a Feliciano le gustaba pasear por la orilla de la playa de Samaná antes de irse a acostar. El contacto de sus pies desnudos con las olas que llegaban perezosas a la playa eran la nana que arrullaba el umbral de sus sueños. Sintió el frío lamido del agua y decidió regresar a casa. Anafé ya estaba acostada y se acurrucó a su lado sintiendo ya la felicidad que experimentaría al amanecer cuando se despertara y sintiera en las sábanas el calor tibio de la mujer que había hecho el crucero de la noche junto a él. Pero esa noche, las tinieblas fueron diferentes.


Feliciano dormía navegando en el velero de las sombras y un ruido le despertó. Al principio no supo identificar el origen del sonido, pero cuando sus pupilas se desperezaron descubrió que provenía de debajo de la cama. No le dio importancia y volvió a sumergirse en las aguas profundas del sueño. Pero el molesto ruido volvió a despertarle, esta vez con una intensidad que el eco lo llevó a cada esquina perdida de Samaná. Era un sonido que erizaba los sueños de Feliciano, que ascendía desde profundas e infernales grutas localizadas bajo la cama. Cada vez era más penoso escucharlo, taladraba su cabeza como fuego del averno. No quería despertar a Anafé, asique, en un acto de involuntaria valentía decidió mirar debajo de la cama y descubrir el origen de aquel abismo de alfabetos al revés. Y cuando se inclinó, su mirada se bañó de un escalofrío debajo de la catarata del horror.

Esa mañana, Anafé comenzó a disgustarse: el mangú empezaba a quedarse frío. Su marido nunca le había hecho esperar para desayunar, asique decidió ir a la habitación a despertarle. Lo llamó, una y mil veces, la última con un hilo de voz. Lo siguiente que salió de su boca fue un grito de horror: Feliciano estaba inmóvil, con la quietud infinita de quien abandona las aguas de Samaná para emprender el largo viaje sin retorno. Anafé retrocedió de la cama como si quisiera girar en sentido contrario las manillas del reloj del tiempo y ver a su marido besándola como cada mañana. Y observó que en la ventana de la habitación, por el exterior, se encontraba la cara de Francisco, el “ayudante” de Mami Reyna, la mano franca de todo Samaná. Se acercó a él como fuerza magnética imposible de evitar y Francisco le susurró al oído:

Le esperaba bajo la cama. La Muerte le vino a buscar debajo de la cama.

El mulato cinquentón le cogió la mano con suavidad y depositó en silencio sobre su palma una cinta roja. Y desapareció con la lentitud de los veleros en el horizonte. Sin entender sus propios movimientos, Anafe miró debajo de la cama y allí encontró la caracola que Feliciano había depositado en el bolsillo de su pantalón el día que fueron a casa de Mami Reyna, la caracola que requería una y otra vez la compañía de Feliciano, la que bailaba la danza macabra, la que pedía a gritos el cambalache de la vida y muerte. La recogió con la mano que tenía libre y observó que como dama oferente tenía en cada palma precisamente eso, ofrendas de vida y muerte: la cinta roja que se colocaba a los recién nacidos para ahuyentarles los malos espíritus, y la caracola maldita que se llevó a Feliciano.

Justo en ese momento, su hija Yahaira entraba en la casa para anunciarle que en el próximo solsticio de verano sería madre.

50 comentarios:

  1. ¡PRECIOSO RELATO! LE HUBIERA GUSTADO MUCHO A NICOLÁS GUILLÉN,QUIEN,EN SU SON NÚMERO 6 CONFIESA:
    "YORUBA SOY, LLORO EN YORUBA LUCUMÍ..."

    ResponderEliminar
  2. Gracias Manuel por tus pacientes ojos de atento lector.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Un relato con auténtica enjundia literaria. Te felicito, Marisa, me ha gustado mucho.

    Un abrazo.
    Luis.

    ResponderEliminar
  4. Me gusta que hayas disfrutado, Luis. Gracias por tus amables palabras.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Marisa:

    Exquisito relato, con el misterio que solo esos escenarios ofrecen.

    Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

    Frank.

    ResponderEliminar
  6. Es un relato precioso, como siempre leerte es terminar transportada a lugares donde tu imaginación nos prepara un rinconcito para disfrutar de una narración con te y galletas-
    Besos wuapa

    ResponderEliminar
  7. Mi deseo es ese, Cuarentañera: viajar en el espacio y tiempo, y si puedo, haceros partícipes a vosotros. No obstante, los datos del relato referidos a historia, costumbres, religión y demás, no son imaginarios, he hecho un tímido acercamiento ( literario )a la santería dominicana, tema en el que era absolutamente profana hasta hace poco.
    Muchas gracias por tu fiel seguimiento.
    Un beso muy fuerte!

    ResponderEliminar
  8. Bienvenido, Frank. Tú lo has dicho: esos escenarios son fruto de un y mil misterios, como las noches.
    Visitaré encantada tu rincón poético.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  9. hi there, warm greeting!
    if you need unique fonts, you can go to our site.

    keep up the good work!

    ResponderEliminar
  10. Thank you for the information. I will visit his site.
    A greeting!

    ResponderEliminar
  11. Muy bonito el texto un placer leerte.
    que tengas una feliz semana.

    ResponderEliminar
  12. El relato es bello, la verdad es muy atrapante. Tienes un don especial al escribir tus entradas. Gracias por deleitarnos siempe. Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  13. Me alegro de que te haya gustado, Ricardo.
    Feliz semana.

    ResponderEliminar
  14. Gracias a ti, Francisco, por dejar siempre tus amables palabras en este rincón.
    Es un placer que te haya gustado.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  15. Felicitaciones querida amiga, por tu magnifico relato ,un placer visitar tu blog y leer tus entradas, besos de MA y gracias por tu visita y comentario dejado en mi blog.

    ResponderEliminar
  16. Me atrapó totalmente, me transportó a las bellas playas de República Dominicana, el olor del plátano y el queso me abrieron el apetito, la cinta roja y el mal de ojo, me trajeron recuerdos de mi abuela....y el relato fué estupendo. Que más puedo decirte....
    BRILLANTE!!!!!!

    Abrazos Marisa.

    ResponderEliminar
  17. ¡¡Marisa que hermosa historia!!

    Me ha encantado, con su carga de misterio y supertición es de lo mejor que he leido en los últimos tiempos.
    Vaya mi aplauso sincero.

    mariarosa

    ResponderEliminar
  18. Me invitan a leer muchos textos, honor que suelo declinar en varias ocasiones para que la benevolencia no me aboque a la mentira. En tu caso, querida amiga Marisa, y en particular para este relato, no puedo por menos de descubrirme ante un texto tan elegante, tan bien urdido en todos sus detalles y que deja un enorme regusto de satisfacción. Así que no me resta más que agradecerte la sensación que me ha causado tan exótico relato con sabor a mar y árboles frondosos. Asimismo, te agradezco la visita que hiciste a mi humilde rincón. Un abrazo emocionado.

    ResponderEliminar
  19. MA: es una satisfacción para mí que te haya gustado. Gracias por tu crítica.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  20. Adriana: no sabes lo gratificante que es para mí que te haya transportado a esos lugares que conoces. Justamente esa era mi intención, y si lo he conseguido con alguien que lo conoce bien, es el mejor halago que me pueden hacer. Por cierto, qué grato sería escuchar esas historias por boca de tu abuela...Sabiduría de siglos...
    Gracias por tus hermosas palabras.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  21. Mariarosa: tus palabras me han emocionado. Son las mejores que puede recibir quien escribe, sea escritor o no. Me agrada muchísimo que te haya gustado hasta ese extremo.
    Un fuerte beso.

    ResponderEliminar
  22. Jardinero de las nubes: tu comentario viniendo de alguien que escribe con escrupulosa pulcritud es un verdadero halago. Agradecerte tu interés y paciencia por haber leído este relato que ha querido ,caprichosamente, salir un poco extenso , y tus hermosas palabras, que no pueden ser de otra manera viniendo de alguien como tú.
    Ánimo. Un sincero abrazo, amigo.

    ResponderEliminar
  23. Que gran relato, Marisa. Muy bien documentado y ambientado. Te va enganchando sutilmente hasta que te tiene completamente en sus redes.
    Felicidades y un abrazo.

    ResponderEliminar
  24. Xibeliuss: gracias paisano, tú también sabes de deliciosos cuentos, leyendas y relatos con sabor a lumbre de chimenea sanabresa.
    Un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar
  25. Marisa un buen relato que me traspasa conocimientos sobre una cultura desconocida para mi, es entretenido como la trama se entreteje con esas dos variables: los acontecimientos mismos y la revelación de esas costumbres, de esas formas de ser y de vivir. Interesante lo que planteas del sacrificio y la sangre, me hizo recordar a Bataille en El Erotismo, libro en el cual se refiere precisamente a los sacrificios...
    Y bueno, el ciclo perpetuo de la vida y de la muerte, ese del que todos somos parte también perpetuamente.
    Muchos besos!

    ResponderEliminar
  26. Así es, Eva, tu lectura es muy acertada. Espero que hayas disfrutado con el relato y gracias por tus observaciones de atenta lectora.
    Besos.

    ResponderEliminar
  27. hola Marisa, es un placer venir a leerte, me encantaria poder dormir entre tus líenas, gracias, buena atrde, besos

    ResponderEliminar
  28. Gracias, Don Vito...
    Buena tarde. Besos.

    ResponderEliminar
  29. Gracias Marisa ,por tu comentario dejado en mi querido blog.

    Un placer leer tu blog.

    Besos de MA .

    ResponderEliminar
  30. Es un hermoso relato.
    Alguien muy cercana a mi, acaricio la muerte entre espiritus que hacian crecer una criatura en su vientre, alimentandose de su energia vital.
    No me gustaba creer nada de eso, hasta que llamo a la puerta de mi casa intentando tomar la mano de una persona a la que amo.
    Me recordo lo agradecida que le debo de estar a la vida por no volverme a quitar a alguien que amo.

    Gracias :)

    ResponderEliminar
  31. Gracias de nuevo, MA, siempre es un placer pasarse por tu blog.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  32. Leticia, eso que cuentas me produce inquietud, espero que todo fuera bien. Yo sólo he pretendido hacer una recreación de la santería dominicana, respetando siempre tanto lo conocido como lo desconocido.
    Muy interesante tu vivencia. Gracias por compartilra, y me alegro de que te haya gustado el relato.
    Un besito.

    ResponderEliminar
  33. Me ha estremecido tu relato, que he leído con muchísimo placer, Escribes con elegancia, como me parece que ha dicho alguien en un comentario, y la idea es muy original. Me alegro haber conocido tu blog y pienso ser adicto seguidor tuyo. Un abrazo cordial.

    ResponderEliminar
  34. Gracias, Fernando. Sinceramente, también tus sonetos son una verdadera maravilla e invito a conocerlos.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  35. Gran relato. Marisa he disfrutado mucho leyéndote.Me has enganchado definitivamente con lo primero que leo de ti. Enhorabuena

    ResponderEliminar
  36. Gracias Sabela,me agrada que te hayas gustado tanto lo que has visto en este rincón. Siempre serás bien recibida.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  37. Hola Marisa,
    He de reconocer que la primera vez que vine a leer tu relato, empecé a ver oficio, dominio del lenguaje y literatura mágica y un relato tirando a extenso... y me fui. Pensé que, ya hace muchos años que perdí el interés por este tipo de literatura y me dio pereza.
    Ver un comentario tuyo me ha hecho regresar y terminar lo que empecé. Al final, no había literatura mágica, no al menos en la forma, si magia y santería, que de eso se trataba también. Empecé a leerlo de nuevo y entonces se me pareció más a la literatura de viajes, como si algún personaje de Conrad hubiera recalado en un puerto y nos lo estuviera contando en el primer párrafo, con la intención de situarnos, pero no, el narrador comienza con una referencia especial del lugar, una referencia histórica. Entonces, quien nos lo contaba no era un narrador viajero, si no un narrador que sabía de lo que hablaba y se encontraba fuera de los acontecimientos...
    No voy a seguir desgranando lo que me parecía y no era y con lo que me iba encontrando hasta que me dejé llevar sin oposición, pero voy a decirte que escribes de forma muy fluida y cuidada, que no dejas nada al azar y que no hay, aunque me empeñe, por donde decir que este relato “chirría” porque simplemente es perfecto, además de que cuentas una historia muy bonita y de verdadero interés. Siento haberme extendido tanto, pero necesitaba decirte por qué me fui la primera vez y los errores que se producen con la anticipación, cosas que tu ya conoces perfectamente. Ah, y porque me quedé.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  38. ¡¡Buenísimo!!
    Una historia con el suspenso justo y muy cierta; la muerte nos espera donde menos la esperamos.
    Un abrazo.

    Alejandro

    ResponderEliminar
  39. Querida amiga gracias por ser a si de maravillosa y dejar tan hermosos y cálidos comentarios en mi blog, tu blog amigo .

    Besos de MA para ti, y volveré a visitar tu casa cuando de nuevo , escribas nuevo post, mis felicitaciones otra vez por esta entrada de relato y texto tan magnifico.

    ResponderEliminar
  40. Hola Antonio:
    No sabes hasta qué punto agradezco tu sinceridad y hasta qué punto te entiendo. Yo era alérgica a los relatos extensos, a mí me pasaba igual que a ti, pero cuando acabé este me di cuenta de dos cosas.
    La primera que era consciente de su extensión, por tanto, también lo era de que iba a tener menos lecturas por eso de la pereza lectora que todos tenemos de vez en cuando. Pero la "Ley de Murphy" es mucha Ley, y grande ha sido mi sorpresa cuando me encuentro que ha tenido más lecturas que ningún otro. Como ves, no doy ni una.
    La segunda, que esta entrada realmente no la he hecho para fuera "apetecible",carece de marketing ( lo sé ), la hice porque fue un relato que fluía como lo ha hecho, ajeno a la extensión, asique consideré su peso no por el número de líneas que tenía sino por una trama que no quería dañar en favor de su extensión.

    Me alegro muchísimo de tu retorno, que lo hayas leído y que encima te haya gustado. Todo un lujo. Gracias muchas y sinceras.
    Y...como ves...a entrada extensa, comentario extenso,jeje.
    Es un placer tenerte por aquí, Antonio.
    Un fuerte abrazo, Capitán Garfio.

    ResponderEliminar
  41. Qué sorpresa, Alejandro. Te agradezco mucho tus palabras y me da gran satisfacción de que te haya gustado. Sí, la muerte no tiene tarjeta de visita, es su mayor virtud...
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  42. Gracias de nuevo, MA. Mis comentarios tan sólo reflejan lo que transmite tu blog.
    Un besito.

    ResponderEliminar
  43. No sé qué extraña ley lo rige, pero es cierto, cuando alguien se va, alguien nuevo aparece, y nada puede evitarlo. Ha vuelto el recuerdo del que se fué mientras por los pasillos la ví pasar, una nueva vida a punto de llegar justo en el mismo segundo. Nuestros malos momentos son para otros la alegría por una nueva vida.
    ¡Felicidades por el relato!

    ResponderEliminar
  44. Sí Maverick, es la ley de la vida y de nuestra especie, y no puede ser de otra manera. Ya sabes, la partida de ajedrez entre la vida y la muerte.
    Me alegro de que te haya gustado.
    Un beso paralaescritoraquenoquierepublicarenblog.

    ResponderEliminar
  45. Me ha gustado mucho tu relato,evidencia buen manejo del lenguaje y pasajes descriptivos muy bien constuidos.
    Saludos, y un gusto haber caído en este blog.

    ResponderEliminar
  46. Paso como otras veces, pero esta vez quise dejar huella en esa playa de Samaná

    un abrazote lleno de poesía

    ResponderEliminar
  47. Gracias por tus palabras, Noelia. Bienvenida al blog cuando tu quieras.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  48. Esa playa que tú tienes más cerca que yo, Francisco. Gracias pot tu huella poética.
    Un fuerte abrazo, poeta.

    ResponderEliminar
  49. Magico relato tan real como la imaginacion...hermoso.

    beso
    druida.

    ResponderEliminar
  50. La realidad y la imaginación se funden en abrazos en alguna ocasión, Druida.
    Gracias por tus palabras.
    Un abrazo de esa fusión.

    ResponderEliminar

Ningún comentario será desechado salvo que se trate de vía spam. Agradezco la no inclusión de referencias publicitarias, comerciales o de autopromoción. Gracias por su tiempo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...