No había mares en Royal City, aunque mirando los atardeceres de fuego en la lejanía algunos hablaban del mar de La Mancha, ese que no conoce la fina línea que separa los campos sombríos y el cielo que sangra al atardecer.
No había mares, por tanto, no debía de haber barcas varadas resguardadas de la resaca o golpes de mar, esperando a ese corazón solitario y marinero que las sumergiera en el placer infinito, casi orgásmico, del contacto salado de aguas cálidas.
No había mares ni barcas varadas pero una noche la brisa trajo flotando acordes y melodías que traducían palabras nunca dichas y besos nunca dados, y un océano negro y centelleante, espejo de luna coqueta, emergió de la nada, de la casualidad o la causalidad. Y un corazón temeroso se atrevió a inventar una barca y adentrarse en el sabor de la oscuridad de ese mar tan desconocido como magnético. Y apareció ante sus ojos. Era ella. La ondina. Había oído hablar tanto de ella...
No había mares ni barcas varadas, ni marineros ni océanos, ni tan siquiera había noche, pero ahí estaba ella. Provocando melodías de cantos de sirena, hablando con miradas y acariciando con silencios, alejándose con su cercanía y acercándose con sus labios de ojos abiertos... La observó hasta que la noche abrió sus ojos, lentamente, con resaca de besos y sabores, incluso la acarició y poseyó en ese sueño que es vigilia. Fue una de esas únicas noches que se instalan perezosas en el rincón más privado del alma. Y amaneció... La noche se fue con la ondina entre aromas de voces. Y es que la ondina y su voz son la misma cosa...
Ahora sé que existe.
Delicioso y bucólico relato de un ser que se adentra en el mágico mundo de los 29 signos del variante alfabeto latino y nos impulsa a un viaje onírico en busca de La Ondina.
ResponderEliminarEmotiva y sorprendente, esta narración nos evoca la sensibilidad que mueve a cada uno de nosotros,en nuestra esencia, que es alma, a transitar por la vereda de la vehemencia en la búsqueda de una promesa siempre por cumplir.
!! Enhorabuena Marisa!!
Mi agradecimiento por hacernos partícipes de tu fascinante delicadeza en la armonía de tu descripción.
Después de aquella noche fui zahorí de sueños.Sin horizontes donde buscar a la ondina me inventé mares de invierno: los habito entre los angustiosos hielos de la soledad. El único y verdadero mar hallado fue la lágrima del olvido. Sigo navegando pues la ondina no sólo es voz, es, de otro modo, agua no asida, tiempo líquido. Espero la alegre lluvia de abril donde regrese.
ResponderEliminarEs curioso, compartimos personaje, no somos tan diferentes. Relato magníficamente sugerente.
Gracias por ambos comentarios tan generosos.
ResponderEliminarMucho talento escondido detrás de un rostro ajeno...interesante prosa, de verdad me gustó...ahora, si lees tanta poesía, por qué no escribes en lírica, o acaso lo haces?
ResponderEliminarUn abrazo...
Lo hago.Malos tiempos para la lírica pero hacerlo lo hago, o se intenta. Hay un estado intermedio entre la prosa y la lírica que, como bien sabes, es la prosa poética, te da la comodidad de la prosa y el sentimiento de la lírica, y entre "ambos dos me hallo". Mi blog es muy " pibe " pero la locura de Erasmo siempre me ha fascinado, asique...una lanza erásmica por la poesía desnuda que colgaré, que por cierto, cultivas excelentemente.
ResponderEliminarUn saludo desde ESpaña.
Estas aguas dulces llenas de mil secretos que se esconden en el fondo arrastran el fango hasta más allá de los mares, seguramente ya lo sabe, pero ellas, las aguas, siempre marcan el camino, no importa lo que han de sortear. El primer paso sobre ellas nos lleva sin remedio al fondo, el segundo es más sencillo.
ResponderEliminarEn la "noche más oscura del alma", emergió el faro de mil ojos , alertando a los bajeles más bravíos de los peligros de insensibles rocas y de seres amantes de los fondos marinos.
ResponderEliminarGracias Maverick, por ser hoy ese faro en el desierto atlántico.