Niceto de Zamacois
NICETO DE ZAMACOIS
TESTAMENTO DEL
GALLO PITAGÓRICO
Bilbao,
Vizcaya, España 1820 - México, D.F., México 30 de octubre de 1885. Fue un historiador, periodista, novelista y poeta
español, emigrado a México en 1840, en donde murió a los 65 años de edad
después de hacer importantes contribuciones historiográficas y periodísticas a
su país de adopción, además de haber publicado también novelas, poesía, ensayos,
teatro y traducciones. En 1855
publica la obra que nos ocupará: Testamento del Gallo Pitagórico, obra
mordaz y satírica sobre la política y la sociedad del México de su tiempo pero
muy actual en sus postulados e incluso extensible para los aconteceres
políticos de nuestro país.
Esta obra está inspirada en la que publicó Juan
Bautista Morales en México entre 1842-1844,
El
Gallo Pitagórico, crónica
político- satírica de enorme éxito y reeditada en numerosas ocasiones.
Las excelentes litografías
que incluyo son de Plácido Blanco, Joaquín Heredia, y Casimiro
Castro pero no pertenecen a la obra de Zamacois sino a la de Juan Bautista
Morales; esta fue la primera gran obra que se ilustra con caricaturas políticas.
Comencemos con la primera
página
de este libro. La finalidad de esta obra, el
mismo Zamacois nos la indica en este
espacio, despertando ya la primera sonrisa:
TESTAMENTO DEL GALLO
PITAGÓRICO
OBRA SATÍRICA,
JOCOSA, CRITICA, BURLESCA Y DE
CARCAJADAS, ESCRITA
PARA ESCARMIENTO DE PICAROS Y
REGOCIJO DE HONRADOS.
S U A U T O R:
Niceto de Zamacois
MEXICO.
TIPOGRAFÍA DE
VICENTE SEGURA, CALLE DE CADENA NVM. 10,
1855
En la dedicatoria a un amigo encontramos una excelente definición de lo que es la sátira, fruto de aconteceres políticos que a más de a uno nos
recordarán a algo cercano…:
A MI PREDILECTO AMIGO
D. SEVERO MARÍA SARDANA.
DEDICATORIA
La sátira se escribe con la sonrisa en los labios y la amargura en el corazón; pues solo cuando este está desgarrado por el dolor de
ver los males incurables a que han conducido los aspirantes
de la nación, debe coger la
pluma para exprimir sobre el papel, permítaseme la expresión, las hondas penas
del alma.
Y ya en el capítulo 1º nos encontramos con la carta del menú que
degustaremos: este mundo es una gran casa
de locos, incluidas las excepciones…:
Este mundo es una gran casa de locos (salvo ninguna excepción)
donde el más loco es aquel que da en la locura de tener por cuerdas las máximas
de ellos. Los hombres más sabios no son más que unos orates con lúcidos
intervalos que al cabo dan a conocer su locura aún a los de cerebro más mal
arreglado, como el burro que se disfrazó con la piel de león, y que al fin vino
a descubrir lo que era por no poder ocultar sus borricales orejas.

Pasemos a las presentaciones, al
capítulo 2º, a conocer al gallo en cuestión, reencarnación del mismo
Pitágoras y filósofo-pedagogo sin igual…:
Estas reflexiones hacía yo una
noche (…) consideré que ninguna persona humana podía llegar a la ventana y
menos caber detrás de ella; pero venciendo al fin mi natural terror, corrí
apresuradamente, y con asombro vi ni más ni menos que un hermoso gallo,
pronunciando mi nombre, con el mayor afecto, y que tendiéndome una de sus patas,
con la misma franqueza con que se tienden la mano dos buenos amigos, y de
penetrar en mi cuarto, donde se colocó sobre el palo de una silla que estaba en
frente de la mía, tuvo conmigo el siguiente diálogo.
— Dos objetos son los que me
han traído: el primero el de enseñarte a que no tengas por locos a los
grandes hombres, que no comprendes, como Pitágoras, y que la locura existe en
tu cabeza de chorlito que no
concibe lo maravilloso y sorprendente
El segundo objeto de mi visita es hacer mi
testamento, y que tú lo publiques donde mejor te parezca (…)
Figúrese el lector cuál
sería mi asombro al escuchar hablar de esta manera al mismísimo Pitágoras bajo
la forma de un gallo.
Atención a la siguiente
receta de cocina de la que nos previene el gallo en el capítulo 3º: indigestión asegurada si se trata de cocineros políticos…:
Tan difícil como hallar la
cuadratura del círculo,
seria encontrar en estos tiempos un solo hombre, de esos que están al partido
que vence, que no proclame la libertad, que es la salsa con que se guisan todas
las revoluciones con provecho de los cocineros políticos que se reproducen
como la langosta, y que guisando al pueblo ya monárquicamente, ya a la
republicana, le dejan perecer de hambre, apoderándose ellos, así que otros
han derrocado al que mandaba, de la tajada de los empleos.
La
sinceridad del gallo con respecto al desempleo es de admirar; nadie hay más prójimo de sí
mismo que uno mismo…:
Olvida aquella sublime máxima: no quieras para otro lo que no quieras
para ti; porque yo no quisiera que el empleo que me correspondiese
por merecimiento, me lo quitaran a mí para dárselo a quien no lo
merezca; pero quiero que con estas mismas circunstancias se lo quiten a otro y me
lo den a mí que prójimo por prójimo, nadie más prójimo mío que yo mismo, y
siempre yo.
Lo que dice
el gallo a continuación ¿es realmente un consejo para los
políticos o una advertencia para el pueblo? Juzguen
ustedes…:
Siempre que anheles subir
al poder, halaga al pueblo proclamando sus derechos, porque él será el escalón único que te
coloque donde deseas; pero cuando hayas conseguido tus fines arrincónale como
se arrinconan los andamios después de concluido el edificio, pues tu pueblo
no es más que una máquina que se mueve a merced del último que le toca.
En la
política, el medrar y el tener honor son completamente incompatibles a los ojos
del gallo pitagórico:
Si quieres medrar, echa la vergüenza a la espalda, y arroja
de tu corazón el honor como una carga que te impide caminar por el sendero
de los destinos; y si el que está en el poder exigiere de ti los más bajos
servicios, obedece solícito, que muchos de los que ves figurar han
desempeñado el mismo cargo para conseguir los empleos que tú envidias.
El gallo
propone como carrera de futuro la licenciatura del equilibrismo político utilizando como contrapeso el erario nacional:
Si quieres que te reciban con aprecio en la sociedad, en vez de estudiar
filosofía y leyes, estudia el arte de no perder el equilibrio en política,
siendo siempre tu contrapeso el erario nacional, cuya plata la colocarás en el
bolsillo izquierdo y el derecho, para nivelar e! peso y quedar siempre de pies.
Que estén
atentas las sanguijuelas del erario público porque pueden seguir vampirizando a la nación
ya que la horca solo se hizo para los ladrones pequeños, no para los grandes:
Si alguna vez logras mirarte en el poder, no olvides que la fortuna es
calva, y que al fin se te escapará de las manos; para que antes que tal suceda,
te pegues al pecho de la patria que es el erario, y chupes sin descanso
cuanto puedas; que aunque después te llamen ladrón por detrás, te elogiarán
por delante, y nadie te ahorcará, pues la horca aunque se hizo para los
ladrones, no fue para los grandes sino para los chicos.
Después de
criticar todo lo criticable desde el punto de vista político, el gallo llega al
capítulo 7º. Buen momento para que se moje las plumas desvelándonos qué sistema
de gobierno es el mejor. Me
permito solicitar la mayor atención al lector sobre la respuesta de nuestro
gallo porque a pesar de sus más de 150 años de antigüedad, es lo más actual y cuerdo
que se puede proyectar a los últimos tiempos de nuestro querido país:
_ Y a vos, señor gallo, ¿qué sistema de gobierno os parece el mejor?
—Cuando los gobernantes aman su patria, todos; cuando tratan de
engordar sus bolsillos, ninguno; aunque para los aspirantes todos son
iguales; o mejor dicho, el único bueno para ellos, es aquel en que han
logrado servir a la patria percibiendo de ella un buen sueldo por no hacer
nada. Mas si algún día viendo que el ser hombre de bien, solo te trae, como
sucede siempre, persecuciones, miseria y hambres, aprende de memoria las
máximas que cada uno de los patrioteros sigue, porque ellas son las únicas que
acatan todos aquellos que quieren vivir a expensas de sus conciudadanos, sean
de la opinión política que fueren, que yo voy a tratar de darte a conocer
lo que son todos esos falsos políticos.
—Os escucho, señor gallo, con la atención que un tierno amante
suele oír las palabras de amor de una hermosa.
Le toca el
turno a lo que nuestro gallo llama empleomanía, entiéndase por nepotismo, es decir, el
favorecer a alguien -especialmente de la
familia- para que ocupe puestos públicos,
remunerados con dinero público y sin que se haga público…También muy actual…:
(SOBRE LOS EXALTADOS)
_ ¡Ay, amigo mío! los falsos patriotas que abundan en todos los partidos,
no son más que sanguijuelas del erario nacional: la empleomanía está tan en
moda en todo el mundo, que ya es una epidemia mil veces peor que el cólera
morbo, que aflige al cuerpo social; sí, la empleomanía, como dice un periódico
oficial titulado el Progreso, es la sarna de la sociedad. Una nube de
pretendientes envuelve a los gobernantes durante su permanencia en el poder:
por todas partes tropiezan con hombres que los acechan con el sombrero
en una mano y el memorial en la otra. (…) son infinitos los parásitos del
erario; son infinitos los vampiros del pueblo.
—Es mucha verdad; para poder contentar a todos, sería preciso que
respecto a empleos, se reprodujera diariamente el milagro de los panes y de los
peces; pues todo aquel que solicita y no alcanza, se convierte en enemigo
del gobierno.
—Sí; pero sería necesario también que, para poder complacer a todos,
se reprodujera el mismo milagro respecto al tesoro público.
Nuestro
gallo tiene muy claro lo que es un hipócrita político: el que defiende al clero y a la Iglesia pero
toman de ellos lo que puede, el defensor de adorar únicamente a Dios pero
doblándose de rodillas ante los poderosos para conseguir beneficio propio, el
que critica el despilfarre de otros gobiernos pero él aniquila el erario
nacional a la vez que arruina al pueblo recargándole de contribuciones.
Esto último, lector, me ha llegado al alma, quizás también pitagórica, como la
de nuestro gallo. Óiganle, que no lo digo yo, lo dice él:
(SOBRE LOS CONSERVADORES)
El que trata de no arriesgar el todo por el todo, y prefiere una vida
patriarcal y libre de zozobras, a una de agitaciones que, aunque puede producir
más si es favorable la fortuna, puede, si es contraria, dejarle en la misma
miseria de que anhela salir, filiese en el partido Conservador, esto es,
hágase hipócrita político; y aunque sea más hereje que Calvino, predique la
observancia del Evangelio, defienda al clero y los bienes de la iglesia, a la vez que de de uno y otra coge lo que puede; diga que en las
escamas de los peces de cierta iglesia, se ha aparecido la imagen de la Madre
de Dios, aunque no lo crean. (…) la gente devota a quienes engaña, le prestan
su protección y le tienen por un santo. El hipócrita político, esto es, el
conservador, aun cuando la fortuna le sea contraria, siempre tendrá seguros,
torta, vestido y casa; y si sabe hacer bien la barba á las monjas y á los
guardianes, fácil le será llegar a mayordomo de monjas, donde se puede meter
la mano hasta el codo sin que se note falta alguna en las arcas.
—Excelente partido para asegurar un porvenir descansado.
_(…) Predica honor, y se humilla ante el poderoso: proclama la verdad, y
adula e inciensa a los que mandan: dice que a Dios únicamente se debe
adorar, y dobla la rodilla ante los hombres cubiertos de falso oropel, casi
divinizándolos en sus escritos: asegura que todo lo del mundo es falible, y
ataca sin compasión a los que osan hacer alguna advertencia a los que
reconoce por señores: llama pompa vana a todo lo del mundo, y se arrastra por
el suelo para conseguir un título de nobleza, una cruz de alguna orden, y
plumas y mantos de caballero; habla contra los despilfarres da otros
gobiernos, y él aniquila el erario nacional, pegándose al pecho de la patria y
chupándola sin compasión, a la vez que arruina a los pueblos recargándoles de
contribuciones.
—Ya veo que todos los partidos tienen en su seno hijos que les hacen
más daño que si fueran realmente de otra opinión: hombres que solo tratan
de vivir a expensas de los buenos, y que no tienen más patria que su
bolsillo.
¿Y qué les parecería vivir a expensas de la
raza entera de Adán? Nuestro gallo pitagórico les da la fórmula
magistral a todos aquellos que opten por la vía política:
(SOBRE LOS MODERADOS)
El que sin tener opinión ninguna trata de quedar siempre guardando el
equilibrio y sin caer jamás sino de pies, se hace moderado y se coloca
en el justo medio; esto es, en el alambre de la maroma política,
desde donde con una mano agarra al conservador para ver lo que de este coge, y
con la otra se afianza de los exaltados para ver lo que pesca, sin declararse
enemigo de nadie. (…) Así logra sin ruido y sin estrépito, y sin llamar
la atención de envidiosos, ir subiendo de puesto en puesto, de empleo en
empleo, y de destino en destino, viviendo en armonía con todos los partidos, y
chupando constantemente del erario
nacional; pues así logra que pase por patriotismo y política, lo que no es
más que un refinado egoísmo. Eso se llama estar al sol que más calienta: ser
amigo de todos y de ninguno, y vivir a expensas de la raza entera de Adán.
(…)
El gallo
filosófico no quiere que nos perdamos en divagaciones así que llega a unas conclusiones sobre lo expuesto: la doctrina
del adular es la
panacea:
-¿Quiere decir que todos los hombres son lo mismo?
- Sí. (…) Para medrar saben muy bien, tanto aspirantes,
exaltados, conservadores, monarquistas como moderados, que es preciso, ante
todas cosas, ser adulador, y hacer la barba a los superiores; pues de esta
manera se llega de un simple criado a un amigo, del amo; de galopín a camarista;
de portador de esquelas, a secretario de ministro y de lego a mayordomo.
- ¡Excelente doctrina!
Por último,
lanza su más preciado quiquiriquí: la libertad del pueblo y del individuo para poder
alcanzar la felicidad:
—Por lo que veo, señor gallo, vos no sois de ningún partido, pues de
todos habláis mal. (…)
—Yo pertenezco al partido liberal.
— ¡Al partido liberal!
—Sí; al partido liberal; porque la libertad es la garantía de todo
ciudadano, y la valla que contiene los desmanes del que manda: la libertad da
al hombre todos los derechos que el Hacedor le dio al criarlo, y que los
tiranos por tanto tiempo se los usurparon, condenando al hombre a ser esclavo
de los caprichos del trono; la libertad defiende al honrado ciudadano de la
injusticia del poderoso, y condena al malvado, aun cuando pertenezca a la clase
mas distinguida; porque la libertad le concede a cada hombre el derecho de
pedir justicia, haciéndole, ante la ley, igual en un todo el mayor de la
tierra: una nación sin libertad jamás será feliz.
Estas bellas
y últimas palabras del gallo pitagórico se me antojan como el antídoto de
muchos males que se suceden día tras día después de cada quiquiriquí matutino
que ya ni tan siquiera oímos o queremos oír. No hablo exactamente de política.
Hablo de libertad.