Miguel de Cervantes
Retrato atribuido a
Juan de Jáuregui
Pocos aspectos nuevos se pueden
decir de esta obra consagrada por la literatura y por la humanidad. Quizás el
paso del tiempo es el que va permitiendo que se abran nuevas vías de acceso al
estudio de esta novela. Y la lengua,
como ser vivo y cambiante, tiene
mucho que ver con esta cuestión. El éxito universal de esta obra ha dado lugar
a cambios en nuestra lengua, el castellano, que no es más que el espejo de cómo
nos comunicamos. Sí, en este caso, es la
literatura quien ha hecho cambiar a la lengua y no al contrario.
Me ha resultado de gran interés
observar como nombres propios de esta obra cervantina, han pasado a
nombres comunes. Los inmortales personajes que creó Cervantes de la
arcilla de la ficción, los hemos sentidos tan reales y verdaderos que todos hemos querido participar de sus
aventuras y peripecias convirtiéndolos
en personas. Y la Lengua y la RAE nos han hecho realidad ese sueño.
Obsérvenlo:
Fernando Rey
interpretando a Don Quijote
DON QUIJOTE
Quijote:
1. m.
Hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresada y
comprometidamente en defensa de causas que considera justas, sin conseguirlo.
(RAE)
2. m. Hombre alto, flaco y grave, cuyo aspecto
y carácter hacen recordar al héroe cervantino. (RAE)
Obsérvese que no solo la cualidad
de idealismo quimérico de D. Quijote
ha pasado a cualquier persona común, sino que también sus atributos físicos tal y como los describió Cervantes. El personaje ha creado a la persona.
Todos podemos ser quijotes. Incluso, también ha contagiado a otros términos:
Quijotada:
1. f.
Acción propia de un quijote. (RAE)
Quijotería:
1. f.
Modo de proceder de un quijote. (RAE)
Quijotesco, ca:
1.
adj. Que obra con quijotería. (RAE)
2.
adj. Que se ejecuta con quijotería. (RAE)
3.
adj. Propio o característico de Don Quijote de la Mancha o de cualquier quijote.
(RAE)
Curiosa esta 3ª acepción que da
la RAE para este adjetivo, donde a Don Quijote y a “cualquier quijote” los hace sinónimos ya que sus actos pueden
ser igualmente “quijotescos”. Personaje
y persona se difuminan.
Quijotescamente:
1.
adv. m. Con quijotismo. (RAE)
Quijotil:
1.
adj. Perteneciente o relativo al quijote. (RAE)
Quijotismo:
1. m.
Exageración en los sentimientos caballerosos. (RAE)
Adjetivos y adverbios no hacen
más que consolidar esa metamorfosis de Don Quijote, esa popularización del término propio al común, esa mutación del
personaje a la persona.
Alfredo Landa
interpretando a Sancho Panza
SANCHO
Sancho:
1. m.
Ter. Cerdo. (RAE)
A Sancho Panza lo identificamos
con el realismo, no con este
mamífero. Curiosamente, he consultado un diccionario de 1895 y este significado
no estaba recogido allí en el siglo XIX, por tanto, me inclino a pensar que es
una acepción posterior. No obstante, me quedo con el significado que la RAE le
da un poco más abajo, eso sí, conservándolo como nombre propio:
2.”
encontrar, o topar, Sancho con su rocín”. Locs. verbs. Hallar alguien
otro semejante a él o de su ingenio. (RAE)
Aunque el nombre no haya pasado a
lo común, es evidente que, por el contrario,
el ingenio de Sancho Panza,
esa sabiduría popular que solo la puede otorgar la mirada realista de las cosas,
se ha hecho común en nuestra lengua.
Y ahora sí, observen el adjetivo
que sigue a continuación en el que podrán reconocer a nuestro entrañable Sancho
Panza, adjetivo que se puede aplicar a cualquier persona. Por tanto, de nuevo otra metamorfosis del personaje a la
persona.
Sanchopancesco:
1.
adj. Propio de Sancho Panza, escudero de don Quijote. (RAE)
2.
adj. Falto de idealidad, acomodaticio y socarrón. (RAE)
Dulcinea del Toboso por
Charles Robert Leslie
DULCINEA:
Si se preguntan si este
personaje, este amor platónico de
Don Quijote, ha pasado a nombre común, la respuesta es gratamente afirmativa.
Todas podemos ser esa Dulcinea única de El
Quijote, esa dama idealizada en
virtudes y belleza, en definitiva, esa mujer querida. Tercera metamorfosis:
1. f.
coloq. Mujer querida. (RAE)
2. f.
p. us. Aspiración ideal, fantástica comúnmente. (RAE)
Don Quijote y Rocinante
por Salvador Dalí
ROCINANTE:
Y qué sería de ese caballero
manchego sin su Rocinante… Por él dio la vida en el capítulo de los yangüeses
al quedar el rocín prendado de una bella yegua no reservada para sus arrumacos.
Caballero y rocín acabaron descalabrados. Bien se merece entonces que su nombre pase al ámbito común, para
que los rocines futuros puedan llevar su nombre y sus andanzas:
1. m.
Rocín matalón. (RAE)
Aunque lo de “matalón” no sea
propiamente un piropo…
Grabado de Fierabrás en
Le roman de Fierabras le Géant, de Jehan
Bagnyon (1497)
FIERABRÁS:
Después de tanta batalla y de
tanto desfazer entuertos, cuerpo y
alma de Don Quijote están más que maltrechos. Ha llegado la hora de repararlos
preparando el Bálsamo de Fierabrás,
famoso gigante de los antiguos libros de
caballerías, o del “Feo Blas”, como Sancho lo llamaba. Los resultados de su
ingesta no fueron los esperables, pero el “Feo Blas” también ha acabado
convirtiéndose en persona. El fiero gigante/caballero y su personaje también
han pasado a nombre común.
Cualquiera de nosotros puede ser un fierabrás, especialmente los niños…:
1. m.
coloq. Persona mala, perversa, ingobernable. Se usa generalmente para referirse
a los niños traviesos. (RAE)
Maritornes con Don
Quijote, grabado de Gustave Doré
MARITORNES:
No olvidemos a la moza asturiana que sirve comidas en la
Venta de Palomeque. Se la describe como “ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del
otro no muy sana”. No atesora mucha
beldad pero es la que siente verdadera compasión por Don Quijote y su
escudero y la que desencadena toda una divertida aventura nocturna entre cama y
cama de la venta. Cervantes la describe tan poco agraciada que así ha pasado al significado de su término
común, porque este nombre propio también se
ha convertido en persona:
1.
f. coloq. Moza de
servicio, ordinaria, fea y hombruna. (RAE)
Sancho Panza (Alfredo
Landa) abrazando a Rucio
RUCIO:
El querido burro de Sancho también aparece en el diccionario de la RAE,
como sustantivo común o como adjetivo.
En este caso conviene aclarar que su etimología es latina (Del lat. roscĭdus,
de ros, rocío), por tanto, salvo opinión más autorizada, no considero que sea
una herencia cervantina. Pero ahí lo tenemos, otro personaje con nombre propio
convertido en común:
1.
adj. Dicho de una
bestia: De color pardo claro, blanquecino o canoso. U. t. c. s.(RAE)
Por último, me ha llamado la
atención el significado actual de dos términos que aparecen
en El Quijote. Esta vez no se trata
de nombres propios sino de comunes pero
que han ampliado su significado, en ellos se ha producido un cambio semántico,
indudablemente, por contagio de esta obra: molinos e ínsula.
Molinos y gigantes
MOLINO:
La RAE conserva su significado de
“Máquina para moler”. Cuando se refiere a los
“Molinos de viento”, añade que poseen aspas movidas, lógicamente, por el
viento. Pero, observen el 2º significado que se le otorga:
1.
m. pl. Enemigos fantásticos o imaginarios. (RAE)
El recuerdo a la
aventura de los molinos-gigantes quijotescos es más que evidente.
Sancho gobernador de la
Ínsula Barataria
ÍNSULA:
Sancho, movido por la codicia o
por la necesidad, según cómo se mire, accede a acompañar a Don Quijote en el
título de escudero ya que el caballero le promete el gobierno de una ínsula. Este término procede del latín y tiene el
significado de “isla”. Pero observen la primera acepción que le da la RAE:
1.
f. Lugar pequeño o
gobierno de poca entidad, a semejanza del encomendado a Sancho en el Quijote.
(RAE)
Por si nos quedaba alguna duda
sobre esa remembranza a El Quijote, los propios académicos
de la RAE nos la disipan aludiendo explícitamente a esta obra.

En conclusión,
el éxito de El Quijote desde el Siglo de Oro hasta nuestros días ha sido tan
titánico que su influencia no se limita
solo a las obras literarias posteriores sino que también ha alcanzado hasta a
la misma lengua, creando nuevos términos o ampliando la significación de
los existentes. No hace falta haber
leído ni una sola línea de esta obra cervantina para conocer e incluso
querer al lunático-cuerdo Don Quijote, al pragmático y divertido Sancho Panza,
o a la bella y platónica Dulcinea. No ha hecho falta leer ni una sola línea de El Quijote para conocer las andanzas de
caballero y escudero, la aventura de los molinos-gigantes, los
rebaños-ejércitos o las ventas-castillos. Aunque sea literatura escrita, tiene
mucho componente de literatura oral que
ha pasado de generación en generación a través de los siglos mediante un
proceso donde el pueblo, los lectores, han provocado una de las más bellas
metamorfosis literarias: convertir a los
personajes en personas, de carne y hueso.
Les invito a que lean, si no lo
han hecho ya, el más fiel documento de una lengua castellana ya prácticamente
formada, y la obra literaria más universal de todos los tiempos. Joya, pues, de nuestra lengua y de nuestra
literatura.