Manzanal de Arriba (Zamora)
Fotografía: Marisa Vegas
UN VIAJE EN EL TIEMPO: MANZANAL DE ARRIBA
TRADICIÓN EN TIERRA DE LOBOS
(2ª parte)
Y sigo perdiéndome en
ese tiempo detenido en calles, casas,
piedras y pizarras, en ese viento perfumado de otros siglos y petrificado en
Manzanal.
Pasear por un pueblo
cuyas casas son todas de piedra y
pizarra es como sentirte dentro de una maqueta
medieval. Sin embargo, no podemos ocultar la existencia de algunas cuya
apariencia exterior en sus fachadas es de un tosco ladrillo. Me contaban los lugareños que, en realidad, ¡son de
piedra! al igual que el resto, solo que en su día, por peligro de
derrumbamiento, se recubrió esa piedra con ladrillo para reforzar la estructura
de sus fachadas. Son pocas y actualmente sus habitantes se esfuerzan por
retirar esos ladrillos y dejar al
descubierto la hermosa y originaria piedra que las creó. No obstante,
siempre hay algún “atentado” de construcción actual contra el buen gusto y la
estética del lugar, ostentoso en su objetivo pero de resultado bastante
discutible al introducir elementos de construcción que guillotinan la estética
de la piedra originaria del lugar.
Manzanal
de Arriba (Zamora)
Fotografía:
Marisa Vegas
Casas de puertas de dimensiones diminutas que
nos hacen imaginar estaturas, de sus antiguos moradores, muy diferentes a las
actuales.
Manzanal
de Arriba (Zamora)
Fotografía:
Marisa Vegas
Casas de puertas asimétricas, de madera vencida
por los años, y de poyetes
improvisados que guardan el secreto de conversaciones de atardeceres estivales al
fresco.
Manzanal
de Arriba (Zamora)
Fotografía:
Marisa Vegas
Puertas
originarias de
madera pero rejuvenecidas con el color de la sangre de las moras que inundan la
ribera del río.
Detalle
de casa de Manzanal de Arriba
Fotografía:
Marisa Vegas
Puertas
tatuadas con el óxido de cerraduras
moldeadas al calor de una forja rudimentaria. Cerraduras esperando la llegada
de grandes llaves extraviadas en el
olvido de los años. Tan extraviadas que sobre ellas pende el manto de una telaraña que es quien se ha apoderado
de la propiedad de esa cerradura sellando la memoria del tiempo.
Detalle
de puerta casa de Manzanal
Fotografía:
Marisa Vegas
Puertas
con aldabas y pomos
ancianos, de sencilla belleza utilitaria cuyo óxido se encadena con eterna
fidelidad a tablones de madera vencedores de la batalla del tiempo.
Detalle
puerta de casa de Manzanal
Fotografía:
Marisa Vegas
Puertas
sin llaves, de
cerraduras que solo el ingenio sabe construir. También la necesidad. Huellas,
en todo caso, aún tangibles, de la confianza depositada en el vecino amigo y
hermano.
Casas
de Manzanal de Arriba
Fotografía:
Marisa Vegas
Puerta
con puerta, vecino
junto a vecino bajo el mismo cielo de
pizarra gris.
Casa
de Manzanal de Arriba
Fotografía:
Marisa Vegas
Puertas
mirando a ventanas,
ventanas vigilando puertas de entrada y salida. Rincones de piedra y madera en los que se escribió la vida
cotidiana de sus gentes.
Casa
de Manzanal de Arriba
Fotografía:
Marisa Vegas
Puertas
sosteniendo sobre sus hombros cansados a balconadas que, lamentablemente, no han
resistido el paso del tiempo.
Balconada
de casa de Manzanal
Fotografía:
Marisa Vegas
Balconadas
exhibiendo sus esqueletos de madera. Calladas en un
silencio que albergó las miradas de la caída del atardecer mientras la vida
pasaba bajo sus pies.
Escaleras
de casa de Manzanal
Fotografía:
Marisa Vegas
Escaleras
de piedra cubiertas
por el verdín del tiempo, ascenso al descanso después de una jornada de campo.
Casa
de Manzanal de Arriba
Fotografía:
Marisa Vegas
Puerta,
balconada y escaleras de la casa deshabitada y –quizás- la
más típica de Manzanal. La balconada de madera aún conserva la talla de su
decoración que el tiempo no ha podido ajar. Las artesanales escaleras pétreas,
tan bien conservadas, hasta hace pocos años eran el lugar de reunión de adolescentes y jóvenes veraneantes en esas
largas e inolvidables noches de verano de cielo negro tupido de estrellas, según
me relataba una joven participante en tales eventos, que lo recuerda
actualmente con nostalgia y una emoción que se contagia.
Casa
derruida en Manzanal
Fotografía:
Marisa Vegas
Techos
huérfanos de pizarra y azules de cielo. El
tiempo, tirano de las horas, a veces gana el pulso a la vida petrificada.
Ventana
de casa de Manzanal
Fotografía:
Marisa Vegas
Miro por la ventana que tantas veces miró, y siento
curiosidad por el significado de las miradas que atesora y que, solo ella sabe
guardar celosamente, sellando su pacto de silencio con la piedra gastada y las
zarzas verdes que ahora son las únicas que miran a través de su mirada.
Restaurante
“El lobo feroz” en Manzanal
Fotografía:
www.sierradelaculebra.eu
El paseo nos abre un
apetito voraz. Nada más apropiado que reponer fuerzas en el restaurante “El lobo feroz” de
Manzanal. No solo el nombre es apropiado sino que el lugar elegido -una preciosa casa de piedra y madera
perfectamente conservada y decorada con muy buen gusto y sencillez- es una delicia, a la vista y al paladar.
Entrada
del restaurante “El lobo feroz”
Fotografía:
Marisa Vegas
Antonia, la cocinera, les hará recordar el sabor de nuestras ensaladas de la
infancia, donde el tomate sabía a tomate y no a no sé qué. Podrán degustar sus
platos exquisitos de carne a la brasa, así como entrantes de deliciosas
croquetas de zanahoria con copyright
incluido. Y otros platos tradicionales cuyos ingredientes tendrán su verdadero
sabor, el de la tierra de la Carballeda.
Detalle
del comedor interior de “El lobo feroz”
Fotografía:
Marisa Vegas
Podrán hacerlo tanto
en su gran terraza de verano como en
el cálido y acogedor comedor interior. El trato
amable, cercano, cordial y profesional de sus dueños, está más que garantizado.
Lobos
en La Carballeda
Fotografía:
David
No
puedo despedirme sin mencionar al rey de Sanabria-Carballeda: el lobo. En estas tierras se encuentra
el reducto más poblado de toda la Península Ibérica de esta especie en peligro
de extinción y de opinión controvertida para los habitantes de la zona. David, el propietario de este restaurante y amante de fotografiar a este
animal tan esquivo y difícil de ver, así lo exhibe en una fotografía enmarcada
que adorna el local que él mismo tomó en sus incursiones tras el lobo. Le
agradezco su amabilidad por la información
que me proporcionó para localizar los lugares donde este animal tan carismático
como salvaje tiene más probabilidad de
ser visto –cosa nada, nada fácil, se lo puedo garantizar-. La paciencia
infinita es un ingrediente imprescindible... así como un buen equipo. Pero esa
es… otra historia lobuna que quizás me anime a relatar…
Increíble esas balconadas de madera, Marisa, esas puertas diminutas y te has recreado estupendamente en esos aldabones de las puertas tan oxidados. Pueblo de postal, ciertamente, Manzanal de Arriba, donde todavía quedan algunos lobos que campean por las cercanías. Estupendos tus dos post. Abrazos.
ResponderEliminarPACO HIDALGO:
EliminarEsta estética es la característica principal de los pueblos de Sanabria y La Carballeda. Es una zona que es una verdadera postal, sin duda.
Gracias, Paco.
Un abrazo.
Vaya selección de fotos de puertas, ventanas, paredes que por un momento han cobrado vida gracias a tus palabras.
ResponderEliminarMe han gustado especialmente la cerradura oxidada y guaradada por una telaraña.
Realmente estos pueblos, como Manzanal, son museos etnográficos, que muestran como era la vida en otros tiempos, con esas puertas bajas, con ventanucas de piedra y unas cerraduras que lleva a imaginar el tamaño de las llaves, esas techumbres derruidas por el abandono y el paso de los años que deja al aire los muros de un lugar donde en algún momento hubo personas que luchaban por sobrevivir.
Un abrazo.
VALVERDE DE LUCERNA:
EliminarTodos esos elementos cobran vida si detenemos la mirada en ellos. Sí, todos nuestros pueblos son verdaderos museos etnográficos, lo has resumido muy bien.
Me alegro de que te hayan gustado, Valverde.
Un fuerte abrazo.
Sin duda un lugar màgico.
ResponderEliminarLas casas de piedra, el verde, los lobos..los tomates con sabor a "tomates".
Me encanta conocer lugares nuevos, pueblos perdidos en las montañas, cerca de rìos o mares,llenos de historias, cuando puedo siempre me escapo unos dìas para estar en contacto con la naturaleza.
Una fresca y autòctona entrada, las fotos preciosas.
Un beso Marisa.
ADRIANA ALBA:
EliminarTambién para mí es una actividad que me encanta: descubrir o visitar esos pueblos alejados de la vorágine del "mundanal ruido". En ellos no solo encuentras esa magia, Adriana, sino que muchas veces descubres más cosas de las que esperabas hallar.
Gracias por tus palabras tan amables y me alegro de que te hayan gustado las fotografías.
Un beso.
Mil graciasor el delicoso paseo fotográfico-literario.
ResponderEliminarTenemos siempre la tentación de rendirnos ante la magia de lo antiguo, deslumbrados por la ausencia de plástico y el contacto con el medio natural, hoy tan difuminado. Pero no podemos olvidar que ese pasado nunca fue una arcadia, sino una lucha durísima contra mil inclemencias y hambrunas.
Pienso en los personajes que habitaron este idílico decorado y no puedo evitar rememorar dos novelas del vecino berciano Julio Llamazares y las dos novelas suyas que conozco: "La lluvia amarilla" y "Tierra de lobos".
Un paisaje y unas estupendas ambivalente que despiertan en mí un sentimiento ambivalente: la delicia de la naturaleza frente a su inclemente dureza.
Gracias por ambas entradas.
AG
ALBERTO GRANADOS:
EliminarGracias a ti por tu tiempo, Alberto.
Sí, tienes mucha razón en que no debemos olvidar la lucha por la vida que se desarrolló en este entorno que hoy nos parece idílico. La zona de Sanabria estuvo muy deprimida hasta hace relativamente poco (unos 50 años), en parte por la dura orografía y las complicadas comunicaciones, y porque su medio de subsistencia se basó en la agricultura y ganadería, nada de industrialización. La vida para estas gentes en el siglo pasado fue muy dura.
Julio Llamazares, en "La lluvia amarilla" plasma mejor que nadie esa muerte poética que se va apoderando de muchos pueblos de nuestra geografía que quedan abandonados. De hecho, en esta novela, él mismo afirmó que para escribirla se basó en un caso real que él vivió: la despoblación y abandono de su propio pueblo natal.
Aunque actualmente, con la que está cayendo, el abandono de la gran ciudad y el retorno a la vida rural como medio más barato de subsistencia ya es una realidad.
Me alegro de que te haya gustado, Alberto.
Un abrazo.
Marisa, gracias por desmenuzar el pasiaje arquitectónico y mostrarlo con la mirada del viajero que se entretiene en las cerraduras, en el tallado de la madera, en la piedra curtidas por el viento y la lluvia.
ResponderEliminarTienes razón, los lugares nos habla con esa voz silenciosa que se escucha en la palabra escrita. Y tanto en la primera como en esta segunda entrada mientras recorría el lugar a través de tu prosa y de tus magníficas fotografías sentía la necesidad del sonido de Manzanal de Arriba. Y esa relación con el entorno debe hacerse in situ porque de esa percepción intransferible llegan pensamientos y emociones para transferir a una hoja en blanco.
Me seducen también los sabores.
Me gusta conocer y caminar, así que Zamora está en mi agenda.
Un abrazo
FELICIDAD BATISTA:
EliminarSolo hay que detener la mirada en aquello que nos rodea y escuchar sus latidos. Nuestra vida acelerada nos pone una venda frente a lo que realmente es hermoso o tiene valor. Cuando pausamos nuestra mirada en un entorno donde la mano del hombre ha sido solo la justa y necesaria, es cuando descubrimos el verdadero valor y esencia de las cosas.
Me alegro de que Zamora esté en tu agenda. Me tienes a tu disposición si coincide que estoy por allí.
Disfruta mucho, mientras tanto, de ese viaje a Chile.
Un abrazo enorme, Felicidad.
Cuado el aullido intenso, largo, del lobo en el atardecer que empieza a pintar puntos luminosos en un cielo que, en unos minutos, será la cúpula más bella que jamás haya visto persona alguna, se deja oír y la respuesta de la loba o un competidor contesta con sonoridad mayor, quienes han tenido la suerte de vivir ese momento, sentados en una pequeña banqueta al abrigo de un vino de fermentación joven, soñarán, en su destartalada cama de madera, con épocas antiguas en donde estos sonidos y visiones eran elementos mágicos.
ResponderEliminarMarisa, no nos has trasladado a tiempos pasados, nos has trasladado al tiempo. Ese ordenador de vidas en lugares en los que el trabajo, y los elementos de poder sólo eran pequeñas señales impresas con el cincel del amor en la dura roca granítica o arenisca. Basta una señal, un sillar, una talla, para demostrar que casa y habitantes forman un conjunto que era conocido y diferenciado.
El precipitado verano de noches frías pareciese tener prisa por llegar a las largas noches en las que el rey, el lobo, debe tener más tiempo para cazar, criar, ordenar la manada. El hombre debe acumular heno y alimentos para prepararse y poder soportar, como sus piedras, compañeras mudas de una vida, largos meses de soledad. El agua, tan pura como fría y propensa a la congelación, erosiona inmisericorde esos viejos graffitis de los que no existe explicación racional.
Ahora, tras este pormenorizado y espléndido relato de parte de tu Historia, Manzanal de Arriba, las aldabas nos ayudan a cerrar tus puertas, entornar las que no poseen cerradura y pasando suavemente la mano por tus piedras te dejamos para, cuando te visitemos otra vez, volveremos a observar con atención tus múltiples secretos y disfrutaremos llevándote lejos de tu obligado lugar geográfico, en nuestro corazón. Excelente, Marisa.
Un fuerte abrazo, querida Marisa.
ANTONIO CAMPILLO:
EliminarPrecioso tu comentario, Antonio.
Has poetizado la figura del lobo como yo no llegaría a hacer jamás. Su magia es la que los cuentos de todos los tiempos le han otorgado, la que su belleza canina se ha procurado y el respeto, temor y admiración que siempre ha inspirado; sobre todo a aquellos que vivieron en su entorno -este entorno- hace medio siglo, para los cuales este animal era un verdadero enemigo que atentaba contra su medio de subsistencia: sus rebaños, sus ovejas y sus carneros. Batidas de lobos hubo muchas y, hasta hace muy poco hasta eran clandestinas ya que la Junta de CYL no indemnizaba a estos ganaderos por la pérdida de sus ovejas.
Actualmente, no sé exactamente cómo está el tema, pero te puedo asegurar que no es fácil ver al lobo a pesar de querer verlo y hacer todo lo posible para verlo. Hay iniciativas organizadas que pueden ser una buena opción para verlo, pero creo que se pierde esa magia del "encuentro casual" con este animal tan enigmático, ya que se ponen "comederos" en puntos localizados para que los turistas puedan verlos cuando los animales acuden allí a comer. Es una forma más sencilla de tener contacto con el lobo, pero para mí, pierde mucho de su magia.
Gracias por tu comentario tan literario, Antonio, y por tu tiempo.
Un fortísimo abrazo.
Me alegro de que la autenticidad siga perviviendo en ese mundo rural tan apegado a nosotros y a nuestros ancestros. No me gusta nada esas restauraciones literales que dejan a los pueblos transformados en maquetas perfectas, como le pasa un poco a pueblos de mi entorno como La Alberca en Salamanca. Prefiero las puertas carcomidas y las telarañas que las casas de adobe y madera, perfectas en su ejecución, entre otras cosas porque se han reconstruido antesdeayer.
ResponderEliminarUn besito
CARMEN BÉJAR:
EliminarTienes razón en lo que dices pero yo creo que lo ideal está en un punto medio. Es cierto que hay "reconstrucciones" de pueblos que dejan mucho que desear aunque la mayoría de los que conozco están bien hechas. Y también es cierto que dejar al pueblo en cuestión con la ancestral senectud de sus puertas, casas y parajes, le otorga un encanto especial.
Yo prefiero esto último, pero esto último no puede mantenerse para siempre dejado de la mano de Dios y del Hombre.. Quizás la solución esté en un término medio: reconstrucción -mínima- pero respetando al máximo los materiales, estética y personalidad del elemento que se esté restaurando.
Aún así, yo soy de las tuyas: prefiero la autenticidad del elemento sin que la mano del hombre haya intervenido para "restaurarlo".
Un beso, Carmen.
Me entusiasma ver pueblos así, testigo de otros tiempos. Si encima encuentra un restaurante como "El lobo feroz" en una de aquellas viejas construcciones, miel sobre hojuelas. Un abrazo.
ResponderEliminarDESDELATERRAZA-VIAJARALAHISTORIA:
EliminarSon testigos de otros tiempos, lo has definido muy bien, Dlt.
Y si encima la visita tiene una alegría para el paladar en un comedor cuyo entorno sigue remontándote a aquellos tiempos, como tú dices, "miel sobre hojuelas", jejje.
Un fuerte abrazo.
Me alegra mucho que hayas centrado tu mirada en puertas y cerraduras: en Carballeda y en Aliste son un verdadero tesoro etnográfico que a menudo pasa desapercibido al viajero no avisado. Recomiendo una visita a Villanueva de Valrojo, cerca de Villardecirvos. Un recorrido por sus calles es como pasearse por una galería especializada.
ResponderEliminarAcierta Alberto Granados en su comentario: lo que hoy admiramos - con razón - como huellas de un pasado esconden unas condiciones de vida en ocasiones muy duras. No es la primera vez que me encuentro con emigrantes sanabreses que, pese a un feroz amor a su tierra, no acaban de comprender del todo la atracción turística que hoy genera. Que, para resumir, prefieren un chalét de hormigón a una casa restaurada porque ésta les acerca recuerdos de demasiadas penurias.
Un fuerte abrazo, Marisa
XIBELIUSS:
EliminarTengo que admitir que entre mi colección de manías, una de ellas es la de pararme a observar y admirar la belleza de puertas, cerraduras, pomos y aldabas antiguas. Efectivamente, Aliste tiene un buen acopio de ellas. Estuve en Bercianos no hace mucho y la colección de puertas que fotografié y reuní es un buen ejemplo de ello. Ya las pondré por aquí que no quiero empacharos de tanta puerta y ventana en tan poco tiempo jejje.
Conozco Villanueva de Valrojo -estuve, hace mucho tiempo, dos veranos trabajando como educadora en el Centro de Educación Ambiental de Villardeciervos-, pero aunque nos acercábamos a V.de Valrojo, tengo que admitir que no he reparado en lo que dices ya que no disponía, por las circunstancias, de ese tiempo de ocio que te permite reparar en esos detalles. Pero lo haré, sin duda.
Yo también estoy de acuerdo con Alberto Y contigo, en lo que dices. Mientras fotografiaba en Manzanal esas puertas y cerraduras que luchaban contra el tiempo, más de una persona de allí comentó que no entendía ese interés por esos elementos tan viejos y que, supongo, tantos recuerdos de penurias -como dices- le traerían a la mente. Ya sabes, Xibeliuss, que todo color tiene el matiz de la retina con la que lo mires.
Un fuerte abrazo.
Te felicito por estas dos últimas entradas, Marisa. Me ha encantado retroceder en el tiempo en este blog. Las fotografías son estupendas y la imagen de los lobos...es genial. Besos.
ResponderEliminarMARCOS CALLAU:
EliminarMuchas gracias, Marcos. Celebro que te hayan gustado las fotografías. La de los lobos no es mía, es de David, el dueño de "El lobo feroz", pero coincido contigo en que es estupenda.
Me alegro de que hayas sido partícipe de ese viaje.
Un beso, Marcos.
Me apasionan esos pueblos olvidados y en ruinas, me gusta al pasar por ellos tocar las piedras y puertas y pensar como vivían esas gentes. Me entra tristeza al verlos abandonados y alegría el saber que poco a poco se van reconstruyendo algunas casas para turismo rural sobre todo.
ResponderEliminarYo no tengo pueblo, pero pasé algunos días de un verano de hace muchísimo tiempo en un pueblo de una prima de mi abuela. Tendría creo recordar unos siete años u ocho, y nunca olvidaré una especie de habitación que había en aquella casa y que ellos llamaban "el cuartu". Me lo ha hecho recordar tu fotografía de esta segunda entrega y que clasificas como Puertas mirando a ventanas. Tienen un cierto parecido, o eso creo, a pesar del tiempo transcurrido y de no haberla vuelto a ver nunca más.
Pues bien, en ese "cuartu" una gallina seca, negra y casi sin plumas colgaba del techo, por las patas, colgada cabeza abajo. Puedes imaginarte el miedo y asco que me daba ver eso y siempre lo he tenido presente. Una vez mi padre hablando sobre eso, me comentó que lo hacían para "joder" a alguien, era como magia negra, "mientras esa gallina se irá secando, tal persona se irá consumiendo".
En fin, ya ves a lo que me ha llevado tu entrada, como siempre desvariando y distraiéndome jajaja
Un beso
EMETORR714:
EliminarSí, esos pueblos te transportan a tiempos pretéritos donde la vida era muy dura para esas gentes aunque ahora nos parezca un paisaje lleno de encanto.
Conozco pueblos abandonados pero este no lo está (aunque pueda parecerlo). He fotografiado aquellas casas que sí que están en su mayoría abandonadas pero el pueblo, aunque pequeño (poco más de 300 habitantes), tiene casas perfectamente conservadas que aún guardan esa autenticidad de las casas de granito y pizarra de La Carballeda..
Gracias por contar esa experiencia en "el cuartu". Por aquí, por las tierras castellanoleonesas católicas, apostólicas y romanas (jejje), esas prácticas de magia negra son impensables. Aquí el sentir de las gentes es profundamente religioso, y más concretamente, católico, al menos en aquellos años tan duros antes de llegar la democracia. El pueblo, aparte de su iglesia, tiene una pequeña ermita muy céntrica (casi al lado del Ayuntamiento), lo que acentúa lo que te estoy diciendo.Ahora -hace poco, unos cincuenta años- también les ha llegado el "progreso", pero es de admirar como conservan esa tradición en la estética del lugar.
Gracias por tu tiempo, amigo, me alegro muchísimo que hayas reanudado esta andadura bloguera, y que sigamos compartiéndola.
Un besote.
No contesté a tu reto templario, querida Marisa, porque no soy experto y no conozco el lenguaje críptico de la Orden del Temple; pero sí contesto a tu nueva entrada para admirar la belleza que tienen los pueblos y tu relato literario y fotográfico.
ResponderEliminarMe ha llamado la atención especialmente la pequeña puerta y las entradas casi compartidas de dos viviendas: en todas partes ocurría lo mismo y no por capricho: puerta grande supone más trabajo y material y también mayor entrada de frío en invierno; puertas pegadas supone compartir la pared maestra de ambas viviendas con el consiguiente ahorro de material y trabajo, aunque también podría ser una dependencia anexa a la vivienda principal. La arquitectura popular ya ha inventado el "pareado" desde hace siglos y, yo diría que la arquitectura a pequeña escala con soluciones que aún resultan válidas por eficaces.
Un beso, Marisa.
Es que desde aquí, se ve de otro mundo.
ResponderEliminarEs en su rusticidad, realmente bello de contemplar, como vivían.
Como pintor, es para no dejar descansar a los pinceles.
Que me ha gustado poder recrearme, gracias a tu admirable trabajo.
Saludos, manolo
MANOLO:
EliminarBienvenido al blog, Manolo.
Un placer que te haya gustado y hayas disfrutado de esas imágenes y de ese tiempo detenido en la piel del corazón de piedra de Manzanal.
Gracias por tu tiempo.
Un abrazo.
No contesté a tu reto templario, querida Marisa, porque no soy experto y no conozco el lenguaje críptico de la Orden del Temple; pero sí contesto a tu nueva entrada para admirar la belleza que tienen los pueblos y tu relato literario y fotográfico.
ResponderEliminarMe ha llamado la atención especialmente la pequeña puerta y las entradas casi compartidas de dos viviendas: en todas partes ocurría lo mismo y no por capricho: puerta grande supone más trabajo y material y también mayor entrada de frío en invierno; puertas pegadas supone compartir la pared maestra de ambas viviendas con el consiguiente ahorro de material y trabajo, aunque también podría ser una dependencia anexa a la vivienda principal. La arquitectura popular ya ha inventado el "pareado" desde hace siglos y, yo diría que la arquitectura a pequeña escala con soluciones que aún resultan válidas por eficaces.
Un beso, Marisa.
JANO:
EliminarTe pedí tu opinión porque pensé que conocías el tema. No te preocupes, no pasa nada. Ahí queda la pregunta y los interrogantes para aquel o aquellos que los quieran retomar.
Sí, supongo que a puertas y ventanas pequeñas le correspondería un mejor aprovechamiento del calor -temibles temperaturas por esa zona en invierno-; en algunos pueblos compartían las dependencias con los animales por la misma razón.
Gracias por estar, Jano.
Un beso.
MARTA C.:
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo contigo.
Me gusta viajar y he procurado y procuro conocer las maravillas del mundo y del arte (Egipto no lo conozco pero está en la lista cuando los acontecimientos sean más tranquilos), pero quizás haya que empezar por los tesoros artísticos y ancestrales de nuestras tierras.
¿Qué no conoces Zamora? Eso hay que solucionarlo, Marta, jejje. Si te decides a visitarla, tienes la completa garantía de que te sorprenderá y encantará. Es la ciudad-museo del románico, y la provincia... con miles de rincones mágicos por descubrir.
Gracias por tu tiempo y tu amabilidad.
Muchos besos, Marta.
Complementas la crónica con esta de Manzanal de Arriba, donde además de la atracción de las casas hechas de piedra superpuestas, como las escamas de pescado, tiene a los lobos, como punta de atención.
ResponderEliminarLa arquitectura sigue un patrón popular, se colocan las piedras en una ordenación que parece caótica, pero que al fin es la estética que atrae. He sentido esa soledad de estas estancias, soledad que hace bellas las viviendas. Un abrazo. carlos
CARLOS AUGUSTO PEREYRA MARTÍNEZ:
EliminarMi querido Carlos, nunca me han gustado la organización de casas alineadas, programadas y sin personalidad, como tampoco la "colmena" social organizada como un rebaño de borregos -tanto en vertical como en horizontal-. Por ello, disfruto de esta naturalidad, autenticidad y patrón popular -como tú lo llamas- donde cada cual vive donde quiere y como quiere.
Sí, es cierto que esa soledad de la que hablas es palpable en estos pueblos tan pequeños, pero quizás para sus habitantes no sea soledad, sea un modo y medio de vida en el que se encuentran a gusto (aunque admito que yo no podría sobrevivir más de 3 días, soy "urbanitas" con límites).
Me alegro que te haya gustado.
Un beso, Carlos.
Como suele ocurrir en este universo de la red, he venido a tu cuaderno por casualidad, y me he quedado gratamente asombrado por la belleza de su contenido. Leonés de nacimiento y errante por las españas, encuentro muchos elementos culturales comunes con los zamoranos (de quienes tengo ascendientes), como ese aullido del lobo que Antonio Campillo menciona y que yo conocía por el nombre de asagüeiro. Te saludo desde este reportaje de puertas y aldabas, bello en todo, y seguiré husmeando por los recovecos amables de este Espejo de la Luna que con tanto acierto llevas adelante. Enhorabuena.
ResponderEliminarSalud.
Julio González Alonso
JULIO:
EliminarBienvenido al blog, Julio.
Gracias por la amabilidad de tu comentario y encantada de que te haya gustado lo que has ido viendo por este rincón.
Es un placer encontrar huellas de ese hermoso leonés que, desgraciadamente, se pierde inexorablemente, y que tan amablemente has traído aquí: desconocía ese "asagüeiro", de bello sufijo resistente al paso del tiempo (como las aldabas) y de inconfundible sabor leonés.
Gracias por tu tiempo y saludos cordiales.
Verdaderamente precioso el reportaje y el pueblo,que es el mío.
ResponderEliminarDe hecho una de las puertas fotografiadas es de mi casa,bueno,mi futura casa,de momento es un pajar vacío,pero será una casa preciosa en un futuro que espero no sea muy lejano.
SELENE:
EliminarBienvenida al blog, Selene. Tienes un pueblo realmente precioso que ha sabido preservar, en la mayor parte de los casos, esa arquitectura popular sanabresa que tanto encanto tiene. Mucha suerte en la construcción de esa futura casa en ese entorno tan bello.
Encantada que te haya gustado el reportaje.
Un abrazo.