domingo, 5 de febrero de 2017

AL OLMO DE NUESTRA PRIMAVERA


Fotografía: Soria, olmo de la entrada del cementerio de El Espino

Viejo olmo de Soria, tú, olmo del Duero,
fiel  testigo de sombras,
que en el  recuerdo nombras
latidos silenciosos de un te quiero.

Marisa Vegas



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De pronto el ascensor se detuvo entre los pisos 18 y 17; se apagó la luz y se encendió la tenue de emergencia. Señal inequívoca de avería. Lo que en otras circunstancias hubiera sido motivo de nerviosismo y claustrofobia, se convierte en la ocasión que los dos estaban deseando,quizás sin saberlo. Sus bocas se buscan y se encuentran; primero son los labios, después también sus lenguas se  funden y confunden, se mezclan y juegan.  El ascensor se llena de estrellas.
 Cuando vuelve la luz y el ascensor se pone de nuevo en marcha, las manos entrelazadas resbalan por sus costados y los brazos quedan extendidos, tensos; separan un poco sus caras y se miran: las estrellas han entrado en sus ojos y brillan con una pasión cósmica. Cuando las puertas del ascensor se detuvieron, en la recepción, las manos seguían entrelazadas, pero los brazos ya no estaban en tensión; él, ligeramente inclinado sobre ella, la cabeza de frente como reposando en la mujer; ella con la cabeza apoyada sobre el pecho de él; sus labios entreabiertos descansan en el cuello del hombre, no se sabe si dando vida o tomándola. Quizás las dos cosas”.

JFGS,  Primavera de 1993.

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Fotografía: www.castelldefels.org


A UN OLMO SECO


Al olmo viejo, hendido por el rayo 
y en su mitad podrido, 
con las lluvias de abril y el sol de mayo 
algunas hojas verdes le han salido. 

¡El olmo centenario en la colina 
que lame el Duero! Un musgo amarillento 
le mancha la corteza blanquecina 
al tronco carcomido y polvoriento. 

No será, cual los álamos cantores 
que guardan el camino y la ribera, 
habitado de pardos ruiseñores. 

Ejército de hormigas en hilera 
va trepando por él, y en sus entrañas 
urden sus telas grises las arañas. 

Antes que te derribe, olmo del Duero, 
con su hacha el leñador, y el carpintero 
te convierta en melena de campana, 
lanza de carro o yugo de carreta; 
antes que rojo en el hogar, mañana, 
ardas de alguna mísera caseta, 
al borde de un camino; 
antes que te descuaje un torbellino 
y tronche el soplo de las sierras blancas; 
antes que el río hasta la mar te empuje 
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera 
la gracia de tu rama verdecida. 
Mi corazón espera 
también, hacia la luz y hacia la vida, 
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado

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