Fotografía: Marisa Vegas
DE
ROSAS
(Fotografías:
Voces silenciosas XI)
Incluso allí nació la rosa.
Junto a la alambrada gris que la separaba del cielo añil, junto
al muro de metal que dibujaba límites precisos.
Ella también marcaba distancias afiladas con su talle de espinas.
Era el precio de su belleza. Frontera de
terciopelo e incisivas agujas difuminada por el perfume de sus palabras.
Quizás no fuese tan diferente a esa valla de alambre. Quizás
nunca hubo mayor parecido entre una inocente rosa y un cercado hostil. Aunque nunca
se supo quién fue el espejo de quién.
¿Recibimos lo que damos? Quizás no siempre, pero sí a menudo. Al menos el cercado no difumina sus alambres tras perfumes y terciopelos. Pero la rosa... tal vez cree que sus espinas son más fieras de lo que son en realidad.
ResponderEliminarEs una alegría reencontrar estos reflejos de luna que ya se echaban de menos.
Un fuerte abrazo, Marisa
XIBELIUSS:
EliminarNunca recibimos lo que damos, en parte porque pocas veces estamos dispuestos a dar.
Quizás tengas razón cuando dices que esa rosa cree que sus espinas son más fieras de lo que realmente son. Tus palabras me han recordado inevitablemente a "El Principito":
"- Si un cordero come arbustos, ¿come también flores?
- Un cordero come todo lo que encuentra.
- ¿Hasta las flores que tienen espinas?
- Sí. Hasta las flores que tienen espinas.
- Entonces, las espinas, ¿para qué sirven? (...)
- Las espinas no sirven para nada. Son pura maldad de las flores. (...)
- ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas. "
Antoine de Saint-Exupéry.
Sí, me he tomado un respiro largo, Xibeliuss, pero siempre se vuelve a lo que siempre causa satisfacción. Me pondré al día en vuestras publicaciones. No hay nada que me apetezca más.
Un fuerte abrazo.
Me asombra cómo consiguer hacer un paralelismo entre la rosa y una simple valla.
ResponderEliminarLa foto maravillosa, se va la mirada a la rosa.
Un abrazo.
VALVERDE DE LUCERNA:
EliminarGracias, Valverde. Hay muchas cosas que nos rodean que, aparentemente, pueden resultar antagónicas. Pero si nos fijamos en ellas, nos sorprendería sus casi inimaginables parecidos...
Un abrazo.
Lo bello siempre se da lugar en medio de la hostilidad.
ResponderEliminarEDU:
EliminarQuizás por ello su belleza sea mayor...
Saludos, Edu.
No me importaría clavarme el espino de la alambrada; no me importaría clavarme del rosal las espinas para disfrutar de la libertad o del aroma que exhalas con tus notas.
ResponderEliminar¡Qué bonito expresas los sentimientos!
¡Eres genial!
Besos
André
ANDRÉ DE ÁRTABRO:
EliminarMuchas gracias, Andrés. Cierto es que la libertad radica en esa elección de diálogo doloroso con espinas o espinos de alambradas. Me gusta tu idea.
Muchos besos, Andrés.
Los necios y la voces se confabulan para no dejar nada hermoso, aún así, la pureza sigue luchando por un espacio, mientras tenga una mano que siembre palabras hilvanadas, nacidas de ti.
ResponderEliminarYa te extrañaba, no te asomabas a esta atalaya y eso se siente. Que seas abobinablemente feliz.
Un abrazo... de corazón.
BAENA:
EliminarLa necedad es un elemento altamente peligroso.
Preciosas tus palabras, Baena. Gracias.
Ya tenía ganas de asomarme a mi atalaya... y veros para disfrutaros.
Un fuerte abrazo.
La rosa es bella y delicada en sus pétalos, pero cruel en sus espinas. Puede ser un hermoso regalo de enamorado o una lanza cruel para nuestras manos. Su belleza es efímera, dura poco más que un suspiro, y sin embargo el tallo y las espinas quedan ahí, secas, junto a los pétalos marchitos, indemnes al paso del tiempo. La rosa es cruel cuando pica y cuando se marchita.
ResponderEliminarUn beso
La rosa es hermosa y cruel a un tiempo. Bella porque sus pétalos nos atraen con sus colores y con su aroma; cruel porque puede convertirse en regalo envenenado al desgarrarnos los dedos. Y además es cruel porque es efímera: su belleza dura un suspiro. Los pétalos se marchitan y caen y sólo podemos acordarnos de la hermosura perdida. Y, mientras tanto, el tallo y las espinas se mantienen firmes, inmunes al paso del tiempo.
ResponderEliminarLas rosas nacen de la naturaleza y las vallas del intelecto humano. ¿Quién es más cruel? Sin duda la valla: el hombre es el ser más despiadado de la ntaraleza.
Un beso
CARMEN CASCÓN:
EliminarLas espinas que nacen de la propia naturaleza es porque esta las necesita para poder sobrevivir. Las que nacen del intelecto humano... malo, malo.
Me gusta mucho la idea que has dejado que, además, comparto.
Un beso, Carmen.
Hermosa por su forma, color y olor, tentadora su belleza, la defiende con garras fieras, hasta que vencida y entregada a su par, duerme en el interior de un libro.
ResponderEliminarBesos Marisa.
DLT:
EliminarQué biografía más bonita has hecho de una rosa, Dlt. Me ha gustado mucho esa inmortalidad de la belleza.
Besos.
Sólo falta saber: esa valla, ¿separa o encierra? ¿Hay dos lados o una cárcel? De todas formas, la rosa tiene bien justificadas sus espinas: la belleza tiene demasiados enemigos. Terciopelo y perfume, alambres y espinas: todo eso pueden ser también las palabras. Un abrazo.
ResponderEliminarJUAN HERREZUELO:
EliminarCreo que las vallas siempre separan Y encierran (al que la coloca).
Las cárceles siempre tienen dos lados, también (el exterior y el interior).
La rosa tiene terciopelo pero también espinas.
La vida, en definitiva, se construye con el hormigón de las dualidades, al igual que esas palabras que la definen.
Un fuerte abrazo, Juan.
Con la certeza de la veracidad de lo que expresas, Marisa, siempre he pensado que la cerca de espinas con la que se protege la rosa es debida a que no quiere morir joven. Quiere hacerlo habiendo vivido tanto tiempo como para donar, sin pedir nada a cambio, su belleza y colorido, su exquisito aroma y atraer a las abejas para que, polinizándola, fructifique y pueda ser madre de una generación más bella de lo ha sido ella.
ResponderEliminarLa valla es el recurso de la perdurabilidad de la vida que, sus amantes, quienes la ajan y la abandonan a una muerte lenta, procuran encerrarla en sus dominios, fuera del alcance de otros amantes que la cuidarían con esmero. Tu exquisitez es encantadora, Marisa.
Un cariñoso abrazo, querida amiga Marisa.
ANTONIO CAMPILLO:
EliminarTu lectura me ha gustado mucho, Antonio: esas espinas que tiene la rosa para luchar por la vida, por una vida efímera a la que está condenada (la "rosa mutabile").
A mí también me ha parecido exquisito tu comentario, querido amigo.
Un abrazo grande.
Dicen que Salvador Dalí, solía caminar por la noche en su jardín y hablaba con las rosas, a las que amaba tanto como a Gala su mujer.
ResponderEliminarIncluso pintó un cuadro titulado "Mujer con cabeza de Rosas"
Que tendrán éstas enigmáticas y bellas flores que inspiran tanto a los poetas del mundo?
Precioso texto querida Marisa.
Un fuerte abrazo.
ADRIANA ALBA:
EliminarLas rosas, como la luna, es cierto que son dos elementos mágicos y recurrentes a los que acuden las musas de los poetas y los artistas.
Quizás porque la belleza es la llave maestra de este mundo.
Encantada de que te haya gustado, Adriana.
Un fuerte abrazo.
Quizás las rosas desarrollaron sus espinas cansadas de ver cómo eran cortadas para adornar efímeramente algún jarrón. ¿Cómo iban a saber que los cortadores de rosas usarían guantes? Seguramente hubieran inventado otro tipo de defensa. Un abrazo desde mi mejana
ResponderEliminarFELIPE TAJAFUERTE:
EliminarSi la rosa desarrolló espinas, seguro que fue para defenderse de algo. Sin duda.
Un abrazo, Felipe-
Las rosas se defienden al igual que la valla defiende algo... ¿Acaso no todos nos defendemos de algo?
ResponderEliminarRealmente precioso y muy original...
Que bueno volver a verte :))
Besos sin espinas
DAVID:
EliminarYo también estoy encantada de volver a veros después de este respiro.
Se lo decía a Felipe: efectivamente, igual que las vallas defienden de algo, las rosas desarrollaron espinas porque se sintieron atacadas.
Me alegro de que te haya gustado, David.
Besos, también sin espinas.
Unos se defienden con uñas, otros, más sutiles, utilizan las palabras, las rosas han querido proteger su belleza e idearon las espinas.
ResponderEliminarCon espinas o sin ellas, siempre me han parecido delicadas y preciosas.
Hacía tiempo que no te veía haciendo comentarios a amigos comunes, me he llevado alegría al ver tus letras en mi espacio.
Yo también te deseo un feliz 2014.
Aprovecho para dejarte mis cariños en un fuerte abrazo.
Kasioles
KASIOLES:
EliminarSimplemente me he tomado un respiro, Kasioles. Ya echaba de menos este espacio.
Todo aquello que se siente atacado desarrolla algún tipo de espinas, sin duda.
Un beso.
Marisa, he leído varias veces tu precioso texto. Creo que encierra algún misterio...como la belleza de la rosa, que aún en un territorio hostil es capaz de mostrar su belleza. Y por supuesto que las espinas son sus armas de defensa.
ResponderEliminarY ya que has citado en algún comentario a El Pricipito, aquí te dejo el final de ese libro:
Es un gran misterio. Para vosotros, que también amáis al principito, como para mi, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, si o no, a una rosa...
-Mirad al cielo. Preguntad: ¿el cordero, si o no, se ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia...
¡Y ninguna persona grande comprenderá jamás que tenga tanta importancia!
Así termina ese maravilloso libro. No me digas que no te quedas pensando.
Besos, Marisa.
MARIÁN:
Eliminar"El Principito" es uno de los libros que elegiría si tuviera que ir a una isla desierta. Lo he leído decenas de veces y lo seguiré haciendo porque, lejos de ser un hermoso cuento para niños, es una práctica fábula para adultos. Adoro este pequeño gran libro. Y compruebo que tu sensibilidad, también.
Efectivamente, incluso en territorios hostiles, la belleza sigue creciendo; eso sí, no exenta de espinas defensoras.
Encantada de que te haya gustado, querida Marián.
Un besote.
Hermoso y sutil poema, Marisa, comparando la rosa con la alambrada gris que la separaba del cielo añil, junto al muro de metal... Muro alto y espinoso, también con cuchirería, con olor a sudor fermentado y a sangre recientemente vertida que no perfuma la rosa, que no hiere tanto con sus espinas.
ResponderEliminarEn una salida al monte caí desde poca altura (me faltaban dos metros de caída) y me pararon las zarzas atrapándome con sus espinas, que me hicieron un lecho de dolor y heridas leves, rasgándome la piel y la ropa. Mientras pensaba en la forma de liberarme, aspiré el olor salvaje de la flor silvestre y el follaje, y utilicé la navaja para cortar las ataduras: no había ni muro gris ni alambre, solamente naturaleza que me atrapaba, en una vivencia en la que el sudor fermentado y la sangre carecen de importancia; yo tenía a donde ir para lavarme.
Estoy muy incomunicado porque el "cacharro" no me deja entrar en el "escritorio", pero os visito a todos a través del "perfil" para leer lo que publicáis.
Un beso, Marisa.
JANO:
EliminarEn el caso que relatas, Jano, las zarzas y espinas no solo no atacaron sino que te protegieron. Causando dolor, sí, como es su sino, pero quizás salvándote la vida o de un accidente grave.
Es curioso... después de leer tu comentario llego a la conclusión de que no todo lo que creemos que causa dolor por sus vértices afilados, lo causa. Más bien todo lo contrario. Y es que así es la vida: un cúmulo de paradojas.
Siento esa "incomunicación". Prueba a borrar cookies del ordenador. Quizás así la cosa vaya mejor. Gracias por seguir empleando tu tiempo en leerme, eres muy amable,
Un besote, Jano.
Muy bonito, Marisa. Me ha encantado esa similitud entre la alambrada y la rosa. Buenas noches.
ResponderEliminarMARCOS CALLAU:
EliminarMe alegro de que te haya gustado, Marcos.
Un abrazo.
Ojalá fuera tan sencillo quitar las alambradas como quitar las espinas a una rosa.
ResponderEliminarLeyendo algunos de los comentarios que te han ido dejando, querida Marisa, no puedo por menos que disentir, pues si las rosas tienen espinas es para disuadir a ciertos seres de la narturaleza que se acerquen a ellas y las dañen. Las alambradas no forman parte de la naturaleza, la naturaleza humana es quien las levanta para dañar o aislarse de otros seres humanos. Y cada vez lo hace con más saña. Un claro ejemplo, las "concertinas" de la valla de Melilla. Creo que se podrían estudiar otras alternativas menos agresivas.
Al margen de todo esto, has conseguido un hermoso poema que ha despertado distintos sentimientos entre tus lectores. El mejor logro al que podemos aspirar los que nos gusta escribir.
Enhorabuena
Besos
Mª JOSÉ SÁNCHEZ VÁZQUEZ:
EliminarMencionas un tema que pensé en él cuando escribía el texto, el de la valla de Melilla. Los seres humanos somos especialistas en construir vallas y muros, que separan, en lugar de ser arquitectos de puentes, que unen.
No es lo mismo espinas para defenderse que espinas para separar. La rosa lo sabe.
Encantada de que te haya gustado, Mª José. Y gracias por tus amables palabras.
Un beso.
Lo frágil y bello hay que protegerlo a capa y espada o a espina y alambre.
ResponderEliminarAy, el precio de la belleza es caro!, Muy caro.
Un abrazo bella.
ISTHAR:
EliminarLa fragilidad de la belleza... el gran drama de la rosa...
Un abrazo, Isthar.
Las rosas saben que viven en un mundo hostil e instalan sus propias vallas. La naturaleza también se afana en salvarguardar sus mayores tesoros, y bien que hace... ;)
ResponderEliminarUn placer volver a saber de ti, Marisa. Besos.
KINEZOE:
EliminarGracias, Kine. Las corazas de la naturaleza siempre son las más sabias...
Besos.
Ambas, valla y rosas, separan. Acaso no existen alambradas de púas? Un beso. carlos
ResponderEliminarCARLOS AUGUSTO PEREYRA MARTÍNEZ:
EliminarMuros para llegar a la belleza... o a la libertad...
Muchos besos, Carlos.
Marisa, las rosas que conocen los latigazos arenosos del harmattan, que han bebido el agua de los espejismos, que han abierto senderos efímeros sobre las dunas, que se han nutrido del hambre, que la palabra justicia sobrevoló alguna vez sus sueños...; cuando sienten que el rocío las espera al otro lado de las vallas, no les importa las cuchillas que hieren sus tallos, que rebanan sus pétalos. Solo saben que no volverán atrás, al desierto que las incendió.
ResponderEliminarMagnífica y espléndida metáfora.
Un abrazo
FELICIDAD BATISTA:
EliminarPreciosas tus palabras, Felicidad, bellísima poesía. Quizás detrás de esas vallas no siempre se encuentre la justicia o los sueños que se pensaban alcanzar. A veces, solo hay miseria y muerte.
Siempre agradecida por la hermosa y perfecta sinfonía de tus palabras, amiga.
Un beso.
me gusta como escribes
ResponderEliminarLOLA:
EliminarGracias, Lola. Bienvenida al blog.
Saludos.
Siempre preferiré una rosa a una alambrada, pese a que las dos puedan tener espinas.
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo y mis cariños.
kasioles
KASIOLES:
EliminarBuena elección, amiga Kasioles. La belleza, al menos, estará garantizada.
Un fuerte beso.
Las rosas no son rosas sin espinas, ni los alambres son alambres sin la dulzura del sol...
ResponderEliminarFERNANDA:
EliminarTu silogismo es perfecto. Bienvenida al blog, Fernanda.
Un abrazo.
Y sin embargo, la rosa nos regala los perfumes más delicioso, algo que la alambrada no puede hacer...
ResponderEliminarUn beso, Marisa y muy buena semana
MYRIAM:
EliminarMuy buena semana también para ti, Myriam.
Un beso.